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El arte de darse aire

El arte de darse aire

El abanico está presente en la pintura de Goya, Sorolla, Vicente López y Pinazo y en las colecciones del Prado y San Pío V. El Museo de Cerámica atesora una valiosa colección de 600 piezas

LAURA GARCÉS

Domingo, 9 de agosto 2020, 00:21

Verano. Una sombra, un baño y un refresco es lo más deseado. Y por qué no, un abanico, ese objeto que ha convertido el aire en arte. Y para comprobarlo basta revisar su presencia en Valencia. Grandes colecciones de abanicos, como de pinturas de renombrados artistas que reflejan su uso prueban el valor cultural del pequeño instrumento.

Los fondos del Museo Nacional de Cerámica conservan una colección de 636 ejemplares que más allá de ser utensilios para la vida cotidiana son joyas. También el Museo de Bellas Artes de Valencia atesora unas 200 piezas, además de pinturas en las que el abanico quedó reflejado en el lienzo. Ninguno de estos dos espacios, por razones de diversa naturaleza, exponen los abanicos. Sin olvidar el Museo del Palmito de Aldaia. El González Martí estrenó la colección en sus inicios y cuenta con decenas de donaciones, entre las que se encuentra la Rincón de Arellano que llegó a principios de este siglo con un centenar de piezas. Los fondos encierran curiosidades como la que entregó Libertad Blasco Ibáñez, hija del novelista, que reproduce una escena alegórica de la Virgen de los Desamparados con motivo de su declaración como patrona de Valencia. Pero hay abanicos de variadas procedencias, de Inglaterra o Francia y de diferentes destinos orientales, entre los que se encuentra una curiosa pieza de 1850 procedente de la Dinastía Quing. Escenas de enamorados, bailes al estilo Luis XV, mandatarios orientales siguiendo un espectáculo, escenas de lectura, motivos florales o vegetales constituyen pequeñas obras pictóricas.

Todos conforman una colección que, como expone la historiadora y especialista en abanicos Carmen Rodrigo, cuenta con piezas desde el siglo XVIII hasta el XX. Rodrigo destaca que en España se extendió la elaboración «en la época de Carlos III. Antes llegaban, sobre todo de Francia, en la época de Luis XIV y Luis XV». Durante el reinado de Isabel II se popularizó ofreciendo un retrato social en función de la riqueza y calidad. Rodrigo destaca la importancia de los trabajos del taller de Colomina. Fueron pasando los años y el abanico, que pervivía en la historia convirtió a Valencia en un foco muy importante que dio firmas especializadas como Pau, Povo, Barreira, Esteve, Codina o Lluna, entre otras.

El catedrático de Historia del Arte Felipe Garín introduce un apunte que descubre a lo largo de los siglos hubo artistas que se dedicaban a pintar abanicos cuando en otros campos no podían salir adelante. Y en ocasiones servía para dar los primeros pasos en el arte.

Más allá de estas notas, la dimensión cultural, fruto de un retrato social, del abanico se refleja en la pintura. No son pocos los retratos de mujer en los que aparece el preciado instrumeto acompañando a la retratada. Explica el profesor Garín que, además de utilizarse como elemento de «ornamentación» también servía para «resolver una de las cuestiones más antipáticas para el pintor de retratos como es qué hacer con las manos».

David Gimilio, conservador del San Pío V, también habla de esa concepción artística «como objeto decorativo», además de servirse del abanico «para ponerlo en las manos». Señala Gimilio de que es sobre todo en el XIX cuando se observa una presencia más marcada en la pintura, aunque ya en el XVIII la hubo. Son muchos los ejemplos. Sólo cita algunos que se conservan en el San Pío V como 'Retrato de Joaquina Candado', de Goya, obra de XXXX. Allí conservan también piezas de valencianos como 'Retrato de Señora de Álvarez' -que a diferencia de otras obras en esta se muestra el abanico abierto- de Ignacio Pinazo, o 'Retrato de la condesa viuda de Parcent', obra de Martínez Cubells.

En el Prado cuelga 'María Teresa Moret', obra de Sorolla que muestra a la retratada con abanico en la mano. En la misma pinacoteca el valenciano Vicente López Portaña ofrece esa mirada en piezas como 'María Pilar de la Cerda Duquesa de Nájera'.

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