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ISABEL URRUTIA CABRERA
Sábado, 26 de agosto 2017
La felicidad puede estar a la vuelta de la esquina. De cualquier sitio. En Villa 25 de Agosto, por ejemplo. Pasen y vean las vueltas que da la vida. Para empezar, conviene saber que se encuentra al norte de la capital de Uruguay, Montevideo, a poco más de una hora en coche. Es un pueblo de unos 1.800 habitantes, entre el río Santa Lucía y el arroyo de la Virgen. ¿Que por qué se llama Villa 25 de Agosto? Es un guiño al Día de la Independencia del país sudamericano. Orgullo no le falta a esta localidad. Los vecinos tienen todo (o casi todo) encarrilado.
Si bien nunca han gozado de los servicios de una humilde farmacia, siempre han presumido de estación de trenes. Solo hay tres líneas de pasajeros en el país y Villa 25 de Agosto tiene parada desde 1872. El toque largo del silbido de los maquinistas les pone en marcha todas las mañanas. Los lugareños son en su mayoría descendientes de italianos, españoles y alemanes. Una comunidad bien avenida y muy dinámica. No vacilaron en aplaudir el proyecto de la Ruta de los Murales y el Vagón Atelier, cedido expresamente por la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE).
Tanto la ruta como el vagón -donado para ser reconvertido en centro de exposiciones- responden al impulso de la misma persona. Se llama Léo Arti y es una artista francesa, de 69 años, radicada en Villa 25 de Agosto desde 2006. «Lo que yo quiero es cumplir con los deseos de la gente. Ya no trabajo para mí, me limito a hacer realidad los deseos de la gente. Dibujo lo que me piden. Es lo que me hace más feliz. Los murales -hay 70- reflejan el espíritu de las familias que viven en las casas», explica la creadora que, en su juventud, se ganaba la vida como redactora y fotógrafa de la revista erótica 'Lui', con sede en París, fundada en 1963 para hacerle la competencia a 'Playboy'. También llegó a dirigir una boutique de alta costura y, entre su clientela, no faltaban las despampanantes vedettes del Folies Bergère.
En aquella época le gustaba la vorágine y le sobraba tiempo para todo. Entre otras cosas, asistía a clases de pintura y empezó a exponer en galerías de arte. Lo que más le inspiraba entonces era la abstracción y las novelas tristes. Pero en cuanto se pasó al figurativismo marchó a una isla tropical. Buscaba arena blanca y un horizonte azul turquesa. Vivió tranquilamente hasta 2006 en la República de Mauricio. No obstante, le faltaba algo...
Parisina hasta las cachas, descubrió que la vocación de su vida era tener un huerto, «con legumbres y flores». Y, para ello, necesitaba buena tierra. Un día la encontró al bajar de un tren, en su primer viaje a Uruguay. Nada más apearse en Villa 25 de Agosto, pensó, «he llegado a mi hogar». Así que compró una casa muy grande con jardín. Allí reside con su marido, su hija y su nieta. Da clases de pintura, hace murales gratis y, sí, es muy feliz.
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