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Áurea Ortiz acaba de publicar el libro 'El arte de inventar la realidad', una obra en la que la Historiadora del Arte y crítica de ... cine se adentra en la apasionante relación entre la realidad y la ficción. La lectura de este ensayo despierta no pocas preguntas en torno a lo que vemos y lo que es a las que Áurea va respondiendo. La autora, que presentará el libro el 27 de marzo en la librería Bartleby, hoy habla con LAS PROVINCIAS de su libro y también del cine valenciano, un universo en el que asegura que hay mucho talento, pero le faltan «productores audaces y una gran película que dé el pelotazo».
–¿Qué quiere contar a los lectores con 'El arte de inventar la realidad'?
–La idea nace de muchas reflexiones en torno a cómo la realidad y la ficción se mezclan. A veces cuesta mucho diferenciar cómo la ficción afecta mucho a nuestra forma de ver la realidad y a partir de ahí llegó la propuesta del editor Alberto Haller que le llamó la atención un artículo mío sobre este tema. Es un tema que he tratado en mis clases, en mis charlas porque me interesa. Es muy importante reflexionar sobre ello.
–¿Qué pasa que no nos gusta la realidad y creemos que es mejor inventarla; somos ambiciosos o quizás pretenciosos ante este asunto?
–No nos gusta la realidad a veces. Somos muy inconscientes, consumimos ficciones y tenemos una idea de cómo es la gente, los lugares y pensamos que ya sabemos algo sobre lo real, pero lo que sabemos es algo que hemos visto en una ficción, que se ha construido con un punto de vista. Puede que no nos baste, en el libro también lo comento. Los Lumière no se limitaban a poner la cámara, ordenaban a los obreros que se pusieran de una manera u otra. Creo que no es que la realidad no nos gusta, sino que no nos basta, necesitamos adornarla, cambiarla o controlarla.
–Tengo la impresión de que queremos controlarla.
–Sí, seguro. La ficción, todo el arte, en realidad es un intento de eso. Nos hemos puesto a pintar en la cuevas bisontes y no tenemos ni idea de por qué. Creo que son intentos de controlar el mundo. Contar relatos es una manera de ordenarlo, de encontrarle un sentido aunque en realidad no lo tenga. Todo el arte, tiene, en lo fundamental, la función de controlar el mundo, hacerlo accesible.
–¿En su libro mantiene que a veces nos creemos más la ficción que los documentales?
–Creo que en los documentales bajamos un poco la guardia, cuando nos dicen que algo es un documental pensamos que esto es la verdad, la realidad, y tampoco es así. Las ficciones son muy potentes, se crea la idea de ilusión de la realidad y eso el cine lo cumple como nadie. En el Renacimiento se planteó que el arte era una ventana al mundo, pues puede que lo fuera, pero cuando llegó el cine lo desbancó y se vio que aquello sí que era asomarse a una ventana. Entonces no somos capaces de diferenciar una cosa de otra y el cine se desarrolla en el tiempo lo que da una ilusión de la realidad que ni siquiera la fotografía tenía, el movimiento añade una nueva dimensión.
–¿Cuánto puede influir una película o una serie en la vida de una persona?
–Puede influir mucho. De hecho en el libro cuento algunas anécdotas. Hay gente que ha elegido una carrera porque ha visto una película o ha visto una serie de periodistas, profesores, científicos, que ha creado un mito sobre una profesión. Suele afectar, y lo ha hecho mucho sobre la concepción del amor, del deseo creando expectativas y creyendo que esa es la manera de amar.
–¿De la realidad valenciana qué supera la ficción?
–No sé si supera la ficción o la ficción es capaz de inventarlo todo. Algunos niveles de corrupción que se han alcanzado, algunas conversaciones entre corruptos si las pones en una serie puede parecer que son una exageración.
–¿Fuera del ámbito político, qué realidad valenciana llevaría a una película porque supera la ficción?
–Lo valenciano está poco reflejado en el cine. Por ejemplo, las Fallas prácticamente no se han utilizado para el cine, no sé si es porque el cinismo es muy exagerado y cuesta plasmarlo en la pantalla. Sí que el cine, también la literatura, ha dado una imagen del Levante feliz que se creó en el siglo XIX y en los años treinta se le puso nombre, que ha perdurado, el mito del 'bon vivant' ha hecho un poco de daño. Creo que es atractivo todo lo vinculado a la distribución de la tierra, el crecimiento brutal con el turismo da para contar un montón de historias, también las hay en la complicada convivencia entre lo urbano y lo rural. La gentrificación y el turismo dan para bastante.
–¿Cómo ve el mundo del cine, del audiovisual valenciano?
–Hay gente con mucho talento, con ganas de contar historias que le está costando llegar fuera. En los últimos años se han hecho cosas estupendísimas. Creo que requeriría más audacia por parte de los productores para ir a obras más originales, que el reto no sea hacer lo que hacen otros, sino tener personalidad propia. Eso es lo que hizo el cine gallego en su momento. Nos falta esto y también una gran película que de pronto diera el pelotazo y se hablara de ella para que se identificara como valenciana. Se han hecho cosas estupendas y personas dispuestas a contar cosas diferentes y salir de lo de siempre.
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