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La muerte de Ricardo Bofill el pasado enero obligaba a reivindicar los proyectos más brillantes del arquitecto catalán. Sin duda, el Jardín del Turia es uno de ellos. Él empezó a diseñar la zona verde que ha resultado clave en la evolución urbanística de Valencia. Los dos tramos del parque lindantes con el Palau de la Música, que rezuman un gusto exquisito por la armonía y por el clasicismo, mantienen intacta la ambición con la que fueron diseñadas. No sólo no han envejecido sino que continúan despertando la admiración de quienes pasean por la zona.
En septiembre de 1981, el entonces alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado, propuso a Bofill que redactara un proyecto para el antiguo cauce. Los planos, los dibujos y una enorme maqueta de la propuesta se exhibió en la Lonja. El arquitecto catalán planeó «un parque simétrico, centrado en las torres de Serranos, como lugar de encuentro. La vegetación será más espesa en los extremos, suavizándose en los ensanches del centro mediante huertos de naranjos y con tratamiento más cuidado en el sector histórico», publicó LAS PROVINCIAS. El arquitecto propuso opcionalmente, si el Ayuntamiento lo aprobaba, levantar un polideportivo, dos piscinas cubiertas, un auditorio y un umbráculo «que cumpla el papel del ágora en las ciudades de la antigua Grecia».
El Ayuntamiento no 'compró' todas las propuestas de Bofill para el antiguo cauce. A él le encargó el tramo 10 y 11 y al estudio Vetges-Tu, cuyo proyecto levantó críticas por el exceso de cemento de la propuesta, el área de Campanar.
El gran estanque frente al Palau de la Música, las pérgolas clasicistas y las hileras de palmeras continúan ofreciendo una de las mejores imágenes del Jardín del Turia. La estética de los tramos 10 y 11 mantiene el afecto de los valencianos donde emergió el auditorio municipal, cuyo arquitecto es José María García Paredes. Este edificio dialoga a la perfección con el entorno del cauce. «Este auditorio constituye una prueba más de la investigación y pericia de su autor en el diseño de espacios musicales, sobre los que poseía una probada experiencia», según la 'Guía de Arquitectura de Valencia' del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia. La ampliación del Palau de la Música correspondió a Eduardo de Miguel.
Volvamos al río. El relato de Bofill acabó imponiéndose en el Jardín del Turia. El arquitecto catalán ganó la batalla de las ideas, algo que se supo con los años. Sin embargo, el auditorio y el umbráculo iniciales no llevarían su firma, sino la de Santiago Calatrava. La huella en el río del arquitecto de Benimàmet es ciclópea: a la Ciudad de las Artes y las Ciencias se añaden los puentes.
Del ingenio del Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1999) y Premio Nacional de Arquitectura (2005) surgió l'Hemisfèric, el Museo Príncipe Felipe, 'l'Umbracle, el Oceanogràfic, el Palau de les Arts y el Àgora, que rematan un río aún por concluir en su fachada marítima. Valencia se enfrenta otra vez ante un reto que requiere, no sólo visión de futuro, sino ambición.
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