Clara como el agua. La directora teatral valenciana Carme Portaceli (Valencia, 1955) no se esconde al hablar de la situación de las artes escénicas españolas. Tampoco lo hace cuando narra cómo, el pasado septiembre, fue cesada de la dirección del Teatro Español, el escenario municipal madrileño al que llegó a través de un concurso público. Pero los nuevos gestores del Ayuntamiento prescindieron de una dramaturga que la próxima semana regresará a su tierra natal para estrenar 'Mrs. Dalloway', adaptación de la novela homónima de Virginia Woolf interpretada por la actriz Blanca Portillo. Será en el Principal entre los días 10 y 12 de este mes. Antes de eso, charla con LAS PROVINCIAS. Sin cortapisas. Defendiendo a las mujeres «llenas de talento pero con un grave problema: la falta de oportunidades». «Siempre he sido feminista, pero ahora puedo decirlo sin que me escupan a la cara», afirma la directora.
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–Virginia Woolf, Blanca Portillo y Carme Portaceli. ¿Con esos ingredientes, que aporta la revisión teatral de la famosa novela de la escritora? ¿Cómo se ha enfrentado a ella?
–Lo más importante, para mí, era entender lo que nos cuenta Virginia Woolf, tener la capacidad de realizar una lectura que se acercara a la atmósfera de la novela y llegar a entender desde nuestra experiencia la vida de este personaje de buenos sentimientos que se plantea las decisiones que ha tomado y no se queda colgada en la melancolía. Al final, lo que me interesa es el flujo de la conciencia, un concepto que inventó Woolf. Las mujeres hemos estado en silencio tantas veces que me fascina la capacidad que tiene de hablar de esa mujer deprimida, de esa ama de casa y de sus decisiones. Creo que es de una lucidez brutal.
–La protagonista habla precisamente de esa invisibilidad. Como directora teatral, ¿se ha sentido así en la profesión?
–Sí. Lo he vivido y lo sigo sintiendo en mis propias carnes. He llegado donde estoy a base de un esfuerzo tremendo. Es cierto que las adversidades son para todo el mundo, pero siendo mujer tienes una dificultad añadida. Hay que asumirlo. Yo soy una feminista convencida, pero desde hace unos años puedo decirlo sin que nadie me escupa a la cara. A veces he sentido ese desprecio, esa falta de consideración o una exigencia extrema. Nunca lo haces lo suficientemente bien. Y ya ni digo cuando va mal, que sacan la recortada...
–Por esa razón dio un golpe sobre la mesa cuando accedió a la dirección del Teatro Español, donde desarrolló una programación paritaria. ¿Cómo fue recibida la iniciativa?
–Había que hacerlo. Porque en muchos teatros se habla de paridad pero las mujeres son relegadas a las salas pequeñas, a las lecturas dramatizadas, no a la programación principal. Hay que ser consciente de que es un problema de oportunidades, no de talento, que lo tenemos todos. Cuando llegué al teatro español, la ocupación era del 28%, en cinco meses pasó al 67% y en los últimos meses hemos ido subiendo. Es mentira que el teatro hecho por mujeres no interese.
–Después de su cese del Teatro Español dijo que las razones fueron políticas pero no ideológicas. Pasado el tiempo, ¿sigue pensando lo mismo?
–Ideológicas siempre lo son. Pero a lo que yo me referí es que eso es una práctica política que se da en este país. Lo que hacen ellos (los políticos), es poner a una persona de su partido. Esto no pasa en otros países europeos. ¿Cómo puede ser que una cosa que funciona, como se demostró en el Español, se la carguen así?
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–Tras la experiencia, ¿volvería a tutelar una institución pública? Se especula con que podría presentarse a la convocatoria para cubrir la dirección del Teatre Nacional de Catalunya...
–Claro que lo haría. Es como enamorarse. Aunque te haya ido mal una vez, no dejas de hacerlo. Este tipo de proyectos son un reto. Además, se hace en dos vertientes: para ayudar a vertebrar la profesión y para que el público lo viva. Aunque es cierto que yo, en Madrid, he vivido momentos complicados. Los tiempos de la cultura son otros a los de los políticos y los funcionarios, cuyas acciones atentan contra toda lógica.
–¿El daño más grande a la cultura lo ocasionan los políticos?
–Sí. Siempre. Porque ni la entienden ni les interesa la cultura. Aquí en España no ha habido nunca un ministro de Cultura como el francés Jack Lang, que dejó unas estructuras que daba igual quien viniera después. Bueno, diría que Carmen Alborch intentó algo parecido.
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–¿Qué le pide al futuro ministro?
–Amor y consideración por la cultura. Y que sea consciente de que estamos en una sociedad deshumanizada, infantilizada. La cultura es la única salvación posible. Le pido que mire y que copie lo que ha funcionado en otros países. Que se dé cuenta de que el presupuesto destinado a este ámbito es patético.
–¿Ha recibido alguna oferta para dirigir en Valencia? No la vemos mucho por la cartelera de la ciudad...
–No. A mí me encantaría. No sé por qué no me quieren. Pero ahora voy con 'Mrs. Dalloway' y después daré un curso en el Escalante. También 'Troyanas' se vio en Sagunt a Escena. Ya he puesto dos picas en Flandes. A la tercera puede ser la vencida.
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