Es muy difícil valorar una propuesta escénica de 'Das Rheingold'. Es la primera de las cuatro óperas que componen la Tetralogía y en la que se esbozan las ideas principales que desarrollarán en las otras tres. Por ello, no se debe valorar solo como un fin en sí mismo, sino en la medida en que genera expectativas. En ese sentido, Bieito lo logra modestamente. La principal característica de su propuesta es la ausencia absoluta de la naturaleza. Parece que el director quiere situar su universo en una era posindustrial. Ese mundo estaría dominado por Wotan. A él se enfrenta el mundo que podemos entender como posthumanista encarnado por un Alberich entregado al desarrollo de una tecnología cyborg para crear nuevos seres humanoides. La imagen de un niño cyborg al final de la ópera (¿Siegfried tal vez?) anuncia que ese puede ser el camino. Por cierto, la propuesta de la Fura en Les Arts con Mehta ya apuntaba en esa dirección hace años. En ese marco, se imbrican algunas ideas singulares, como ese enorme anillo que se convierte en yugo para quien lo posee o el desarrollo del personaje de Fricka. Veremos hacia dónde nos lleva. Estéticamente su propuesta tiene un escaso atractivo apostando por cierto feísmo. Lo único más llamativo es la estructura que representa el Walhalla y el Nibelheim subterráneo.
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ÓPERA.
Wagner, I. Paterson, F. Mbia, M. Cairns, S. O'Neill, K. Youn, M. Kares, B. Mulligan, G. Siegel, E-M. Hubeaux, E. Boom, M. Polonskaya, I. Signoret, K. Magiera. Orquesta de la Ópera Nacional de París. Director de escena: C. Bieito. Director musical: P. Heras-Casado. Teatro de la Bastille, 2 de febrero de 2025
La función del día 2 fue complicada. Se anunció que Ian Paterson se encontraba indispuesto y no podría cantar en condiciones, sino que se limitaría a marcar el papel de Wotan para poder sostener la escena y la función. Una de las peores situaciones que se pueden dar en una función de ópera. Al barítono hay que reconocerle el exponerse de esa manera para que la representación no se cancelase. Solo al final, Brian Mulligan, que encarnaba a Alberich, cantó la parte de Wotan desde el atril mientras Paterson seguía con su actuación, ya en silencio. No deja de ser cómico este hecho, pues en anhelo de Alberich siempre es el de sustituir a su némesis Wotan. Mulligan, por cierto, había encarnado a un sibilino y escurridizo Alberich. Simon O'Neill fue un auténtico lujo como Loge de gran facilidad vocal y capacidad expresiva. Gerhard Siegel es un auténtico maestro y su interpretación de Mime es una referencia. De los gigantes destacó Mika Kares por la contundencia de la voz, mientras que Fasolt fue encarnado de forma lírica por Kwanghul Youn. Fricka fue encarnada con autoridad por Ève-Maud Hubeaux. Magníficos los otros tres dioses así como las tres líricas ondinas.
Pablo Heras-Casado se creció ante la adversidad. Tuvo que estar atento a las circunstancia y tener que mantener la continuidad dramática y musical pese a tener a un protagonista que no podía cantar. La música que no había en la voz del cantante tuvo que surgir de la orquesta. El maestro granadino, en tales circunstancias, consiguió plasmar su versión de texturas claras, flexibilidad orquestal y sentido melódico en la conducción de las voces. Para el recuerdo queda esa transparencia de la primera escena, las transiciones hacia y desde el Nibelheim y, sobre todo, el expansivo final. Así pues, consiguió llevar a buen puerto una función que pudo terminar en desastre y lo hizo haciendo arte del más alto nivel. Hay que ser un gran músico para lograrlo.
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