Un momento de la representación de 'Dialogues des Carmélites' en Les Arts. LP

Silencio, luz y muerte

CRÍTICA ·

El director de escena no fue el único triunfador. El otro gran nombre propio fue Riccardo Minasi

Viernes, 24 de enero 2025, 14:30

La guillotina había sonado por última vez. Se hizo el silencio. Todo el teatro sobrecogido miraba la escena. Las toses que fueron habituales durante toda la función, habían callado. Solo silencio, luz y muerte. La realización que Robert Carsen hace de la escena final de ' ... Dialogues des Carmélites' es una de las cumbres absolutas de la escenografía operística de todos los tiempos. Muchos conocíamos ya esta producción que ha visitado los mejores teatros del mundo, entre ellos el Real, y sin embargo, nos volvió a atrapar como si fuese la primera vez. Carsen es uno de los maestros absolutos de la escena y con esta producción firma un trabajo redondo. En el primer acto plasma todo el universo espiritual de las protagonistas: esa vida monacal que representa rodeada de luz y sombras. En los otros dos actos va relatando el progresivo desamparo de las religiosas hasta el trágico final. Pese a ser una producción antigua, Carsen ha estado trabajando personalmente en ella con la intensidad de la primera vez se percibe en la calidad del espectáculo.

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El director de escena no fue el único triunfador. El otro gran nombre propio fue Riccardo Minasi. El maestro romano, actual director del Carlo Felice de Génova, ofreció una lectura pormenorizada, atendiendo a cada matiz dinámico, tímbrico y expresivo. Desplegó unas texturas trasparentes al frente de una Orquesta de la Comunitat que se movió siempre en el universo de la perfección, no quedó atrás el coro, de intervención aquí más modesta.

DIALOGUES DES CARMÉLITES

  • ÓPERA. Poulenc. N. Cavallier, A. Marcellier, V. Thill, D. Soffil, A. Braid, M. Losier, S. Hamaoui, M. Rodríguez-Cusì, M. Colvin. Orquesta de la Comunitat. Cor de la Generalitat. Director: R. Minasi. Director de escena: R. Carsen. Palau de les Arts, 23 de febrero de 2025

Esta es una ópera de conjunto, repleta de pequeños grandes papeles. Especialmente el inmenso elenco femenino precisa de cantantes sensibles y de gran solidez técnica y musical. En cualquier caso, cuenta con una gran protagonista, Blanche de La Force, encarnada aquí por la soprano francesa Alexandra Marcellier. La soprano es una de las estrellas ascendentes de la actualidad gracias a una madurez técnica e interpretativa prematura. Fue la encarnación perfecta del personaje desde su entrada hasta el final. Si Marcellier representa la juventud y el futuro, Doris Soffel la veteranía… la leyenda… La legendaria mezzo volvía a Valencia para retratar, en este caso, a la decadente Madame de Croissy con profundidad expresiva y dramática. De los personajes masculinos conviene señalar el buen hacer de Valentin Thill como Chevalier de la Force interpretado con gran humanidad y Michael Colvin como Capellán, encarnado con nobleza. Del resto de religiosas hay que destacar el carisma y la vocalidad de Ambur Braid como Madame Lidoine y la frescura lírica de Sandra Hamaoui como Constance, personaje lleno de luz que aguarda hasta el último momento el encuentro con Blanche. Señalar también la presencia de una cantante querida y admirada como en Marina Rodríguez-Cusì como Jean d'Enfant jésus.

El único aspecto negativo fue la incomprensible y deficiente organización del teatro. Al final de la función era imposible acceder al guardarropa. Una cinta lo impedía, al parecer para resguardar los canapés del cóctel del final de la función. Eso generó la bochornosa escena del personal del guardarropa cargando con los abrigos por en medio de hall. Ridículo.

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