No me negarán que cuando uno va al teatro, quiere ver todo lo que suceda sobre el escenario. La mirada va al frente, a disfrutar de una pieza con actores de renombre, de un espectáculo de danza, de un musical traído directamente desde el ... propio Broadway... La realidad es lo que ocurre sobre las tablas. No cabe duda. Pero algunos escenarios valencianos también ofrecen otra experiencia artística, la que relatan sus techos, forjados con vidrieras centenarias, con diseños realizados en escayola que hablan de elementos históricos, con pinturas que ejemplifican a las musas.
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Hay tres ejemplos en Valencia, tres teatros maravillosos, que a su propia experiencia escénica suman un recorrido creativo que, no obstante, nos obliga a mirar al cielo, a su cubierta, a los diseños que son el reflejo de que lo suyo no es solo puro teatro, también es arte. Son el Olympia, el Talía y el Principal, todos ellos emblemas culturales de la capital y que, además, esconden algunos secretos labrados en su cubierta, en sus palcos o en los remates de sus propios escenarios.
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Echar la mirada hacia el techo del teatro Olympia es admirar una vidriera, que presumiblemente data de 1915 y que, según las fuentes consultadas, pudo ser realizada por los hermanos Mauméjean, los mismos que crearon la cúpula del edificio de Correos, rebautizado como el Palacio de las Comunicaciones desde que fue adquirido por la Generalitat Valenciana.
El arquitecto Carlos Montesinos, quien se encargó tanto de la rehabilitación del Olympia como del Talía, ambos gestionados por la familia Fayos, da algunas claves de la espectacular cubierta de cristal que corona el espacio de la calle San Vicente. «La vidriera es de época modernista y daba a un patio de luces, por ella entraba luz natural cuando se construyó», comienza diciendo Montesinos. Después, añade, se tapó y, por tanto, la luz ya fue artificial. Hay poca información en lo referente al diseño que realizaron los hermanos Mauméjean. Pero, eso sí, cuando en 2002 comenzó la rehabilitación del teatro Olympia, se aprovechó que en verano el espacio está cerrado por vacaciones para instalar un andamio de grandes dimensiones y desmontar, pieza a pieza, la cubierta para llevarla a un taller especializado y reparar algunos de los vidrios rotos. «Es una obra que está encima de los espectadores, por lo que hay que tener mucho cuidado con ella para que no se desprenda nada», asegura el experto. Lo que también relata Montesinos es que, cuando se echa la vista a la parte superior del Olympia se descubre, precisamente, un cielo, un conjunto de nubes que fue pintado cuando el teatro fue rehabilitado. «La idea fue hacer un mural, una especie de cuadro, con el que envolver la magnífica vidriera», según el arquitecto.
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Y si en el escenario de la calle San Vicente prima el cristal y el hierro que lo rodea, la escayola es la protagonista de la decoración de los palcos del teatro Talía, la antigua Casa de los Obreros situada en la Calle Caballeros, y que exhibe algunas joyas artísticas. La principal es la que obliga a fijar la mirada arriba de las tablas, justo encima del telón. Allí se descubre ante los ojos de los espectadores la talla superior que preside el escenario fue realizada por el escultor valenciano José Justo Villalba. Un diseño casi icónico que representa a cinco figuras y que forma parte de la decoración del casi centenario teatro. Porque el Talía fue inaugurado en 1928, y perteneció a la Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer, una institución benéfica de carácter católico nacida en 1908, dentro del movimiento asociativo de principios del siglo XX. A la talla de José Justo Villalba se suman, además, otros diseños con motivos egipcios muy propios de la época del art decó realizados en escayola que coronan los palcos y la parte superior del teatro. «Hicimos moldes de todas las piezas de escayola para recuperarlas y volverlas a rehacer», cuenta Montesinos.
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Finalmente, otro de los cielos de un teatro valenciano que se encuentra entre los más espectaculares es el del Principal. El escenario de la calle Barcas alberga muchos secretos y curiosidades cuando uno se sienta en el patio de butacas y echa un vistazo a esta joya que no sólo fue el primer teatro de la ciudad de Valencia sino que su proyecto inicial fue responsabilidad del arquitecto italiano Filippo Fontana en 1774. La idea original se fue modificando y, aunque se inauguró en el año 1832, no estuvo totalmente finalizado hasta 1854.
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¿Han visto la esfinge alada del palco presidencial? ¿Han observado los distintos candelabros que forman parte de la decoración? ¿Y sabían que la gran lámpara de araña central, que pende altura de casi 16 metros sobre la platea, desapareció en los años 30 del siglo XX y fue repuesta nuevamente en los años 80? Toda esta información aparece en el libro 'Acústica y arquitectura escénica. El teatro Principal de Valencia', de Arturo Barba Sevillano y Alicia Giménez Pérez y editado por Teatres de la Generalitat y la UPV en 2011 (un texto facilitado por el Centro de Documentación Escénica del Institut Valencià de Cultura).
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En él se cuenta cómo es la cubierta. «El diseño de la decoración del cielorraso se debe a Sebastián Monleón, y fue realizado en la reforma completa de la ornamentación llevada a cabo en el año 1854 tras eliminar el pintado por José Pérez que simulaba una cúpula vista en perspectiva». «Monleón proyectó un gran florón central rodeado de ornamentación geométrica con relieves dorados y las nueve musas de las artes con sus atributos característicos pintadas al óleo», recuerdan los expertos, que añaden que frente a la embocadura del escenario se sitúa el dios Apolo sobre su carro solar tirado por dos caballos blancos. «Encontramos además dos retratos de autores teatrales y once lienzos con forma de rombo enmarcados por molduras doradas que representan amorcillos con diversos instrumentos musicales». Y un apunte más del cielo: sobre el escenario se colocó un reloj escultórico sostenido por dos genios alados dorados y se pintaron dos medallones con los retratos de Calderón de la Barca y de Lope de Vega.
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