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Cincuenta años de un sueño

Santiago López celebra medio siglo de su alternativa en Granada

Domingo, 24 de febrero 2019, 00:08

Santiago López, matador de toros, apoderado y empresario, también aficionado como condición indispensable para salir airoso de todos esos compromisos, valenciano nacido en Granada, celebra este año el quincuagésimo aniversario de su alternativa. Con ese motivo, el Ateneo Mercantil le rendirá un homenaje el próximo jueves, 28 de febrero, a las 19 horas en el Salón Stolz (entrada libre). López forma parte de una generación de toreros, quizás la última, en la que la misma línea de salida era un salto a lo desconocido, arriesgado física y socialmente: un hatillo al hombro, unas pesetas en el bolsillo (pocas o ninguna), una fuga de la tutela paterna, una ilusión onírica como estímulo y, a partir de ahí, lo que Dios quisiera, la gloria o el fiasco, en palabras de Manuel Benítez, referente de la época, O te compro un piso o llevarás luto por mí.

Nunca se sabrá muy bien qué buscaba toda aquella pléyade de chicos que inundó los caminos de España de la que formó parte Santiago, si huían de una realidad difícil o directamente buscaban el paraíso que representaban aquellos hombres famosos y millonarios, que, revestidos de lentejuelas, llegaban cada año a sus ciudades con haigas americanos y trajes de buen paño. Seguramente era una combinación de todo, rebeldía y ambición, necesidad y aventura, que iba acompañada de una selectividad terrible y radical, que la superabas o te dejaba marcado. Desde la óptica actual, un camino tan novelesco y romántico como poco recomendable, entonces una solución.

Aquel chico, larguirucho y serio, miembro de una familia de Alhama de buen pasar, como se decía entonces, sintió que se le quedaba estrecho el horizonte familiar y se sumó al ejército de jóvenes que recorrían España en busca de una quimera llamada toreo. Con una muleta, que antes había sido cortina, y una muda, escondido bajo el toldo de un camión que hacía el transporte ordinario de su Alhama natal a Córdoba, donde su mentalidad infantil le hacía pensar que se fabricaban toreros como los que había visto en la tele del casino, inició Santiago su aventura. Y de Córdoba a Salamanca, una vez comprobado que nadie daba carnets de torero ni oportunidades, primer revés, luego capeas, cornadas, trabajos de temporero para echar los inviernos fuera, tareas eventuales en alguna ganadería a cambio de techo y de poder dar unos capotazos en los tentaderos con la ilusión de que un cazatalentos le descubriese. Y así un invierno y otro, un año y otro que no fueron tantos pero parecían una eternidad a la impaciencia juvenil. Luego Guadalajara, Madrid y finalmente Valencia, como tierra de promisión a donde llegó acompañado del recordado Miguel Montoro, compañero inseparable en aquellos sueños. «En Valencia se dan muchos toros», le dijeron, y era verdad, se daban toros en la capital y en los pueblos, donde una fantástica red de empresarios ya desaparecidos organizaban festejos menores con los novilleros para dar cobertura legal als bous al carrer, ahora tan pujantes y entonces prohibidos.

Acertó. En Valencia encontró el camino. Puso cerco a la plaza, trabajó vendiendo almohadillas y en lo que saliese; toreó en los pueblos de la provincia; encontró el cazatalentos que le dio oportunidades, el recordado Paco Sanz; triunfó en los ruedos, como lo prueba que estuviese en todas las ferias; encontró el amor, Palmira, una mujer muy enraizada en la sociedad valenciana, y formó una familia. Selectividad superada con nota, la locura valió la pena. Así que ya no se movió. Retirado de los ruedos, fue apoderado de éxito y empresario, actividades que le han mantenido ligado a aquel sueño que salió persiguiendo desde Alhama.

La alternativa

Su carrera como novillero fue de lo más esperanzadora. En Valencia triunfó reiteradamente pero fue en Sevilla donde tuvo su éxito más resonante. Cortó tres orejas en una tarde que no le valieron para salir por la Puerta del Príncipe a cambio de una mala excusa. Los debutantes no podían salir. Eso dijeron para su desencanto. Poco después llegó la alternativa, que ahora se conmemora, tuvo lugar en Granada, en el Corpus del 69, con Diego Puerta y El Viti, una tarde en que cortaron once orejas y varios rabos. «Puerta le cortó el rabo a los dos, yo corté cuatro y un rabo, y El Viti creo que tres, y, naturalmente, salimos todos a hombros, incluido el ganadero, don Antonio Méndez». Las temporadas 73 y 74 fueron en las que más toreó, con éxitos destacados en Albacete, donde llega a torear tres tardes en una misma feria, en Barcelona, donde corta un rabo, o Sevilla, donde corta oreja varias tardes y llega a alternar con Paco Camino en farolillos. Madrid también entra entre sus plazas referentes, un año toreó cuatro tardes entre julio y agosto. «Corté oreja en casi todas pero siempre me faltó algo para cortar dos y abrir la puerta grande», pero la plaza de sus mayores éxitos fue Valencia. «Toreé más de diez Fallas y salí en hombros muchas veces». Veintisiete corridas de toros y tres novilladas, según el libro de Vicente Sobrino.

Su carrera fue declinando y ni siquiera recuerda, no debe querer, su última tarde vestido de luces antes de colgar el chispeante. «No fui figura, eso lo tengo que reconocer, pero me quedé en el pelotón de las ferias, que también es muy importante, tan importante como que es necesario para que existan las grandes figuras». De todas las cualidades necesarias para ser figura reconoció tener «vocación y también una gran afición, que sigo teniendo. Manejaba bien la izquierda y se me daba bien la espada. Alguna vez mataba bien los toros, sí».

-¿Qué te faltaba?

-¡Tantas cosas!... quizá saber estar bien el día clave. Creía que si no estaba bien un día, lo arreglaría el siguiente, y en esas circunstancias ya no lo arreglaba. Suele pasar.

Negocios taurinos

Retirado de los ruedos, comenzó su tiempo de empresario. La primera tarde fue en Xàtiva, donde fue torero y empresario junto a Emilio Miranda, y siguió en otros cosos como Granada y Valencia como grandes referentes. El camino del apoderamiento lo inició con un valenciano, El Jose, y a partir de ahí llegaron muchos toreros de feria, incluso grandes figuras. Estuvo como parte fundamental en el alumbramiento y consolidación de toreros como José Tomás, nada menos, o El Fandi, lanzó a Manolo Carrión, reanimó hasta las alturas a Bautista y ha apoderado a toreros del renombre de Dámaso, Esplá, Aparicio, Urdiales..., entre otros muchos.

Preguntado cuáles son las cualidades de un buen apoderado, lo tiene claro: «La buena suerte de encontrarte al torero, no necesitar la comisión para vivir, anteponer los intereses del torero a los tuyos, saber de verdad cómo es y hasta dónde puedes exigir porque la cuerda hay que atirantarla sin llegar a romperla...», no parece mala fórmula.

Lo dice la experiencia de toda una vida en el toro que comenzó de polizón en un camión, cincuenta años de matador, nada menos.

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