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PPLL
Domingo, 8 de junio 2014, 00:03
Si es usted una de esas personas que disfrutan viendo crecer la hierba en las pelis de Eric Rhomer, si goza usted con notable energía observando las pajarracas mentales dirigidas por los hermanos Taviani, si le encantan los productos elaborados por ese estafador del celuloide llamado Lars von Trier, si además disfrutó barbaridades admirando el sufrimiento amoroso y mariquita de Dick Bogarde ante el pelazo blondo del andrógino Tadsio de 'Muerte en Venecia', por favor, se lo ruego, no se le ocurra visionar esta joya de la caspa titulada 'El asesino del Shogun'. Si el pasado domingo glosábamos las virtudes de 'Match point', una obra maestra, no me parece mala idea escoger esta vez una película fundamental de la serie B o Z, como prefieran, de lo que podríamos llamar el subgénero de samurais que se dedican con envidiable frenesí a las masacres sangrientas porque les alimenta, y de qué manera, una afán de venganza. Como que a nuestro lobo solitario, encarnado por Tomisaburo Wakayama, un tipo carismático pese a que su semblante es como una hogaza de pan de pueblo, le han asesinado a la mujer por culpa del julandrón de su Shogun. Es lógico, pues, que nuestro héroe lacónico, viudo y peludo busque venganza cueste lo que cueste. En esta misión de furia oriental le acompaña su hijo de cinco años, y esto es uno de los puntazos de la peli: la voz en off de su pequeñuelo narrando las muertes y los espadazos. La peli se basa en los personajes de un formidable comic nipón de los setenta que influyó, entre otros, en Frank Miller y su obra. En realidad, 'El asesino del Shogun' es un montaje entre las dos primeras pelis de una saga de seis que se rodaron en Japón, y el autor de este apaño es Robert Houston. La gama de agresivos colores, los zooms relocos, los ralentís y los planos con ángulos imposibles otorgan a esta producción un aire de gloriosa chapuza o de legendaria poesía que, al menos a mí, me atrapó. El tono de las escabechinas es de un gore feroz, y cada vez que amputan un miembro o cercenan una cabeza, un surtidor de sangre asperja la cámara e incluso al espectador. Como en 'Kill Bill'. Y es que... no en vano Tarantino es megafan de esta cinta. Si le gusta lo diferente y no tiene prejuicios puretones, no se la pierda.
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