¡Hay un Cobi en mi plato!
Mariscal y el ceramista Arturo Mora crean una vajilla exclusiva con una técnica de la Edad Media | La colección cerámica está compuesta de centros de mesa, fuentes y albarelos
Cuando una pieza de cerámica de Manises se subasta en Sotheby's o Christie's por cantidades elevadísimas suele ser por su fecha de antigüedad y/o por su técnica de creación. Los museos más prestigiosos atesoran piezas valencianas elaboradas a través del reflejo metálico, una práctica que data de la Edad Media. Este método está en desuso, Siempre hay algún quijote del arte dispuesto a no dejar morir el pasado. Es el caso de Arturo Mora. «Esta técnica medieval, que procede de la antigua Persia, se introdujo en el siglo XIV en Manises y se exportó por Europa. Con este método se elaboraron las vallijas de papas, reyes y nobles del viejo continente», explica el ceramista valenciano.
Mora ha ganado un adepto a esta elaboración milenaria. Es otro Quijote, otro enamorado de las causas perdidas, otro artesano. Se trata de Javier Mariscal. «Hace un año el dibujante valenciano, que vino a Manises a participar en el Festival Internacional de Cine Cerámico (Cicema), visitó mi taller», explica. Justo en ese momento, se activó el resorte de la colaboración. «Mariscal quiso probar la técnica del reflejo metálico», remarca el artesano. Y lo ha hecho a lo grande. Hace unos días, el padre de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, volvió al taller de la calle Maestro Serrano 1 (bis) a cocer e ilustrar piezas cerámicas.
El ceramista y el dibujante han creado un conjunto cerámico donde aparecen los personajes del universo Mariscal. Es un proyecto a cuatro manos, a dos sensibilidades artísticas. El dibujante valenciano no era nuevo en las lides de la alfarería, pero en esta ocasión se ha sentido atraído por «el proceso artesanal», según Mora, quien dice ser el «único en Manises», de histórica tradición ceramista, en emplear todavía esta práctica. «Es flipante cómo ha hecho sus personajes para las piezas», admira el ceramista.

Alrededor de 40 piezas con la firma de Mariscal han salido ya del taller de Mora. Son, en su mayoría, platos, centros de mesa, fuentes y albarelos. Se trata de piezas decorativas, como recipiente de fruta o flores. El artista de Manises está ilusionado con la colaboración: «Mariscal puede darle una segunda vida a la cerámica de reflejo metálico». Las obras saldrán a la venta, apunta el artesano, y quizá formen parte de alguna exposición en Valencia.
Mora trata de que la historia artesanal y su pasado familiar no se pierdan. En 1958, su abuelo, Salvador Mora Zorrilla, y su padre, Salvador Mora Escobar, fundaron la fábrica de cerámica decorativa, en la que actualmente, Arturo Mora continua trabajando con un enfoque más artesanal basado en la puesta al día de una tradición secular. El estudio está abierto a las visitas.
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¿En qué consiste esta técnica? Mora, cuyo tatarabuelo, Fernando Mora Osca, fue el primero de la saga en dedicarse a la producción de loza dorada, explica que tiene tres tipos de cocción: socarrat, vidriado y con humo (reflejo metálico). Gracias a este proceso surgen los colores cobrizos, plateados y dorados, que se pueden combinar con el azul cobalto.
Descubierta por la cultura islámica, la técnica del reflejo metálico aplicada a la cerámica surge y se desarrolla en el Irak abasí durante el siglo IX, y de allí pasa posteriormente a al-Ándalus, donde en el siglo XIII se tiene constancia segura de su producción en las ciudades de Málaga y Murcia. A principios del siglo XIV don Pedro Boil (IV señor de Manises) se preocupó porque los alfares de su señorío trabajaran con esta novedosa técnica, posiblemente mediante la incorporación de artesanos ceramistas venidos del reino nazarí de Granada, lo que provocó un cambio radical, cualitativamente mejor, de la producción. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los primeros artífices de loza dorada en Manises eran mudéjares, conviviendo en una tierra ya reconquistada por los cristianos, se comprende que en su producción se entrecruzaran aspectos formales y decorativos de ambas culturas.
De esta síntesis surgió una cerámica de gran originalidad, que cautivó a las cortes europeas, y en general a las clases sociales con más poder adquisitivo, por el exotismo y la magnificencia de sus decoraciones, que en muchos casos incluyeron -previo encargo- sus escudos nobiliarios. Esta cerámica alcanzó su máximo apogeo durante el siglo XV coincidiendo con el auge cultural y económico de la ciudad de Valencia, cuyo importante puerto fue la principal vía de salida para su exportación. A pesar de la irrupción de la loza policroma de estilo renacentista que se propagó por la península a principios del siglo XVI a través de Sevilla y Talavera, y de la expulsión de los moriscos en 1609, durante los siglos XVI al XVIII los obradores de Manises conseguirán mantenerse produciendo loza dorada, si bien dentro de unos parámetros de popularidad y de mercado decreciente, lo que provocó casi la desaparición de la técnica del reflejo metálico en el siglo XIX. No obstante, a finales de ese siglo se produce su renacimiento, asociado al movimiento historicista, que se materializa en la recuperación de la cerámica hispano-árabe y en las diversas secuelas que han colaborado en mantener con vida en Manises esta especialidad hasta sobrepasar el siglo XXI, aunque solo sea de manera brillante en el taller de Arturo Mora.
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