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ÓSCAR CALVÉ
Domingo, 17 de febrero 2019
«Sólo había en Viena dos compositores que merecieran mi estimación: Martín, entonces el favorito de José II, y Wolfgang Amadeus Mozart». Más claro, agua. No lo dijo un cualquiera. Ni mucho menos alguien cuya objetividad pudiera ponerse en tela de juicio. La afirmación corresponde a Lorenzo da Ponte.
En el quicio de los siglos XVIII y XIX, este irreverente italiano, amigo íntimo del legendario Giacomo Casanova, fue el más reputado autor de libretos. No en vano, Lorenzo da Ponte es el autor de los textos de 'Las bodas de Fígaro', 'Don Giovanni' y 'Cosí fan tutte', piezas que musicalizaría Mozart, y que, en algunos casos, no se estrenaron con el éxito que hoy les presuponemos. Da Ponte también redactó obras a otros grandes de la música, pero en sus memorias, al hablar de Viena, sólo sentía aprecio profesional por dos artistas. Wolfgang Amadeus Mozart y un tal Martín. ¿Saben dónde nació el tal Martín?
Efectivamente, lo hizo en Valencia, el 2 de mayo de 1754. Su nombre de nacimiento no era Martín, sino, abróchense los cinturones, Atanasio Martín Ignacio Vicente Martín y Soler. Este recurso de poner 4 o 5 nombres en el bautizo no era precisamente útil en la vida real, así que en la cotidianeidad se reducía al más relevante. Y naciendo en Valencia... ¡Premio! Vicente Martín y Soler nació en la calle Abadía de San Martín y fue bautizado en la parroquia ubicada en la misma vía.
A pocos centenares de metros de la iglesia de San Martín, Vicente, todavía un niño de apenas cinco años, comenzaba su formación musical. Pueden imaginar al crío acompañado de un familiar: embocarían la calle San Vicente con la desaparecida calle Zaragoza y ¡'et violà'!, ya estaban en la catedral. Allí formaría parte del coro hasta hacerse un mozalbete, cuando se trasladó a Alicante para convertirse en organista. Sólo ejerció unos meses.
Quizá consciente de poner en peligro todo su potencial, renunció a su puesto en Alicante y marchó a Madrid en busca de una formación que lo convirtiese en un compositor de prestigio. Allí vive hasta que, con 23 años, se traslada a Nápoles, no sin antes haber estrenado algunas piezas operísticas en el Palacio de San Ildefonso, en La Granja (Segovia). Su decisión de marchar a Nápoles pudo estar espoleada por un cantante, amigo suyo, quien podría haber situado al valenciano en la órbita de la corte napolitana. Además, Vicente contaba con el patronazgo del príncipe de Asturias, quien años más tarde, a partir de 1788, reinaría en España como Carlos IV.
Vicente Martín se presenta en Nápoles con inmejorables referencias. Corría el año 1777 y su prolífica actividad compositiva eclosionaba. Primero triunfa en el teatro San Carlo de la ciudad, luego en el Teatro Regio de Turín. Se convierte en el referente principal de la ópera en territorio italiano, y sus servicios son demandados por las cortes más exclusivas: Lucca, Parma, y por supuesto, Venecia. Vicente Martín y Soler se ganaba un nombre artístico en el panorama internacional. 'Martini lo spagnolo'.
Existen dos indicios para pensar que a Vicente quizá le hubiese gustado más darse a conocer como 'Martini il valenciano', pero claro, aquello que dijeran los reyes, sus contratantes, iba a misa. Vamos con el primero. La investigadora Assumpta Montserrat menciona en un estudio que recién llegado a Nápoles, el monarca de aquel reino Fernando VI (hijo de Carlos III y hermano del futuro Carlos IV), le encargó una pieza que precisaba el disparo de 20 cañones, evidenciando «una obra de espíritu valenciano». La segunda prueba, al final de sus días, se antoja más sólida. Paciencia.
'Martini lo spagnolo' fue llamado en 1785 por uno de los personajes más cultos de toda Europa. José II, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Hungría y de Bohemia, tenía establecida su corte en Viena. Hasta allí llegaban grandes eminencias de todas las disciplinas artísticas. Y no sólo motivados por el poderoso caballero don dinero. También por la inusual sensibilidad y el magnífico criterio de un comitente real.
En la capital austríaca, y 'fichado' por Salieri (el falsamente presentado como rival de Mozart), trabajaba Lorenzo da Ponte, con quien abríamos el reportaje. Lo hacía como poeta oficial de José II. Comienza así un período fértil donde colaboran 'Martini lo spagnolo' y Lorenzo da Ponte: 'Il burbero di buon cuore' (1786), 'Una cosa rara' (1786) y 'L'arbore di Diana' (1787) sirven de ejemplo. Con la segunda alcanzó un éxito sin parangón. Incluso superior al que por esos días gozaba Mozart, quien simultáneamente había estrenado 'Las bodas de Fígaro'. Lo más llamativo es que, perdónenme musicólogos y melómanos, Viena fue testigo de una rivalidad que trae a la mente la de dos actuales pateadores del balón. Lo digo por el pique y por la diferencia de edad (dos años), no por los fraudes fiscales.
Entre las coetáneas 'Una cosa rara' y 'Las bodas de Fígaro', hubo una clara ganadora para el público. Y era la pieza del valenciano. Así que cuando 'Martini lo spagnolo' presentó su siguiente ópera el uno de octubre de 1787, hacía lo propio Mozart el 27 de ese mismo mes. Lorenzo da Ponte se frotaría las manos. Todos los textos eran suyos.
El caso es que Vicente cosechó otro gran triunfo, y en este nuevo duelo, la pieza de Mozart, 'Don Giovanni', incluía un breve tema musical tomado de 'Una cosa rara', del compositor valenciano. No piensen ni por un instante que se trataba de un plagio. Hay dos teorías. O era un homenaje a Vicente Martín, decididamente el favorito del público vienés, o una bufonada de mal perdedor por parte de Mozart. Todo apunta a la primera posibilidad.
'Una cosa rara' fue un bombazo, y para colmo de curiosos, es también el título de una cinta cinematográfica rodada en 2007 que trata sobre la vida de nuestro protagonista. Resulta que un político que se postula como candidato a la Generalitat, ergo posible aspirante a presidir la Comunitat, se puso en la piel del más célebre compositor valenciano que ha dado nuestra historia.
Pero volvamos a finales del siglo XVIII. En 1788 Catalina II La Grande, la emperatriz rusa, contrata a 'Martini lo spagnolo', cuya popularidad llega hasta San Petersburgo. Se da una extraña circunstancia. La zarina practicaba la literatura pero detestaba la música. No obstante, sabía que hacerse con los servicios de Vicente Martín era todo un reclamo para ganar presencia en el panorama internacional. Eso sin tener en cuenta que Catalina II podría disponer del artista del momento para musicar sus propias letras y así, de paso, dejar algún mensajito subliminal. Por ejemplo contra Gustavo III, rey de Suecia, entonces en guerra contra los rusos.
Como ha estudiado recientemente Irina Kryazheva, el trabajo en Rusia de Vicente Martín fue impresionante. Eso no es óbice para suponer que el compositor valenciano viera coartada su libertad compositiva, sumida a las órdenes de la libretista imperial. El final será trágico, pero ¿qué hace pensar en el apego que Vicente Martín siempre tuvo a su tierra natal?
El ocaso de la vida de Vicente coincidió con el ocaso de su éxito. En 1798 accede al poder el hijo de Catalina II tras la muerte de esta. Se produjo entonces un giro en los gustos de la Corte. 'Martini lo spagnolo' dejó de ser el compositor real y se vio relegado a tareas docentes.
Ver para creer. En esos últimos años abordó esporádicamente el tema religioso. Las causas parecen obvias. Especialmente sintomático es que en sus últimos años, los más duros en todos los aspectos, compusiera una Salve a la Virgen de los Desamparados, hoy en paradero desconocido. Martín y Soler murió en San Petersburgo, según muchos especialistas, el 30 de enero de 1806.
Caprichoso calendario. Hace un par de semanas se celebró la fecha de nacimiento de Mozart y el Palau de les Arts le dedicó toda una programación especial de 24 horas. Sin duda un acierto, pero al público vienés de 1787 no le habría parecido la mejor opción. ¿Una cosa rara? No tanto. 'Martini lo spagnolo' tenía más fans.
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