Escucho en la radio, »un año ya», inmerso en la rutina del mecánico automatismo matutino. Coloco la capsula de café. ¡Tras! La luz verde no para de parpadear. Aturdido aún, vuelvo sobre mis pasos. Me observo en el espejo. Un cortejo de movimientos me lo confirma. Mi cabeza parece más esférica. El cabello que cae por los laterales empieza a escasear, pienso, mientras me atuso el desordenado alboroto, consecuencias de una bélica noche de duermevela y algún interludio de desesperante insomnio, con el recuerdo del tañido de campanas que, como un tormento desde la iglesia, una a una; nítidas¸ exactas; cada cuarto se había colado en mi descanso.
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Espaciada, crece como punzantes concertinas abriéndose a través de mi geométrica geografía que frisa los setenta. Algunos días dejo de afeitarme, incluso me salto la rutina de mi ducha diaria. Qué más da. He permitido que se entrometa en mis costumbres, fragmentando mi vida en plazos y normas.
Aplaudía cada tarde. Con deseos. Ya me cuesta salir, incluso ir a comprar quebrando la incertidumbre como si fuese otro hombre. ¿Se llama agorafobia? Cuando por fin me decido, estoy embutido en el temor de un disfraz anónimo. Tanteo mis bolsillos buscando el frasco de gel.
Con ella y los vecinos coincidía en aquella especie de comunión fraterna para batir las palmas de balcón a balcón, hasta que el dolor nuevo, incierto y desconocido aniquilaba el entusiasmo. Ella me saludaba desde su sonrisa española con acento alemán que perfilaba su rostro lado a lado con sofisticada y amable elegancia. Quien lo iba a decir nueve meses después.
Nada hacía presagiar los estragos de hoy. Juzgué en un episodio pasajero, (¿una semana, quizás un mes?) instalado en mi vanidad. Indolente, por deformación profesional, (¿se dice así?) devalúe su fortaleza, pero con parsimonia cruel me despojó de mi esperanzado augurio. Sigue (Monterroso). Un misero e incierto tercer grado. Un extraño bucle que asciende desde mis pies
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La tertulia prosigue. El café me espera.
Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.
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