Como todos los años

Hoy es día en que medio mundo es feliz, incluso me atrevería a decir que entrañablemente feliz. Familias que se reúnen, hijos e hijas que regresan del extranjero, enfermos que milagrosamente mejoran por y para compartir amor infinito. En definitiva, hoy es Nochebuena.

Para mí también lo es y fiel a mis costumbres, como hago todos los años, me visto con mis mejores galas. También, no podía ser de otra forma, como todos los años preparo la mesa con cubiertos y vajilla destinada únicamente a las grandes ocasiones y, por supuesto, como todos los años me siento y espero. Con el lento transitar de un tiempo que siempre pensé que estaba en deuda conmigo, mis nervios comienzan a aflorar dejándome un sentimiento que me produce un doloroso vacío, pero también con el firme convencimiento de que en pocos minutos recuperaré la normalidad.

Tanto nervios como dudas, miedos o cualquier otra sensación negativa que en esos momentos me amenazaban con romper el encanto de una noche que llevaba ya tanto tiempo esperando desaparecieron súbitamente cuando escucho como el ascensor se detiene en mi planta y pasos que se acercaban a mi puerta. Suena el timbre que, como todos los años, lo hace puntualmente a la misma hora. Consulto mi reloj y sonrío. Por mi cabeza pasa el momento en que nos despedimos la última vez que nos vimos hace ahora exactamente un año. Ella borró con un beso la lágrima que, como un arroyo, fluía alegre por mi mejilla y me dijo: No te preocupes, muy pronto nos volveremos a ver. Ahora, hoy, esta misma noche, la profecía se hace, por fin, realidad.

Me levanto, me pongo la chaqueta que estreno para la ocasión y camino lentamente hacia la puerta. Abro sabiendo lo que me voy a encontrar. La miro sabiendo lo que voy a ver y, como todos los años, tomo su mano y sonrisa frente a sonrisa la digo: Buenas noches, feliz Navidad… ¡SOLEDAD!

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.