Qué bien se está en casa

'Ya estoy en casa', ¡Uf! Ha sido terrible, que mal lo he pasado. Apenas puedo respirar y mi corazón no deja de golpearme el pecho. Esa bestia enorme, horrible, casi me atrapa, y de haberlo conseguido, mi plácida existencia habría encontrado su fin. ¡¿Cómo puede cambiar todo en un instante?! Cuando estaba tranquilamente en busca de ese olor tan rico a pan tostado, con mis bigotes erizados, mi estómago recorrido por mil mariposas, y me relamía pensando en el placer que sería comérmelo, ¡lo vi! ¡Fue terrible!

Y tal como yo me di cuenta de su presencia, él me miró e hizo ademán de abalanzarse sobre mí con los ojos desencajados, llenos de furia y sangre. Conseguí apartarme hacia un lado y evitar el zarpazo, y salí corriendo; corrí y corrí con todas mis fuerzas, notando con angustia como si mis piernas no quisieran obedecerme en toda la velocidad que les pedía, pero yo seguía corriendo y corriendo. De rincón en rincón, refugiándome detrás de cada cosa que encontraba y que me permitiera tomar aliento; lo hice detrás del cubo de la fregona, detrás de la maceta. Y así seguí, sintiendo siempre su fétido aliento husmeando por cualquier rendija que quedara libre y sus patas intentando alcanzarme.

Por fin, lo tuve a la vista: apenas dos centímetros de raja en la pared, a través de la cual estaría mi salvación. Tomé todo el aire que pude, y cuando percibí que estaba un poco descuidado, volví a correr quizá la que pudiera ser mi última carrera, notando que él me volvía a perseguir. Apreté mis músculos y puse toda la energía que pude sin volver la vista atrás. Justo cuando notaba su aliento cerca de mí, logré introducirme por ese agujero tan entrañable que me supo mejor que nunca. Mientras intentaba recomponerme, noté un dolor en mi cola y percibí un pequeño arañazo. 'Ha estado a punto, -pensé- pero estoy a salvo'. ¡Qué bien se está en casa!

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.