Las puertas de la cárcel se abrieron al hombre de la gabardina. Aquella entrevista supondría un último trabajo antes de jubilarse, un final que enmarcaba una carrera única. Sin embargo, ni él mismo conocía la magnitud de aquel encargo tan especial. Había escuchado rumores, pero, escéptico, se negaba a creer en las habladurías. Sus pasos sonaban pesados en mitad de aquel sepulcral silencio a medida que se iba internando en aquella prisión. El charol negro de sus zapatos se reflejaba en el suelo de una infinita blancura. Por su mente se advirtió un pensamiento fugaz: aquel lugar se asemejaba a una cripta de mármol.
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Se decía que aquellas paredes habían albergado a su protagonista durante cincuenta años, pero la descripción que le habían proporcionado, o bien estaba confundida, o bien las fábulas habían circulado incluso entre su equipo.
Su cansada vista acristalada había visto guerras, un sufrimiento infinito, valor y acciones heroicas. Se recordaba continuamente que no temía ni a la misma muerte. Sacaba pecho y su espalda, ahora más cercana a la tierra, se erguía ante la estima y la consideración que tenía de su propia persona.
Mientras avanzaba, recordaba la llamada en la que había aceptado aquel trabajo. Cobardes y supersticiosos aquellos que habían rechazado colgarse aquel broche dorado, puesto que su papel allí sería sin duda aclarar lo que a tantos horrorizaba. Necios que buscaban hacerse eco entre la fantasía más incestuosa, puesto que el miedo combinado con una historia parcialmente creíble causaba aquella clase de embriaguez.
Cuando por fin la tuvo delante, su sangre se heló, ya bien por la aprensión y el posterior mareo que le obligaron a sentarse, o como una reacción puramente instintiva de supervivencia.
Ella simplemente sonrió.
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Las leyendas no eran más que cuentos de niños. La realidad sin duda superaba la ficción y lo que veían los ojos de aquel con gabardina, se clavaba en su sien de una forma tan punzante como la clara, terrible y creciente sonrisa de ella.
Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.
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