Gustavo había sido un lector empedernido desde pequeño, sus padres primero y sus profesores sucesivos después, se habían ocupado de alimentar sus lecturas. Pero un desgraciado accidente pirotécnico durante la mili lo dejó ciego.
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Algunos años pasaron hasta que pudo salir del hoyo oscuro de su pena. Con la llegada de la tecnología smart alcanzó la magia de su curación a través de los audiolibros.
Logró su sueño cuando terminó la carrera de Psicología y pudo montar una consulta. No le aportaba demasiados ingresos pero sí los suficientes para vivir sin trampa ni cartón, como él quería. Los audiolibros llenaban sus horas muertas dando vida a su cada vez mejor alumbrado entendimiento. Progresaba sin sobresalir demasiado pero su criterio y sus opiniones iban ganando enteros en el gremio y él era consciente de ello.
El día que Clara llegó a su consulta fue un punto de inflexión muy importante en su carrera. Clara era una mujer recién divorciada que no creía poder superar aquel trance. En sus sesiones con ella, Gustavo oía atentamente cómo Clara buscaba canalizar su vida al margen del malogrado matrimonio. Acostumbrado como estaba a oír ensayos, novelas, cuentos y otras narraciones, notó en aquellas pocas sesiones una especialísima sensibilidad en las disertaciones de Clara y una espontánea literariedad en la forma de hacerse entender.
Por eso y después de pensarlo detenidamente le ofreció a su paciente, como terapia, que se apuntara en un taller de literatura.
A Clara le fue estupendamente. Tanto que seis meses después estaba en el Fnac el jueves y en El Corte Inglés el sábado, firmando ejemplares de su primer best seller «Nada de aquello fue tuyo», que se había lanzado, muy oportunamente, en la campaña de Navidad.
Su editor (según rezaba la solapa de la contraportada del libro) abandonó su antigua profesión cuando tuvo ocasión de conocer la narrativa de la autora, lo que le llevó a emprender un novedoso proyecto empresarial para poner en marcha la exitosa Editorial AlmasNuevas.
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Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.
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