Urgente La Audiencia confirma el procesamiento de Oltra y el resto de su equipo por la denuncia contra su exmarido

En la oficina, cada uno vive en un día de la semana diferente. Nos dimos cuenta cuando algunos compañeros comenzaron a faltar en periodos de dos días, los cuales acabamos llamando «los falsos fines de semana».

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Acordamos que nadie diría nada cuando alguien llegara medio dormido su lunes por la mañana, aunque para uno fuera jueves por la tarde y el trabajo se le saliera por las orejas: tampoco nos gustaban los reproches cuando hacíamos lo mismo. Poco a poco, y con unas reglas muy sencillas —entre las que se encontraba, por ejemplo, que alguien que viviera en lunes por la mañana no podía dirigirle la palabra a otro que lo hiciera en viernes al mediodía, pero sí al contrario—, aprendimos a funcionar de nuevo, incluso cuando alguno del equipo llegaba antes que los demás a las vacaciones de Navidad en mitad de junio. Sólo pedíamos que el día previo a la desaparición viniera vestido de Papá Noel para que al menos el resto supiera a qué atenerse al día siguiente.

Todo fluía a la perfección hasta que un domingo mío, delante del desayuno y de toda la familia, me llamó el jefe desde su martes de madrugada exigiendo que volviera a la oficina para acabar un informe urgente. Cambiar un sol radiante por una oscuridad alargada, me pedía. Pobre diablo.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

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