Diablo

Lisa, con dos coletas rubias a cada lado de la cabeza, tapó a su madre enferma. Observó que ésta ya no tenía fuerzas ni para acariciarle la cabeza, ni siquiera para preguntarle con un hilo de voz a dónde iba o para regañarla porque las niñas de once años no salen de casa a aquellas horas. No le dio pena, ya estaba insensibilizada. Además, era mejor que su madre no supiera lo que hacía, dudaba de si la verdad podría, al fin, matarla.

Salió silenciosamente de la casa húmeda y caminó cautelosamente por la Ciudad de Niebla. No siempre le habían llamado así. Pero sí desde antes de que ella hubiera nacido. Todo empezó cuando ella, La Mujer de Mil Nombres, la Reina de los Espectros o la Inmortal Nocturna, que eran todos los nombres que el vulgo le había puesto, apareció en Cantila, como solía llamarse la ciudad antes de que ella viniera.

Aquel día las calles se inundaron de una niebla horrible, espesa. Una niebla que Cantila nunca había conocido.

La primera persona que la vio observó que caminaba por el puerto y llevaba dos maletas colgando de ambos brazos, aunque en el mar no se veía ningún barco que hubiera podido traerla. Robinson, intrépido y optimista aventurero, -la primera persona que la vio- dijo que su falda negra era tan larga que no parecía ni que andase, sólo que se arrastraba espectralmente. Sus labios rojos de carmín, junto a sus ojos, eran lo único de su cuerpo que no estaba en blanco y negro.

Lisa llegó a la casa del viejo Robinson. Al verle, contó una arruga más en su rostro que el día anterior. Se sentó en el sofá tan cómodo que él le había cedido y escuchó la continuación de la historia de La Inmortal Nocturna que él nunca se había atrevido a contarle a nadie.

- ¿Quién es, abuelo?

-Ella es... otra de las criaturas de Poe.

- ¿Quién es Poe?

-Un diablo; escritor.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.