Ecoparque

Las cantidades máximas admitidas por usuario y día eran las siguientes: diez litros de aceite de automóviles, diez de aceite y grasas comestibles, una batería, veinte kilos de cartón, tres unidades de electrodomésticos, cincuenta kilos de escombros, cinco unidades de fluorescentes, un frigorífico, cincuenta kilos de madera, setenta de metales, cinco unidades de muebles, cuatro de neumáticos fuera de uso, un colchón, cincuenta kilos de papel, diez unidades de pilas de botón y veinte de pilas normales, cinco unidades de polietileno de alta densidad, quince kilos de plástico, cinco de vidrio, cinco unidades de radiografías, cinco de envases plásticos contaminados y otros cinco de envases metálicos contaminados.

Entró caminando al ecoparque y la encargada lo miró de soslayo. Nadie accedía a aquella loma en lo alto del pueblo sin vehículo. Al fin y al cabo, se trataba de tirar trastos. Ni siquiera apareció con alguna bolsa llena de pilas o bombillas. El hombre ya esperaba allí cuando ella había acudido puntual a su trabajo. Parecía desarbolado, con la mirada extraviada. Ella le había abierto la valla metálica. Se cruzaron unos buenos días. Ella le dijo si venía a informarse de los materiales y las cantidades que podía traer al día, él le contestó que había visto el panel informativo a la entrada y que se había entretenido leyéndolo mientras ella llegaba.

Entonces, ella le preguntó que qué era lo que quería, si no quería información y no había traído nada. Él le dijo que quería saber en qué contenedor iban a parar los sueños rotos, las promesas incumplidas, los engaños, los desamores o las ilusiones perdidas. Ella le miró a los ojos sin saber qué decir. Le hubiese dicho que el contenedor número dos era un poco un cajón de sastre, que allí se echaban las cosas que eran difíciles de clasificar, pero calló.

Llovía como pidiendo permiso, una lluvia tímida que apenas mojaba el suelo. El hombre estaba esperando una respuesta que la encargada del ecoparque no sabía contestar.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.