Decía Antonio que el saber no ocupa lugar, cuando compraba libros en las librerías de lance, esos lugares donde dormía la cultura y que el tiempo había preservado del olvido. Los libros han de tener un lugar privilegiado.
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Después de tocar sus lomos y acariciar las bisagras, buscaba el lugar exacto donde colocarlo en su biblioteca. Su casa se había convertido en un depósito de libros, ocupando las estanterías distribuidas en las habitaciones.
— Tengo de todo lo que me pidáis —decía con satisfacción y orgullo a las visitas, mostrando sus libros alineados como soldados de un ejército.
En su cumpleaños, recibió como regalo un aparato electrónico donde, en una pequeña pantalla, se reproducían los libros grabados en el interior de sus circuitos. Toda una biblioteca se exponía en un rectángulo de luz.
—¡No puede ser! Aquí no pueden caber todos mis libros —decía con incrédula convicción.
— Es el progreso de la ciencia. No hace falta el papel para hacer los libros.
— Para mí siempre es importante su presencia física.
— Eres un anticuado. Deshazte de ellos, que solo traen polvo y telarañas.
— ¡Nunca! —respondía—. Sería una pena que desaparecieran con mi muerte.
Con el paso del tiempo, no podía entender que ese artilugio le privara de la contemplación de sus libros, del placer de abrir uno de ellos e ir pasado sus páginas con cuidado por el miedo a rasgarlas. No entendía su mecanismo. Su hijo le iba introduciendo más y más libros. Antonio lo llamaba la biblioteca flotante porque se la podía llevar a todos los lugares como una compañera más. Encendía el artilugio, elegía el tema, después la obra, y el tiempo transcurría plácidamente con la mente inmersa en los personajes, las aventuras, las historias en lugares lejanos que siempre imaginaba, pero que nunca iba a visitar.
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Comprendió que los libros ocupan el lugar que cada uno quiere que tengan. Lo que importa es el placer de la lectura, el renacer de los sentidos a la imaginación.
Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.
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