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Relato corto del periódico Las Provincias | Figurativo

Figurativo

CUENTOS MÍNIMOS ·

Francisco Javier Sotés

Lunes, 15 de febrero 2021

Rufo estaba muerto. Etéreo, invisible, volátil, se encontró por momentos en una situación nueva. Podía contemplar el pasado, estar en el presente y no tener futuro. A su vez, podía contemplarlo todo desde una infinitud grandiosa. Podía instantáneamente pasar desde la Torre del Miguelete a la terraza de la torre de Francia y, desde allí, a las almenas de las Torres de Serranos. Era todo tan especial e insólito. No había dimensiones a su alrededor y sonreía por aquel momento en que empezó todo.

Se levantó aquella mañana con un deseo: cumplir con la norma en una sociedad que se autotitulaba avanzada y que necesitaba una tarjeta para saber quien eras. Recordaba cuando llegó a aquella vetusta comisaría de policía y le dieron el número de orden, el doscientos cuarenta. Era imposible que aquel mismo día le renovaran el carnet de identidad, que a lo mejor le podrían solicitar en momentos de su existencia.

Se dijo que, quizás, hubiera sido más ocurrente pasar de aquella tarjeta que aquel día le había estresado tanto. En su ingenuidad protocolaria ante la Administración Pública, después de haberle llegado su turno, le habían pedido las fotografías reglamentarias y debió volver a coger turno, cuyo número era ya el quinientos y pico.

Recordó que ya no hacía falta conocer los momentos decisivos de su vida que aquella extraña y fatídica máquina de fotomatón le había estado recordando, escupiendo tiras de cuatro fotos, con aquellos detalles de su existencia ya que, por su estado actual, podía llegar a límites insospechados de conocimientos de su propia vida y de la de los demás, pues podía llegar a abarcar miles y miles de cabinas de fotomatón, que eran testigo hablantes de las vidas de todos aquellos que las utilizaban.

No se lo creyó al principio, pues su incorporeidad le traía millones de imágenes en segundos, las cuales eran mil reflejos de aquellos seres humanos, y de los que entre ellos habían todavía los que estaban en la cola del turno de la comisaría.

Su vida se había transformado, y entre sus conocimientos no se encontraba ya su pasión ludópata por las máquinas, y menos por las del fotomatón. Sus inquietudes ya no eran hacerse el carnet para mostrárselo a los demás sino que, en su nuevo estado ni sólido, ni líquido, ni gaseoso, estaban por el conocimiento del Universo entero y los que lo habitan, y solo mirándoles desvelará la biografía de todos.

No haberlo pensado antes, se dijo a sí mismo Rufo, tener ese grandioso conocimiento de los demás, y haberlo tenido que obtener a través del fogonazo de una máquina, aquel día que se le ocurrió renovar el carnet de identidad, cayendo fulminado ante aquella.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

 

 

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