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Sección de relatos cortos del periódico Las Provincias | Higs y Escarlata

Higs y Escarlata

CUENTOS MÍNIMOS ·

Maruxa duart

Sábado, 10 de abril 2021, 01:34

Higs observa un fenómeno extraño desde la ventana donde se encuentra confinado. Ve reunirse en la calle a dos o tres individuos que dan la espalda a los transeúntes que se cruzan en la alameda. Se congregan en círculo y hablan bajo mirando con desagrado a los de fuera tras una desconfianza ingrata.

Hace su aparición en la calle Escarlata, una magnífica ave sicaria de dimensiones extraordinarias, sinuosa, de pico arqueado y grueso casi tan largo como el cuerpo, que se para un momento con ellos. A Higs le fascinan de inmediato el plumaje negro y anaranjado de escarlata así como el cuerpo serpenteante de movimientos ondulantes. Seducido, siente unas irrefrenables ganas de bajar a la alameda, la primavera convida a ello. Las flores abren sus pétalos y las fragancias seducen a los transeúntes. Lo hace, cruza el largo pasillo sin licencia. La turbación de Higs al encontrarse delante de la asombrosa y extraordinaria Escarlata es mayúscula, tanta que su corazón bombea aprisa y le produce un pequeño colapso en el cerebro. Cae desmayado.

Escarlata, amorosa, agacha su enorme cuerpo colocando a Higs debajo de una de sus alas y lo deposita sobre un banco. El pico de Escarlata lo escudriña a conciencia mientras el solitario Higs, despistado por la hermosa fastuosidad del ave, no repara en el veneno que desprende la bella Escarlata y se deja hacer. El incauto solitario es vaciado de sus bolsillos. Escarlata procede a desposeer al solitario de las valiosas capas de carne y ha serrado un pedazo de pulmón, mientras le mira y sonríe por sus trofeos desde sus aguiluchos ojos resplandecientes. Larguísimas y afiladas uñas arañan los tejidos que arropan el cuerpo de Higs, produciéndole un dolor agazapado, cavernoso y larvado que rebaja la intensidad la adormidera, sustancia opiácea que el ave suministra desde las enigmáticas y brillantes comisuras rojo sangre de las uñas.

Higs siente un dolor acerado súbito. Se alarma por un instante: ha abierto los ojos ante la inquietante ave. Es tarde.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

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