El hospital

La tarde caía como líquido de plomo sobre el Hospital. Ella no se había repuesto todavía del duro golpe del ingreso de su marido en aquel sitio. La habitación, iluminada tras las ventanas de un gris extraño, le recordaba su infancia sin saber el porqué. No paraba de preguntarse cómo habían llegado a aquella situación, de repente bien y ahora… el fin, la muerte. No había nada que hacer, nada más que pensar en el pasado donde juntos construyeron una vida de sacrificios y amor.

Pero ahora, sólos los dos, en aquella estancia sin apenas visitas y con la soledad sobre sus hombros, recordaba a los hijos de una forma especial y luminosa. Como esperando verlos entrar por la puerta para darles un abrazo.

Su marido, levantaba la cabeza para mirarla y sonreírle. Ella le limpiaba la lágrima que resbalaba en su mejilla y cogía la mano, apretándola contra la suya.

Expirando ya, le dijo:

-Volveremos a vernos. En un lugar hermoso y, tras él, los crepúsculos que tanto amaste.

La noche cayó sobre el hospital y una muerte más se sumó a todas las demás. Las de aquella pandemia que los asolaba día tras día. Pero él estaba lejos de las ucis y los contagios. Desde la ventana de la última planta, ella miraba las ambulancias ir y venir. Se llevaron a su marido y, con él, parte de su vida. La despedida en la penumbra de la habitación vacía. El olor a enfermedad y goteros se apoderó de ella.

Pasó unos meses y el virus seguía más fuerte que antes. Pero ella visitó el Hospital en la tarde verde y metálica de aquel día, y subió las escaleras para ver la habitación donde su marido falleció. Las lágrimas surcaron su rostro al entrar. Una luz inmensa apareció, y una figura le cogió la mano. Su marido la abrazó y desaparecieron tras la ventana. Un gran ocaso se les apareció.

La estancia quedó hueca como la tarde.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.