En el otro lado siempre llueve

Llueve.

Llueve y sus pasos resuenan huecos y rápidos en medio de la oscuridad de la noche.

Tenía intención de salir antes, pero ella le insistió tanto que no pudo evitar contarle su asunto con Carlos. Una cosa llevó a la otra y, cuando quiso darse cuenta, comenzó a llover como no lo había hecho en mucho tiempo. Esperó a ver si escampaba, pero al arreciar la tormenta decidió despedirse y marchar a casa.

Ahora se dirige con paso firme hacia las cúpulas de las catedrales, excesivamente iluminadas, como faro en el horizonte señalándole el camino de regreso. Sólo los reflejos azules de las vidrieras de la Casa Lis parecen querer apartarle de su ruta.

Todo está quieto.

Y llueve.

A ambos lados de las aceras, las ventanas de los nobles edificios están cerradas y las luces de las casas apagadas. Todo está en silencio. No hay voces, ni risas, ni ruido de coches, solo resuena su caminar seco sobre el pavimento mojado, salpicado de charcos.

No, no debí coger el paraguas plegable de Clara, se dice.

Y siente que algo le empuja.

Acelera el paso junto a las farolas del puente romano. Y de improviso, un rayo quiebra la noche y la llena con una chispa de luz y el rotundo quejido de un trueno que parece caer sobre la torre mayor de la Clerecía.

Son casi las doce.

Hace tiempo que la gente se encerró en casa siguiendo las estrictas ordenanzas de la autoridad…

Se da prisa y casi termina de cruzar el Tormes bajo la lluvia cuando cree haber escuchado algo a su espalda. Se gira, pero no ve nada ni a nadie. Quizá haya sido tan solo el chasquido de las bolsas de papel que lleva en sus manos y que evitó dejar en casa de Clara después de lo ocurrido con Carlos.

Alcanza la otra orilla.

Pero no le da tiempo.

Lo sabe.

Una extraña nube le atrapa y lo envuelve todo.

Tose.

Carraspea.

Cae.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.