La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original

Nunca me había imaginado que algo como la pandemia que estamos viviendo pudiera suceder. Más bien parece una película de ciencia ficción, pero se trata de una dura y cruel realidad que mata gente todos los días.

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La alerta dada en marzo del 2020 y el estado de alarma decretado cambio nuestras vidas. La gente se encerró en sus casas. Era una guerra biológica.

Palabras como: confinamiento perimetral, mascarilla MP2, distancia social, gel hidroalcohólico, asintomático, PCR, inmunidad de rebaño, rastreadores, invadieron nuestra realidad cotidiana.

Las ciudades perdieron su ritmo, las calles se vaciaron de gente. A las ocho de la noche, los aplausos desde los balcones nos unieron en un agradecimiento a la dedicación y profesionalidad del personal sanitario.

El diagnóstico de positivo en una persona dispara su pánico sobre si será capaz de superar o no la covid-19. El miedo al contagio y la saturación de nuestros hospitales se hizo frecuente. Lo peor, las muertes: todas aquellas familias que perdieron alguno de sus miembros, sin poderse despedir de ellos adecuadamente.

La covid-19 afecta de forma diferente a cada persona: desde los que no tienen ningún síntoma, asintomáticos, y capaces de contagiar a otros sin saberlo; los que tienen fiebre durante varios días; los que pierden el olfato o el gusto; los que les afecta a la placa pulmonar y necesitan ser entubados; y los que tienen que ser ingresados en las UCIS. La variabilidad del virus es asombrosa, y ahora con la mutación y la aparición de las nuevas variantes como la británica, la sudafricana, la brasileña.

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Nuestra esperanza es la vacuna: las personas hemos superado situaciones muy adversas a lo largo de la historia. Desde la primera vacuna contra la viruela en 1803 hasta las que la inteligencia humana ha permitido desarrollar en un tiempo record: Pfeiffer, Moderna… Con la inoculación de la vacuna podremos conseguir la inmunidad de rebaño, controlar la pandemia y volver a abrazarnos, a contactar con familiares y amigos, a celebrar nuestras fiestas, y en definitiva: volveremos a vivir.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

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