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Peldaño a peldaño

Peldaño a peldaño

CUENTOS MÍNIMOS ·

María ángeles chavarría

Miércoles, 18 de noviembre 2020

Desde que Genaro me recomendó buscar en cada rincón de la escalera, me obsesioné con aquella búsqueda.

Cada día me levantaba más temprano para no cruzarme con ningún vecino curioso que sospechara de mis pesquisas. Cuando pensaba que había encontrado un resquicio, un hueco movedizo o un sonido extraño al pisar, el ruido de una llave indiscreta en la cerradura del portal me llenaba de frustración. Unas veces, regresaba a mi piso al primer murmullo, sigilosa y decepcionada. En cambio, otras, no tenía más remedio que seguir el repetitivo trayecto y saludar a quien, ignorante de lo que bullía en mi cabeza, entraba en el edificio, con su cansancio o su borrachera a cuestas.

Durante aquellas salidas, que se convirtieron en nocturnas, iba provista de todo un arsenal de artefactos que, poco a poco, consideré necesarios: una linterna, un martillo para descubrir oquedades, un pequeño punzón, una cinta métrica y varios destornilladores. Tras cada intento fallido, añadía algún objeto a mi equipaje escaleril hasta que el cambio de estación me obligó a proveerme de unos guantes de lana y de un buen impermeable que me protegiese de las goteras.

Algún vecino debió pensar que yo trabajaba en turno de noche, pero a mí poco me importaba su opinión. Continuaba buscando, peldaño a peldaño, sin descanso ni los fines de semana, aquella promesa anunciada.

Aquel cometido llegó a ser tan exigente que solicité una reducción de jornada en el trabajo. Apelé a motivos personales y nadie preguntó. Era mujer de pocos amigos. Incluso Genaro, mi único afecto reconocido, había desaparecido de mi vida. Se largó después de haberme encomendado aquella misión que no me paré a cuestionar.

En realidad, nunca me importó qué iba a encontrar. Más bien la propia búsqueda me encontró a mí el día que me escondí en el hueco de la escalera para maldecir a Genaro y a su abandono, para maldecirme a mí por cada segundo oculta, fingiendo creer absurdos para no afrontar la cruda realidad.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

 

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