Primer gran amor

Empezó a sonar el móvil y desde lo profundo de las sábanas alargó la mano para alcanzarlo. Imposible. Estiró el brazo y concentró la fuerza en los dedos… definitivamente, se levantó y, como suele pasar, cuando alcanzó el teléfono, éste calló.

Consultó la llamada. Era Carmen.

Pasaba de las doce. Tenía un zumbido en los oídos y la boca pastosa.

Ducha.

Se miró en el espejo. Su reflejo del lado oscuro le felicitó el año 2017: «No empezamos de la mejor forma. Ánimo, compañero».

Devolvió la llamada a Carmen para hablar con el chico, que estaba ocupadísimo con la consola y le vino fatal. »Te he llamado antes y no estabas». «Oye, yo soy tu padre. Hazme un poco de caso ahora y felicítame el año»; ése fue el resumen de la conversación.

Después de comer, con la cabeza sin despejar, fue a casa de sus padres, a saludar y felicitarles.

«¿Y el niño?», es lo único que le preguntaron; no tenían más tema que su nieto y lo poco que lo veían, aunque ya les había explicado mil veces que el día de Reyes comería con ellos. «Menudo consuelo. Se pasará el día con los regalos o jugando a la maquinita y no nos hará ningún caso». Después de la conversación monotemática, pudo salir al pasillo. Se entretuvo en la estantería y buscó detrás de la enciclopedia ilustrada… ¡Allí estaba! Un sobre marrón abultado. Llevaba escondido más de 35 años. Sonrió mientras lo recuperaba, sacudiendo el polvo y pelusa.

Lo llevo a lo que antes fue su cuarto, ahora la salita de lectura de su padre, con el portátil y la segunda tele. Su cama aún estaba, para echar alguna siesta. Abrió el sobre: 78 cromos repetidos de la princesa Leia Organa, de la colección de 1977. Los esparció por el colchón y, por un instante, se concedió el lujo de volver a emocionarse con la que, sin duda alguna, había sido el primer gran amor de su vida.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.