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Promesas más, promesas menos

Promesas más, promesas menos

CUENTOS MÍNIMOS ·

rubén navarro

Sábado, 5 de diciembre 2020

Vivía de alquiler por cuatro duros al mes en una esquina de la calle Cordellats, allá por los años 40. Pero el día que llegó el dueño del piso harto de tanto impago él, resuelto y campechano, dijo:

–Te prometo que de mañana no pasa.

Y lo dijo tan convencido y sonó tan convincente, que no sólo el mismo se lo creyó, sino que en ese mismo instante supo cual era su vocación: político.

Ya en la calle y con su maleta de cartón, el pantalón sin dobladillo, la chaqueta cruzada y su gorro canotier decidió presentarse él mismo a las próximas elecciones.

Lo primero que hizo fue ir puerta por puerta a todas las casas de Valencia prometiendo a diestro y siniestro.

Los comienzos no fueron fáciles, pagó la ingenuidad del novato de este honorable trabajo prometiendo pan, trabajo y bajada de impuestos. Era como si esa promesa de tanto usarla ya no funcionaba igual.

Él sabía que los políticos vivían de las promesas; aunque luego sufrieran un ataque de amnesia general. A los políticos se les olvidaba cumplirlas y, con el paso del tiempo, a los ciudadanos de que se las habían prometido. Y, de nuevo, elecciones como si nada. Y a volver a empezar.

Al final, de tanto pensar y aturdido por una inspiración divina, se lanzó de nuevo al ruedo. Otra vez puerta por puerta. Y en vez de abrirse a promesas, preguntaba que necesitaba cada uno. Y encontró el filón que buscaba.

Todo el mundo tenía algo que pedir. Cómo no lo había pensado antes…

-¿Qué quiere usted?

-Lluvia para salvar la cosecha de mis calabazas.

-¡Prometido!

-Novio para mi Manuela.

-¡Prometido!

-Que los liberales ganen.

-¡Prometido!

En poco tiempo se hizo tan conocido como el Miguelete y hasta más popular.

El día de las votaciones había una gran expectación por ver los resultados. Al final le pareció extraño que no le votara nadie. Y eso que todo el mundo se lo había prometido.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

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