Una simple decisión

El sábado pasado decidí no morirme...

Pensé que si lo hacía del todo, no podría asegurar volver para contarlo, por lo que seguí vivo. A veces me ha apetecido estar fuera de este mundo, apenas sin sentir nada, no sufría ni disfrutaba, ni frio ni calor, simplemente me quedaba con la mente en blanco divagando, con la vista perdida en la columna de mi salón, en las orejas del perro o en las luces del router...

Supongo que lo de la otra vida debe ser algo parecido...Una especie de nube blanca inodora, suave, templada y brumosa aunque a la vez nítida donde lo ves todo con claridad, al lado, diferente de la tierra abajo, el cielo arriba ...En fin.

Lo de seguir con vida a elección tiene su aquél, no creáis. Es una suerte entre la nada y la vida, entre ruido y silencio, aunque mi tío Miguel decidió irse, probablemente porque esa elección le gustó más y parece ser que no quiso volver atrás. Una simple decisión.

En estos años atrás también tuve experiencias similares: decidieron dejarme dos amigos míos a los que yo contaba casi todas mis confidencias. Pero, cuál fue mi sorpresa -ten amigos para esto- que, a cambio de darles toda mi confianza, va y no me cuentan nada de lo que sucede al otro lado, vaya. Al menos, podían haberme enviado alguna señal, a ver si era lo mismo que yo sentía. Allá ellos...

A veces, cuando estoy en esa especie de trance - tampoco vayáis a creer que estoy enganchado a esto- pasan por mi lado los vivos que hay en casa y pienso que se están perdiendo el maná, pero oye, los veo tan felices, yendo al médico, pagando facturas, reparando averías del coche y discutiendo como locos con todo el mundo.

Fijaos si son ilusos que planean a años vista las vacaciones, proyectos, viajes, carreras universitarias... Por eso, he pensado morir un poco más tarde, no sea que me esté perdiendo algo.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.