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Toque de queda

Toque de queda

CUENTOS MÍNIMOS ·

José miguel martínez

Viernes, 20 de noviembre 2020

¿Qué por qué estaba la policía en casa de mis padres esta mañana? Buena pregunta para un estudiante universitario, repleto de hormonas, y que acaba de conocer a una chica preciosa.

Anoche quedamos a cenar… Una cosa llevó a la otra y acabamos en su piso de estudiantes. Ella es de lejos, de Villadiego, en Burgos, por lo que era mejor ir a su casa, no a la mía (vigilada por mis padres). Imaginad a mi madre entrando en mi habitación al escuchar esos ruidos extraños: «¿Estás bien?..., oigo quejidos y… ¡Dios! ¿Quién es esa? ¿Y qué hace con mi pequeño?».

No, mejor ir a un lugar más acostumbrado escuchar «quejidos».

Y fue bonito...

Luego, postiza entre la música de aquella emisora que sonaba de fondo en el cuarto de Berta, sobrevinieron las noticias: habían decretado un toque de queda, desde la medianoche hasta las seis de la mañana. ¡Coño, es verdad, no me acordaba!, y ya pasaba un buen rato de las doce.

¿Y ahora, qué? No podía salir de casa de mi flamante ligue sin arriesgarme a ser multado, y no había avisado a mis padres. Además, con la efervescencia del momento, olvidamos los móviles en mi coche, que permanecía aparcado junto al restaurante de la noche anterior… Demasiado alcohol para conducir. Cierto es que, con dieciocho años y pelos en los huevos, ya no tendría por qué dar explicaciones a nadie… Pero mamá es como es. No quería preocuparla, y en casa no sabían que dormiría fuera.

En cualquier caso, necesitaba disfrutar de aquello… Aunque, corroído por la culpabilidad, abandoné aquella acogedora y tentadora cama a las seis de la mañana, sin avisar, para dirigirme a la mía.

Cuando llegué, mi madre hacía pucheros ante la policía porque su pequeño había desaparecido. Aquellos hombres, curtidos en mil batallas y acostumbrados a madres paranoicas, sonrieron al verme aparecer y le hicieron saber que, tal cual le habían advertido, aquello más parecía una noche de juerga que una desaparición.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

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