![Emociones, valencianía y buen toreo](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/12/02/_DSC3300-kMQC-RlVmH5iZvEkVR7g2K9bQHuK-1200x840@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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Emotivo, justo, necesario, rebelde, brillante, reconfortante… así fue el festival de Vistalegre. El motivo valía la pena. Y como hay que entrar en detalles me acuerdo de la emoción o, mejor, congoja que abrillantaba los ojos de todos -13.500 espectadores y los de la ... tele, tres cadenas, tres- a los compases del himno del maestro Serrano, anoten la voz de Francisco, la trompeta de El Soro, el respeto de un público puesto en pie; nada desdeñable el impacto que causaba una gran senyera sobre el albero, era Valencia en el corazón de Madrid. La tarde tenía también sus dosis de rebeldía, ante tantas posturas esquinadas, las oficiales, claro, ante la desolación y la burocrática lentitud de las ayudas y las palabras reivindicativas, e incluso la advertencia, de Castella ante los micrófonos, por si acaso, para asegurar que el dinero de la tele llegue a quien tenga que llegar o lo que es lo mismo, prohibidas las distracciones.
Era, fue, un acto necesario, uno más, todos son pocos, para reconocer y reconciliarse con los hombres de bien que han acudido prestos al quite del infortunio; fue una tarde brillante porque hay que ver cómo han toreado los maestros, desde Ponce a la niña Olga, todos aunque el éxito en trofeos fuese para Talavante, el de los sonidos negros, para Fernando Adrián, en un su papel de joven meritorio y para la novillera Olga Casado, que tiene aspiraciones, y visto lo visto condiciones, para ganar un tranco más al papel de las mujeres en el ruedo y no sería justo olvidar a las cuadrillas ni a los auxiliares, gracias a todos por cómo ajustaron todos los detalles, a los organizadores y al público, hay que ver cómo respondió la afición de Madrid y la valenciana llegada desde la tierra para llenar los tendidos de enseñas patrias.
Eran las cinco pasadas de la tarde, los atascos retrasaron la llegada de los diestros y de parte del público al moderno palacio de Vistalegre, en su vida anterior la Chata carabanchelera, sede por antonomasia de las oportunidades ahora compartida con eventos musico-políticos; cuatro desubicados habían gritado consignas anti en la calle, ni caso, nueva lección de civismo… cuando las cuadrillas comparecieron en la arena. Lujo en la indumentaria, trajes cortos de ajustado y milimétrico corte, botos de reluciente lustre, botonaduras de plata, alaanchas a juego, lujo por doquier, lo que marca la liturgia del toreo.
El himno con Francisco
Lleno total, no habían aparecido los protagonistas y ya se habían desatado las emociones. Francisco, envuelto con una senyera, interpretaba el himno regional, El Soro aportaba los sones de su trompeta, Madrid, para entonces ya estaba entregado con fervorosas ovaciones que se prolongaron con la aparición de la presidenta Díaz Ayuso, alma promotora del festejo y escuchando la reacción del público devoción general del mismo respetable.
Abrió plaza el maestro Ponce. Chaquetilla de terciopelo negro, camisa de raso negro, alancha zaina, era lo que correspondía por todo lo sucedido en su tierra que es la nuestra. Su oponente sacó nobleza, poca fuerza, poco viaje y el valenciano le aplicó temple, mimo, cadencia en términos taurinos y la ambición de siempre. Insaciable. El toreo genuflexo final y los naturales ayudados del remate fue lo más conseguido. Tras ovacionada vuelta al ruedo acabó aplaudiendo al público. Era lo que tocaba.
Castella toreó de capa con mimoso ritmo y cualidad que extendió a un bonito y variado quite. El arranque de faena fue estruendoso, torerísimo, poderoso, quizás excesivo un disparo directo al corazón de la gente y al del novillo que empezó a venirse a menos, digamos que se le acabó la bravura y conservó la nobleza. Nada que le hiciese desistir al francés que en los terrenos de dentro logró un perfecto aprovechamiento de la nobleza.
Del novillo de Jandilla que le correspondió a Manzanares, en realidad como sus compañeros se lo trajo él, se paró muy pronto, se quedó corto y puso en aprietos por momento a Josemari, que no le había querido dar importancia. Con anterioridad le había robado tres muletazos sobre la mano derecha extraordinarios de temple y expresión, todo lo que tenía el toro.
Talavante sacó a pasear su mano izquierda y ardió Vistalegre. Toreó largo, hondo, rítmico, profundo y hubo un remate final de serie de imposible descripción que hizo estallar la plaza. Eran los sonidos negros de Talavante que habían emergido de nuevo ante un excelente novillo de Juli. La estocada como broche al final fue la estocada de la tarde.
Extraordinario fue el novillo de Domingo Hernández, al que Fernando Adrián le aplicó arranque de faena genuflexo y novilleril, para seguir con un trasteo vibrante que caló en los espectadores.
Roca Rey tuvo un deslucido oponente de Cuvillo y la tarde la cerró Olga con una actuación cargada de emoción y torería que entusiasmó al público y que a buen seguro acelerará sueños y le abrirá caminos.
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