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Enrique Ponce se retira de los ruedos españoles en Valencia. LP
Enrique Ponce en su adiós: nunca dejará de ser torero

Enrique Ponce en su adiós: nunca dejará de ser torero

El diestro de Chiva se retira de los ruedos españoles en Valencia el 9 de octubre. Han sido más de 15.000 días de tensión y sueños, de gloria y también de graves percances

Domingo, 22 de septiembre 2024, 01:11

Enrique Ponce se retira de los ruedos españoles en Valencia. Él, tan personalmente cabal, tan analítico y tan ajustado a la ley taurina, no podía elegir otro redondel para su adiós. Aunque en el planeta toro se conviene que Ponce nació torero, su ciclo público está perfectamente acotado: de Valencia, 4 de abril de 1982, día en que se presentó en la capital como aventajado alumno de la Escuela y triunfador de Monte Picayo, tenía diez años, a Valencia, 9 de octubre de 2024, día en el que ha decidido que sea su último paseíllo en España luciendo las galas de seda y oro propias de su rango. Han sido más de 15.000 días de tensión y sueños hechos realidad, de gloria taurina y también de graves percances, nadie se libra de la furia del toro, ni siquiera Ponce para mayor mérito de sus gestas.

Su despedida supone el remate de una de las grandes obras del toreo contemporáneo y para celebrarlo LAS PROVINCIAS convoca a los aficionados y valencianos en general el próximo día 25, a las 19.30 horas con entrada libre, en La Rotativa, el espacio de mayor representación periodística del diario decano de la tierra, a tal señor tal honor.

El próximo día 25 de septiembre, a las 19.30 horas con entrada libre, en La Rotativa de LAS PROVINCIAS, habrá un homenaje al maestro

Su decisión le ha permitido hacer realidad un objetivo tantas veces repetido y pocas veces logrado, como el de irse por voluntad propia y no cuando te echan, el de irse en una gozosa plenitud, irse cuando te reclaman públicos y empresarios, cuando mantienes la misma constancia en el triunfo que mantenías en los últimos treinta años, cuando no necesitas ir al sastre para que te ajuste los vestidos que ya no te vienen porque el cuerpo se ha rebelado; cuando no te pesa, o si te pesa lo disimulas a la perfección, programar una temporada y elegir estar en plazas de tanto relieve y responsabilidad, aunque él dirá que responsabilidad merecen todas, como Málaga, Bilbao, Nimes, Dax, Salamanca, Zaragoza, Madrid y Valencia, tal y como está haciendo en esta temporada, la temporada que él bautizó en este periódico como la de hola y adiós…

Se va cuando todavía mantiene encendido el espíritu de la competencia que le acompañó siempre, caballerosa sí, pero encendida y tensa. Y es que a Ponce nunca le gustó perder y por mucho que se diga que en el toreo los grandes compiten con uno mismo, que es verdad, en este caso es fácil comprobar que ha habido y hay en su trayectoria una doble competencia, con uno mismo, Ponce contra Ponce, y con quien hubo que competir en cada momento, que a eso le llevó su orgullo de figura.

Se va con unas cifras inigualables: más de 2.525 corridas y más de 5.185 toros lidiados

Se va con unas cifras inigualables, más de 2.525 corridas y más de 5.185 toros lidiados, y por si alguien tiene la tentación de minusvalorar la importancia torera de tal barbaridad de números, cabría convenir que las cifras aunque no lo son todo sí son de lo más esclarecedoras: denotan capacidad lidiadora y poder ante los toros, que son cualidades de lo más toreras; ponen blanco sobre negro la opinión y la demanda de los públicos de los que se dijo que siempre tenían razón, los mismos que hacen viable la tauromaquia como espectáculo; las cifras denotan afición, se le llama vocación, porque de lo contrario ya hace tiempo que hubiese elegido pasar los veranos en las playas y este hombre los ha pasado de plaza en plaza, los veranos y también los inviernos.

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Y más allá de las cifras están las sensaciones que genera el toreo de cada cual que en el caso del maestro de Chiva son muchas. Todo lo dicho le convirtió, seguramente porque siempre lo fue, en un torero mediterráneo, abierto a todas las influencias, a la referencia próxima de su amigo Manzanares y al poder de aquel Domingo Ortega que le contaba su abuelo Leandro; en realidad un artista capaz de hacer compatibles los colores dulces con el trazo firme, la distinción con la ambición, poeta y guerrero a la vez, un talento capaz de quitarle aristas a la imprescindible geometría de la lidia, mano de hierro en guante de seda en el gobierno de los toros. Ha sido, lo sigue siendo, un torero luminoso, práctico y dominador, siempre desde el diálogo y la convicción, tan es así que resultaría difícil, por no decir imposible, encontrar una tarde a Ponce peleando con un toro marrajo, lo que no significaba que renunciase al dominio.

De niño a doctor

Su salto al escaparate público, en realidad ya venía toreando en la discreción de las fiestas privadas que le conseguía los buenos oficios del abuelo Leandro, se produjo una mañana de primavera de 1982 en Monte Picayo. Aquel día saltaron las alarmas, en realidad voltearon las campanas del gozo, fue la señal para que Valencia comenzase a soñar. Los hermanos Bienvenida, el gran Litri y el maestro Vicente Zabala, le abrieron los brazos admirados. El rigor de la legislación de la Comunidad Valenciana que restringía la actuación en público de los chicos (en este caso un niño), y la mayor permisibilidad de las autoridades andaluzas le aconseja trasladarse a Jaén, donde tiene además el apoyo de quien sería hasta el último día su apoderado, Juan Ruiz Palomares, todo un caso de lealtad mutua, que le acoge en su casa de Navas de San Juan. Allí sigue su obligada escolarización académica, acude a los tentaderos y participa en festejos que le organiza su mentor. El niño Ponce rápidamente se labra un cartel de figura por todas las plazas de Sierra Morena que reclaman su presencia.

El diestro es un talento capaz de quitarle aristas a la imprescindible geometría de la lidia

Tras ese proceso llega el momento de debutar con picadores en lo que supone un salto a la profesionalidad ante la crítica nacional. El suceso tiene lugar en la feria de la Magdalena. 'El doctor Ponce debutó con picadores', fue el título de la crónica que le escribí en LAS PROVINCIAS y aquello de 'Doctor Ponce' que, pasado el tiempo parece apelativo ajustado y hasta recurrente, en aquel momento levantó sus ronchas de discrepancias por lo que consideraron exageración. La crónica decía textualmente:

«Cuando los matadores se alinearon en la puerta de cuadrillas, para los que no estaban en el secreto de la cosa, aquello se prestaba al equívoco, porque una cosa es parecerlo y otra serlo, y aunque los clásicos aseguran que primero hay que parecerlo ayer se demostró que no era así. A Ponce, que vestía su hechura de niño con traje blanco y plata cual si fuese a tomar la primera comunión, le corresponde mejor la toga de doctor y los entorchados propios de los licenciados. Nada parece tener secreto para él, anduvo por la plaza con la seriedad de un matador de toros, templó los nervios del debut como si estuviese curtido en mil batallas y aprovechó la sorpresa de quienes le consideraban un niño para que los tendidos tocasen a rebato con lo bueno y con lo menos bueno. A su primero le cuajó con el capote y le ligó la faena templada que pedía el novillo suavón, la misma que sus compañeros de cartel no supieron dar, aunque en la puerta de cuadrillas cabría suponer lo contrario. A su segundo, manso en el primer tercio y violento por falta de castigo en el último tramo de la lidia, lo dominó en los primeros doblones y le compuso faena en la que por momentos le tragó lo que deben tragar los toreros machos y en momentos le anduvo con habilidad para hacer creer lo que no era. Nadie puede asegurar que estemos ante una figura del toreo, aunque lo deseamos, lo que sí está claro es que como novillero tiene el camino despejado, tanto que desde ayer mismo el pliego de condiciones para arrendar la plaza de Valencia comienza a ser más atractivo para los empresarios».

Enrique Ponce recibiendo las explicaciones de su abuelo Leandro. LP

El abuelo Leandro en tarde de alternativa

En el principio de todo aparece el abuelo Leandro, sin él nada hubiese sido igual. Leandro fue novillero de corto recorrido y larga bonhomía, que pasado el fuego de sus sueños toreros fue barbero en Chiva y acabó siendo para siempre el abuelo más querido del toreo. En Las Provincias, en tarde tan señalada como la de la alternativa del nieto, le hicimos un recuadro de reconocimiento a su magisterio y tutelaje, de alguna forma era como si también él tomase la alternativa que había dejado pendiente. Decía así: «Al abuelo Leandro lo habían preparado. Una tila y un puñado de buenas palabras es remedio casero y efectivo. Ayer toreaba su Quique en Valencia, pero no era un día normal. El chico, como le llama él, tomaba la alternativa. Ya hace tiempo que no sufre en los callejones, pero en un día así... El abuelo Leandro durante muchos años siguió las actuaciones del nieto con un ¡ay! en los labios y el corazón en un puño. Pero eso hace mil años, cuando Quique era becerrista. Últimamente se perdía en los tendidos o esperaba en casa a que sonase el teléfono. Ayer era distinto. Se puso su traje endomingado, se abrigó con el chaleco, se ajustó la viserilla y se aposentó en la barrera momentos antes de que las cuadrillas echasen el paseíllo. Va a tomar la alternativa su Quique, quiere decir que el abuelo se va a salir definitivamente con la suya. Leandro tiene alma de torero, él peleó en la capea, hasta tuvo cartel en la serranía de Cuenca, cuando le apodaban 'El Motillano', pero se le quedó la herida abierta en un camino tan adusto como imposible. Por eso ayer le sabía a gloria que aquel chiquillo, al que enseñó a coger la muleta cuando sus compas pateaban un balón, se doctorase en plenas Fallas. Le vio venir de frente y justo cuando los fotógrafos dejaron paso a las cuadrillas, se miraron los dos fijamente. El abuelo dejó escapar un suspiro de alivio. Todo marchaba bien. Si lo sabría él que lo conocía como nadie. Enrique, destocado como manda la ocasión, mira al frente, ni serio porque la ocasión era de felicidad, ni sonriente, que al fin y a la postre le esperan dos toros y todo un futuro por dilucidar. Venía con la naturalidad de siempre, por eso el abuelo se relajó. Sueño cumplido». Todo salió bien, hubo éxito, Enrique cortó una oreja y todos auguramos lo mejor. No era exponer demasiado.

Luego llegaron dos temporadas de novillero, su debut en Madrid con un triunfo ante auténticos toros que todavía contrastaban más con la figura aniñada del valenciano, su conquista de Valencia, donde se erige en triunfador de la novillada de la prensa, las reticencias de la gran Sevilla que se deja llevar por su amor a lo propio y apuesta por otro novillero, Valderrama, que no pudo darles la razón.

El gran salto

Dos años de novillero, ciento una novillada con picadores y ocho temporadas después de su alumbramiento público en Monte Picayo, se anuncia su alternativa en plenas Fallas. Joselito es el padrino, Litri, el testigo, el toro del ascenso, cual sin fuese una premonición, se llama Talentoso, la plaza se llena a rebosar y el toricantano corta una oreja. No fue suficiente para que se le abriesen las puertas de las ferias y pena su bisoñez en carteles de poca economía y mucha exigencia, hasta que el 28 de julio de ese mismo año, en plena feria, por desavenencias entre autoridad y matadores, la misma mañana de la corrida, los maestros Roberto Domínguez y El Soro se caen del cartel y el joven Enrique Ponce, todavía con la complexión física de un adolescente, decide estoquear en solitario los seis toros que habían motivado la desbandada. Corta tres orejas a los primeros toros y se desata un diluvio que inunda el ruedo, y le da opción de suspender el festejo con el triunfo ya asegurado, y por segunda vez en aquella jornada, en un ejercicio de reafirmación heroica dice adelante, que ha ido a matar los seis toros y cumple su reto.

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El triunfo disipa las posibles dudas que acompañan las llegadas de todos los jóvenes a la categoría de oro, comienzan a abrirse las puertas de las grandes ferias. Los triunfos de Bilbao y la faena al toro de Peralta en Valencia le lanzan a un ascenso imparable en España, Francia y América. 2.525 corridas toreadas hasta el día de hoy, 5.185 toros lidiados, 52 toros indultados, 37 puertas grandes en Valencia, seis en Bilbao, cuatro en Madrid, una Puerta del Príncipe de Sevilla, México, Bogotá, Lima, Nimes… por nombrar solo las capitales del mundo taurino y media docena de cornadas, cuatro de ellas muy graves, que nada es gratis en la arena, ni siquiera para toreros tan talentosos como el valenciano. Que el maestro de Chiva haya anunciado que deja de torear no significa cortarse la coleta ni dejar de ser torero, sería traicionarse a sí mismo.

'Una cita con nuestras vidas', por Víctor Zabala de la Serna (Empresario, matador y periodista)

El próximo 9 de octubre, cuando Enrique Ponce haga su último paseíllo en España, todos los que nuestras vidas giran en torno a la Fiesta reviviremos una gran parte de ellas. Siempre he tenido la sensación de que aprendí a leer leyendo a Vicente Zabala, a Jaime Campmany y con Las Entrevistas de José Luis Benlloch. Mi padre, del que he heredado la Fiesta de los Toros como un compromiso personal, titulaba en Abc el 12 de junio del año 92 'Valencia ha tardado 60 años en encontrar al sucesor de Granero'; en el momento en que (Enrique) atraviese el ruedo, él estará presente ante su última gran apuesta, con la que con su devoción hacia Valencia se adelantó a la historia, como también estoy seguro que despertarán en mí aquellos sentimientos vividos, aquel remolino interior que me provocaba la ilusión cuando quería ser torero, tiempo en el que el maestro de Chiva era referente, la figura del toreo del momento, la única. En ese paseíllo me acompañarán décadas de vivencias donde él está con su eterno espíritu joven, con su cordialidad y cercanía, con su sentido leal de la amistad… en ese instante también el cielo se marcará con las pinceladas de Peñuca de la Serna, y gracias a Enrique Ponce volveremos a encontrarnos para, otra vez, desbordarse nuestra admiración.

'La mejor música', por Juan Pedro Domecq Morenés (Ganadero)

Ensalzar una figura de época no es tarea fácil. Torero de toreros, torero capaz, torero valiente, torero artista, torero eterno, torero clásico. Maestro de la Tauromaquia. Torero para la Historia con una capacidad y una inteligencia inigualable.

Que suerte he tenido de convivir contigo en mi faceta ganadera. Tu Tauromaquia entendió nuestra ganadería de una forma especial, no sólo en la época de mi Padre sino también en la mía. Tiempos, distancias, alturas y ritmos sacaban lo mejor de los juanpedros, de cualquier partitura sonaba la mejor música. Fruto de tu muleta cinco indultos, dos con mi Padre; Halcón y Anheloso, tres ya conmigo Jaraíz, Fantasía y Broncista, este en tú último año. El año de tu despedida, tu año del adiós, pero tu adiós no existirá porque tu toreo siempre será eterno tus gestas inigualables, tu recuerdo imborrable.

Gracias por haber dado tanto a nuestra ganadería, por haber aprendido tanto de tu toreo para crear bravura. Querido Enrique, siempre estarás presente en mi vida ganadera. Con todo cariño, un gran abrazo.

Juan Pedro.

'Como Balzac, la cantidad mejora la calidad', por Agustín Díaz Yanes (Director de cine)

En primer lugar, querría pedir disculpas por no poder asistir en persona a este homenaje –tan merecido– a mi amigo y grandísimo torero Enrique Ponce. Pero actividades profesionales –muy a mi pesar– me lo impiden.

Hablar de las virtudes como torero de Enrique Ponce es como hablar de las virtudes literarias de Balzac. Ambos son artistas en que la cantidad de la obra no excluye la calidad, sino que la mejora.

Los 'números' de Enrique serán probablemente inalcanzables en los próximos cien años. Pero –en mi opinión– donde reside su grandeza no es en la estadística, sino en esa inteligencia privilegiada frente al toro, en esas muñecas que piensan, en su composición, y en ese valor que no se ve pero se siente y que es base fundamental de su tauromaquia.

Enrique ha toreado mucho y bien. La cantidad de corridas toreadas, su dilatada trayectoria, nunca le han quitado afición, ni ganas de mejorar. Ha vivido por y para el toro, y la afición se lo agradece.

Pero, gustándome mucho como el torero excepcional que es, aún me gusta más como persona. Es de las más inteligentes que he conocido y –lo que es aún mejor– de las más cariñosas. Un amigo ejemplar, al que siempre puedes recurrir y de los que te ayudan a mejorar como persona.

Ahora, después de tantos y tantos años en la brecha, Enrique se retira. La afición le despide plaza a plaza con la gratitud que se debe a alguien que ha sido parte muy importante de su deleite en la vida. Ahora le toca vivir otra vida, en la que todos los que le conocemos le deseamos la mayor suerte. Seguro que la tendrá.

Creo que Enrique se va satisfecho y en paz con su trayectoria como torero. No es para menos, porque de Enrique Ponce podría decirse aquello que escribió Pármeno sobre Joselito el Gallo: «Es el español que mejor conoce su oficio».

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