![Enrique Ponce: «No habrá corte de coleta. Nací torero y moriré torero»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/04/26/AAPONCE.jpg)
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El maestro Enrique Ponce, el talentoso Ponce, el valiente Ponce, uno de los diestros más largos de la historia, el torero que hizo realidad el sueño de la Valencia taurina de tener un mandón del toreo vuelve a los ruedos tras una pausa de ... tres temporadas. Será por Pentecostés en Nimes y ya hay rum rum de acontecimiento grande, lo que se merece un torero de su dimensión. Será como el propio maestro avisa un 'Hola y adiós'.
-Se vuelve a los ruedos porque falta algo, por ejemplo, rematar una obra inacabada.
-No es mi caso, mi historia como torero está hecha.
-También se vuelve por pasta.
- Tampoco es mi caso, gracias a Dios estamos bien. Es directamente un adiós. Una historia como la mía merecía un final. No lo pensaba hacer ni veía el motivo, pero una vez decidido, espero que sea una cosa bonita.
-Veinte tardes contratadas. ¿Son esas las plazas preferidas, las referentes del poncismo?
-No. He tenido que elegir. Si hubiese sido por eso tendrían que haber sido ochenta o noventa. Me hubiese gustado estar en Zaragoza, por ejemplo, y en Jaén, pero sus ferias caen después de Valencia y lo siento mucho, el adiós será en mi Valencia. De Jaén que también es mi tierra me despediré en la feria de Linares.
-Tendrías que haber ido a Méjico.
-Me lo han ofrecido reiteradamente. Y no he descartado todavía hacer una despedida en esa plaza.
-¿Entra en esas veinte programadas?
-No porque no puede ser por el calendario de la temporada. La última va a ser el 9 de octubre en Valencia. Si finalmente decidiese ir sería luego.
-¿Te cortarás la coleta?
- No. Esa ceremonia no la pienso hacer. Eso es algo que siempre lo tuve claro, no me gusta. No digo que no sea torera porque lo han hecho muchas grandes figuras a lo largo de la historia, pero es un acto que no lo veo conmigo, porque nací con coleta (torero) y me moriré con coleta.
Para charlar de la vuelta, de su carrera, de lo divino y de lo humano, de aquellos años de cuando niño con el abuelo Leandro al frente, de todos los sueños que le acompañaron a él y a toda Valencia que llevaba setenta años esperando a un mandón propio, hemos quedado en su Jaén de adopción. El sol de la primavera aprieta las clavijas y amenaza lo mucho bueno que hicieron las aguas de marzo. Aun así, Sierra Morena está preciosa. Rebosante de vida. A las vacas cuesta distinguirlas en los herbazales de las vaguadas, los sementales están ahítos y los becerros a los que todavía no han apartado de las madres, ya se sienten hombrecitos y te miran en tono desafiante. Es la fuerza de la primavera. Vida en el campo y añado que también sueños. Estamos a la puerta de Cetrina, la finca referencia del maestro Ponce. Todos los grandes de la historia tienen una finca de referencia, me vienen a la mente La Capitana de Antonio Fuentes, la Gómez Cardeña de Belmonte, la Navalcaide de Domingo Ortega, la Villalobillos de Benítez… Hemos llegado puntuales. La portera que en otros tiempos era de hincos y alambres, ahora es de hierro forjado, se le llama cancela y tiene mando a distancia. Lo entiendo como un símbolo de prosperidad, una señal más del triunfo.
Rodeada de olivares y dehesa, desde el primer momento se siente que ha vuelto el pulso torero a Cetrina. La proximidad de la reaparición va calando día a día. Conociendo al amo, se entenderá que todo suceda con absoluta naturalidad. No hay nada calculado, solo surge. Es de ley. Después de tantos años cumpliendo con el toro y con los aficionados no cabía un portazo. Los grandes no se van, no se pueden ir así como así. Hay obligaciones ineludibles y lo mismo que tenía que justificarse tarde tras tarde, año tras año durante más de cuarenta temporadas, llegado el momento tenía que decir adiós. Amor con amor se paga. Y es lo que ha pasado, que el maestro está de vuelta para atender los amores que siempre, toda una vida, le profesaron.
Por todo ello en Cetrina, el primer símbolo de su triunfo, ha vuelto a sonar el teléfono con insistente frecuencia desde todo el planeta toro, hay consultas, se agradecen los ofrecimientos, hay trasiego en la placita de tientas donde ya no crece la hierba, el mozo de espadas mantiene los chismes a punto, la cuadrilla está pendiente, el sastre a lo lejos, me consta, anda aligerando los encargos que los días corren y el maestro quiere estrenar, la agenda de los compromisos periodísticos a tope, la de los compromisos empresariales ya hace días que se cerró. ¡Veinte tardes, no quiero más! es la orden del maestro nada fácil de cumplir ¡Juan, no, ni una más! Y Juan, el amigo de la infancia ahora convertido en apoderado, asiente con resignación.
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-El retiro, asegura, lo ha vivido bien.
-He estado muy tranquilo. No me he aburrido para nada. En Almería, con mi novia, he disfrutado de las cosas de la vida que hasta ahora, por estar en activo y por exigencias de la profesión, no había podido disfrutar. Así que bien.
-Nunca habías dejado de torear, no sé si el descanso habrá sido como imaginabas.
-Al principio lo extrañé, fue como si me faltase algo pero fue una sensación que me duró poco. Aunque no toreaba en las plazas me seguía sintiendo torero, porque uno no solo es torero cuando torea, ser torero va más allá. Es una actitud en la vida, es algo que marca tu forma de ser. Sobre todo, en mi caso, que desde que tuve uso de razón fui torero y me sentí torero. Así que dejar de torear no significó que dejaba de ser torero.
-¿Ese sentimiento te ayudaba o te creaba desazón en la placidez del descanso?
-Desazón nunca tuve en este tiempo. Había un motivo, me sentía muy lleno de todo y eso me ayudó. Y como cuando me apetecía torear, aunque no fuese en la plaza, toreaba, lo llevé muy bien.
-Pensé que cuando salían los carteles de las ferias y no estabas se te revolucionarían las mariposas del ánimo.
-No porque la retirada fue una decisión que tomé libremente. No es lo mismo que te echen o que te tengas que ir porque ya no tenga sentido seguir o porque no puedas torear por algo físico, en mi caso, como dejé de torear porque sentía que tenía que hacerlo y quería hacerlo, nunca sentí esas mariposas a las que te refieres. Te diría que al revés, sentí un poco de tranquilidad y relajación, algo que no había sentido nunca. Date cuenta que hasta ese momento siempre viví con la presión una corrida a la vista. Desde niño fue así y me gustó esa relajación y esa tranquilidad. Fue un descubrimiento.
-¿Tú situación personal te afectó mucho?
-No. No tuvo nada que ver en la decisión de dejar de torear. Ese tema lo manejo bien. Todas las tonterías que se decían no eran agradables, pero... Ni a Ana ni a mi nos gusta ese mundo de la prensa. Tuvimos que aguantar y tragarnos muchas falsedades que se decían, muchísimas opiniones sobre Ana de gente que no la conocía de nada. Eso fue lo que más me dolió y no lo que dijesen de mí, pero en ningún momento nada de eso fue determinante para que yo dejase de torear.
-Fue una tormenta mediática de dimensiones considerables.
-Ella lo paso mal. Yo le decía que estuviese tranquila que el tiempo lo pone todo en su sitio como ha acabado sucediendo. No estaba acostumbrada a eso ni le gusta, como se ha demostrado. La prueba es que nunca hicimos ningún reportaje y cuando nos han sacado ha sido porque nos han sacado, porque nos han cogido una foto y se han puesto a imaginar. No nos gusta, queremos vivir tranquilos, alejados de ese ambiente.
-Ahora comprenderás a los compañeros que volvían a los ruedos.
-A mí no me extraña. Yo no tenía pensado volver y aquí estoy, aunque sea solo para un hola y adiós. Estaba muy bien, tranquilo, feliz, no echaba de menos nada, mi historia como te decía estaba escrita y ya ves. Ahora, si puedo ampliarla y mejorarla, lo haré, pero está escrita.
-Conociéndote estoy convencido que vienes a mejorarla.
-Puedo hacerlo, estoy convencido de ello porque personalmente, íntimamente, estoy muy lleno y eso es muy importante para torear. Puedo sacar de mí muchas cosas bonitas. En esta preparación me veo mejor que nunca.
-¿Mejor que nunca dices?
-Sí, en cuanto al sentimiento, en lo que se refiere a torear bien, desde luego. A lo mejor le podemos dar un remate a esto, pero te insisto mi historia está escrita.
-Y aun así has vuelto.
- Lo hago por lo que me decía la afición. En este tiempo tuve ofertas para volver que rechacé, pero llegó un día que entendí que hacerlo podía ser bonito. Voy a torear para decir adiós a la gente que tanto me ha dado.
La charla se remonta a las tardes clave del maestro, como aquella de Julio en Valencia en la que estoqueó seis toros y todos consideramos que dejó de ser un niño prodigio para convertirse en el gran torero que se auguraba.
-Apenas tenía dieciocho años y cuatro corridas de toros. Fue uno de los días más importantes de mi vida. Hice el paseíllo pensando en que no iba a terminar la corrida. Lo tenía asumido. El objetivo era que se viese mi intención y mi capacidad. Otra cosa no me importaba, ya te digo que estaba convencido de que no iba a terminar la tarde, así de duro fue.
- Hacemos historia. Feria de Julio, Valencia, 1990, lío en los corrales, la corrida la acaban componiendo con tres toros de Paco Galache y tres toros cinqueños de El Toril, Roberto Domínguez y El Soro, en total desacuerdo, deciden no torear y presentan partes de baja, solo queda Ponce en el cartel.
- Juan vino a la habitación a contarme lo que pasaba y que decidiese yo, le dije que adelante, que sí, que mataba yo los seis. Luego ya vistiéndome me llamó a la habitación Luis Álvarez, que también me apoderaba y me dijo que le parecía mucho trago para mi, que la corrida era muy seria, que aun cabía la posibilidad de que entrasen dos toreros de Valencia, pero volví a decir que no, que mataba yo los seis. Recuerdo que antes de colgar me dijo «Pues adelante, olé tus …».
-Al primero le corta las dos orejas, una al segundo, misión cumplida, la puerta grande está asegurada, y rematando el tercero se abren los cielos y comienza a jarrear como si se acabase el mundo. Las cuadrillas y parte del público piden que se suspenda, que está más que justificado, que quedan los tres cinqueños del desencuentro mañanero pero el matador se niega.
- He venido a matar los seis toros y seguimos hasta donde se pueda, les dije.
-Otra tarde clave que el maestro recuerda como definitiva para LAS PROVINCIAS es la de Madrid con el toro Lironcito, cuya cabeza desde entonces campea en lugar de honor del salón de Cetrina.
-Ese día me reconocieron el valor, hasta entonces me miraban como un técnico, un torero inteligente que toreaba bonito.
-En todo ese periplo has estoqueado más de cinco mil toros, dos mil quinientas corridas, lo que nadie más, siendo reconocido como uno de los mejores lidiadores de la historia. Daba la sensación de que no pasabas miedo.
-Pues pasaba mucho miedo, el que no pasa miedo es porque es un inconsciente, pero aprendí a gestionarlo. Me decía, cuando surja el problema ya me preocuparé. Me iba a jugar al golf las mañanas de corrida, me distraía fácilmente, estaba en la habitación como si fuese a torear un tentadero. A veces yo mismo me sorprendía de lo tranquilo que estaba.
-Eso a pesar de las cornadas.
-Tuve suerte. No me cogían mucho, pero cada temporada me llevaba ocho o diez cates gordos, aunque afortunadamente no me herían. Me tiré diez años, mil corridas de toros sin que me pegasen una cornada.
-Eso supongo da valor.
-Ayuda. Pero de repente en un año me llevé dos y gordas. En Sevilla, me metió cuarenta centímetros de pitón y maté el toro y en León me reventó. Esa y la de Valencia en la axila, me llevaron a las puertas de la muerte. Las dos fueron entrando a matar y en las dos maté al toro.
-No es que sea supersticioso, pero mejor cerramos el tema aquí.
- Cerrado.
La charla continuó en la placita de Javier Moreno, en Guarroman, una becerra, dos, tres… el maestro está fino, los capotes vuelven a volar templados, la muleta se impone sin estridencias, el toreo convertido en delicadeza, la lidia es geometría, elegancia, quedan prohibidas las crispaciones… el propio maestro se emociona, se gusta. Cuarenta años sin perder la pasión no deja de ser un milagro.
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