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JOSÉ LUIS BENLLOCH
Valencia
Lunes, 25 de marzo 2019, 13:47
Enrique Ponce ha vuelto a pagar con sangre su gloria de torero grande. Siete días después de la cornada de la Feria de Fallas, sigue hospitalizado. Todo, me dice, marcha bien. El tono de voz denota entereza. Caído pero entero. Te siento bien, le digo. «Es lo que trae el toro», me advierte cuando comenzamos a charlar. «Unas veces trae triunfos y otras dolor, y esta vez, ya ves...». Él, que es torero por naturaleza, en realidad desde muy niño se supo que había nacido torero, lo tiene así de asumido aunque no pierde de vista la realidad. «Y otras veces, José Luis, otras veces, hasta mata, es algo que no podemos cambiar, forma parte de su autenticidad. Esta vez ha sucedido lo que todos sabemos. Una pena porque me encontraba artísticamente muy bien».
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En los silencios de la habitación del hospital donde sigue ingresado le ha puesto fecha a la vuelta, con realismo pero sin más plazos de los imprescindibles. «Agosto es el objetivo. Para entonces se cumplirán cinco meses de la cogida. Ese es el objetivo a perseguir. A ver qué pasa. De momento he dicho que me hagan las ferias de agosto».
-No habrá precipitaciones pero es bueno tener una referencia e intentar alcanzarla. Ese es un plazo razonable si las cosas van bien. Antes sería una barbaridad y no vamos a hacer barbaridades. El ligamento cruzado hay que curarlo bien.
-Estoy tranquilo y mentalizándome para lo que me espera estos meses. Aquí me tienen controlados los dolores, a ver si me quitan las vías. A ver si por vía oral es suficiente. Ya me han mandado unos ejercicios, son como si apoyase pero sin apoyar. Los médicos están contentos, me dicen que la extensión de la pierna la tengo completa y que la encojo bien.
Paloma, su mujer, que sabe desde siempre lo que supone ser la esposa de un torero, no se ha separado de la cabecera de la cama en ningún momento. Por descontado, que no hay reproches pese al disgusto, sabe perfectamente que el toreo trae estas cosas. Las niñas, Palomita y Bianca, le han visitado varias veces y le han puesto una sonrisa al dolor. «Ahora están contentas porque no puedo torear y me van a ver más estos días. Ellas saben lo que hace su papi... y no me fuerzan a hacer otra cosa».
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Temporada
Las llamadas telefónicas y las muestras de apoyo se suceden de todas partes del mundo y desde todos los niveles sociales, entre otras las del Rey Emérito que le llama con frecuencia y a diario y le ha comprometido para ir juntos a los toros este San Isidro, para que no falte aunque sea en este caso desde la berrera.
La operación duró cinco horas y dicen que ha salido muy bien. Le han puesto, repasa en voz alta, una placa en la tibia, se la han sujetado con tornillos porque se había desplazado dos centímetros hacia abajo. «Han tenido que intervenir también el cruzado, el lateral interno, el menisco externo, que estaba hecho polvo, el interno algo menos pero tenía un toquecín...», me lo ha recitado de memoria. «Todo menos el posterior, menos mal que no se rompió ese también, menos mal». Le escuchas el parte de guerra y entiendes a la perfección lo que significa aquello que definió el doctor Villamor como «una rodilla catastrófica».
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El maestro venía arrastrando una lesión grave, una rotura del cruzado anterior, de la que se había resistido a pasar por el quirófano con la esperanza de que una musculación y fortalecimiento adecuado del cuadriceps le permitiese darle un quiebro a la cirugía como había logrado hacer su amigo Raúl que jugó varias temporadas al máximo nivel con esa misma lesión.
Reaparición
-El doctor me ha dicho que al abrirme la rodilla lo había encontrado en muy mal estado y hubo que operarle. Que necesariamente tenía que tener molestias y sí, es cierto que las tenía, me daban pinchazos, pero aguantaba.
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-Bueno... Lo que pasa es que si me operaba me hubiese perdido la temporada de México que fíjate como ha sido de buena y me hubiese perdido las fallas y no estaba dispuesto a eso. Torear en esas condiciones era un riesgo pero había que asumirlo. La pena es que el toro me echó muy alto y al caer se me fue la rodilla.
-Eso nunca se sabrá pero debió ayudar. Me echó muy alto, yo vi hasta donde me subió, vi la plaza entera. Si lo hubiese tenido bien a lo mejor no me rompo tanto, pero desde esa altura te puedes romper tengas la rodilla como la tengas.
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-Porque no fue un buen toro y yo estaba delante de él como si lo fuese, casi como si fuese una becerra. Los pitones me pasaron rozando en varias ocasiones e incluso alguna vez me dio con la pala de pitón en las piernas, pero quería salir en hombros como fuese.
Enrique recuerda con detalle toda la secuencia de la cogida.
-Después de la serpentina, quise ligar con el pase de pecho, me quedé en el sitio y me vio. Ya no hubo solución, fue todo muy rápido. Desde ese mismo momento me tenía fichado, me dio la cornada del glúteo y me lanzó hacia arriba.
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-Cuando estás en el suelo es muy peligroso. Ahí te pueden herir fuerte. Contra el suelo el pitón hace más presión y además no puedes escapar, estás a merced, a lo que Dios quiera.
-Yo miré y vi la cara del toro en mi cara. Fue tremendo pero al instante desapareció tras el vuelo del capote. Fue milagroso. Mis hombres estuvieron espectaculares en el quite.
-Cuando te cogen los toros puede ser por varias razones. A mí me cogió porque tenía media puerta grande abierta. Había cortado la oreja del primero y necesitaba cortar otra. Y aunque el toro no era bueno, lo estaba moviendo bien y hasta parecía mejor de lo que era...
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-Yo estoy andando muy bien en estos momentos, muy confiado, diría que mejor que nunca, pero por encima de eso un toro te agarra en nada, en menos que cuesta contarlo. Aunque el otro día hubo un momento en que casi me escapo.
Y vuelve a rememorar el fatal momento.
-Primero me lanza un derrote al pecho y me desequilibra un poco. En ese instante, si no saca la saña que llevaba dentro, si no sigue haciendo por mí, no me la pega, pero me siguió y ya no me escapé.
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cornada
-No. El toro cumple con su obligación de embestir y esto son cosas que ocurren. ¿Qué vas a hacer?... Hay que asumirlo como he asumido todos los percances que he tenido. ¿Sabes lo que más rabia me da?
-Que estaba en un momento fenomenal y tengo que parar, pero volveremos con más fuerza.
-Lo vas a ver.
-Ya... pero nos quedan unos añitos buenos.
-Yo trato de mantenerme fresco. No es fácil, te diría que es lo más difícil, pero para eso entreno y para eso vivo en torero. Si no, ya estaría en mi casa hace años.
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-No sé, pero el otro día me pasaban los pitones muy cerca.
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