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En septiembre del pasado año, el Museo Nacional del Prado publicó un informe provisional de Ana Martín Bravo, jefa de Documentación y Archivo, y María ... Luisa Cuenca García, jefa de Biblioteca, que recogía un total de 62 obras en sus colecciones provenientes de incautaciones, fruto de la larga serie de calamidades registradas en España durante el siglo pasado que tuvieron su triste cúspide en la Guerra Civil y demás episodios sangrientos de aquel conflictivo momento. Hoy, la pinacoteca madrileña exhibe esas piezas, anota que al menos una de ellas ha demostrado no tener este origen irregular y anuncia la apertura de una línea de investigación que arrojará en el futuro «datos definitivos sobre la procedencia de estas obras». Una curiosa historia con apellidos valencianos: en esa relación de piezas artísticas brillan las firmas de Sorolla, López Portaña y Domingo Marqués, tres maestros nacidos junto a esta orilla del Mediterráneo. Más sorprendente, por inesperada, es la presencia de dos óleos también con ADN valenciano: lo firman los Osona, Rodrigo y Francisco. Rodrigo, padre de Francisco, fue un pintor de extrema influencia italianizante, que desarrolló su obra entre 1440 y 1518. Patriarca de una rica saga de artistas, la autoría de alguna de sus creaciones arroja ciertas sombras de duda porque se suelen confundir con, por ejemplo, las de su hijo Francisco (1465-1514), fallecido antes que él.
A ambos atribuye el Prado estas dos sencillas pero bellísimas tablas, que el investigador valenciano Vicente Samper, doctor en Historia del Arte y probablemente uno de los principales expertos en la obra de aquella fecunda saga de artistas, sitúa como partes de un retablo ya desaparecido, de procedencia ignorada. La primera, una 'Natividad', está datada en 1490. Se trata de un óleo sobre tabla (de delicadas dimensiones: 78 x 44 centímetros), que representa una escena muy popular en la iconografía renacentista: La Virgen María y San José oran de rodillas junto a Jesús recién nacido, acompañados por tres ángeles que arropan al Niño. «Tres pastores se asoman desde el exterior por las ruinas del portal y, al fondo, quedan representados el buey y la mula», añade la ficha que aporta el Museo en la descripción. «Tanto el paisaje idílico, como las arquitecturas típicas de las ciudades del norte de Europa, la composición, los colores gris azulados utilizados y el hieratismo de las figuras con ropas de pliegues acartonados, remiten al estilo hispanoflamenco en el que inicia su formación Rodrigo y que asimila su hijo Francisco».
Según el Museo, esta obra es compañera de otra conocida como 'La Adoración de los Magos', también conservada en las colecciones del Prado. «Probablemente proceden del retablo mayor de la iglesia de Santa María de Alicante», aventura la ficha. En el caso de esta segunda obra, el Museo desvela que su propiedad responde a una trazabilidad que detalla en el catálogo de la exposición y que se corresponde con los avatares que sufrió su hermana, la Natividad del anterior párrago: en 1937, el dueño de ambas estaba identificado como Gonzalo Rodríguez, con domicilio en la calle Serrano 100 de Madrid; ese mismo año, la pareja de obras pasó a las manos de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, una institución creada por la II República para asegurar la supervivencia de esos tesoros del patrimonio español, hasta que con la dictadura se convirtieron en propiedad de una entidad franquista, el llamado Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional.
La obra que representa la Adoración según los Osona obedece igualmente al canon de la época: fechada también en 1490, vemos a la Virgen María, junto a San José, sosteniendo en su regazo a Jesús recién nacido «mientras el rey Melchor besa el pie del Niño y Gaspar y Baltasar depositan sus regalos sobre una bandeja», como señala la ficha del Museo. «Esta tabla es deudora de modelos flamencos tanto en el diseño del grupo de personajes como en las arquitecturas y el paisaje», añade el Prado, que apunta que un detalle del cuadro (Gaspar depositando el copón en una pequeña mesa redonda) señala hacia Dirk Bouts, un artista flamenco muy célebre en su tiempo. «Son innegables también las semejanzas con obras de Bartolomé Bermejo», un pintor activo en Valencia a finales de la década de 1460, una fecha que sugiere la posibilidad de que estuviera en contacto con los Osona.
Para Samper, esta pareja de piezas representan «una buena muestra del arte de los Osona, una de las más importantes sagas dentro de la destacada pintura valenciana del XVI, tan representativa de lo que se hacía en esa época, y por otra parte tan bien representada en el Museo del Prado». Y añade: «Ambas escenas, tanto la Natividad como la Adoración de los Magos, también llamada Epifanía, siguen perfectamente la iconografía habitual de dos momentos íntimos ocurridos tras el nacimiento del Niño Jesús, tal y como nos lo narran los Evangelios».
Las conclusiones del estudio encargado al catedrático y profesor emérito Arturo Colorado Castellary, experto en patrimonio y Guerra Civil, y en el que han colaborado Alberto García Alberti e Ignacio González Panicello, elevan a 70 la cifra de obras que se encuentran en sus fondos procedentes de incautaciones a las que se podrían sumar, tras una investigación interna, 7 medallas y 89 dibujos cuya procedencia en origen es desconocida. En su investigación, Colorado destaca que es importante, para contextualizar históricamente estas entregas, diferenciar claramente entre las obras enviadas para su conservación a los almacenes de los museos del Prado y de Arte Moderno por la Junta del Tesoro Artístico republicana durante la guerra y las adscritas en depósito a ambos museos por el Servicio de Defensa del Patrimonio franquista en la posguerra. En los casos en que ha sido posible (23 de estas obras se hayan en un estado de conservación que hace imposible su identificación), se ha localizado la documentación justificativa que constituye la base para trazar el periplo que siguieron, desde su incautación hasta su llegada al Museo del Prado.
Los datos de procedencia, obtenidos tras la consulta de documentos de archivo o de las etiquetas y anotaciones presentes en los reversos de las piezas, han permitido trazar el periplo de estos objetos artísticos, información que el Museo pone a disposición de investigadores y ciudadanía a través de su página web. La exposición se puede ver en el Prado hasta el 2 de mayo.
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