Sin melindres. Ausente de cualquier edulcorante emocional. La vida entonces era otra cosa. Tan distinta a la de hoy, que a la muerte se le ... rendía culto. No se había inventado la liquidez existencial y el dolor buscaba plañideras que lloraran ante féretros envueltos en flores que bien merecían su inmortalización, ya fueran adultos o niños a quienes la parca había venido a buscar. Y qué mejor medio para conseguirlo que un retrato al óleo o una fotografía que plasmara el tránsito. Éstas instantáneas que hoy tienen un gran valor documental como demuestra la colección que posee el experto en fotografía Rafael Solaz. Un recorrido de imágenes que se convierte en objeto de una exposición de muerte y arte promovida por la Universitat de València que abrirá sus puertas el 27 de marzo a partir de los fondos del experto.
Publicidad
La parca se revela como tema en el que el arte de la fotografía se detuvo, sin perder de vista que también grandes pintores inmortalizaron la muerte de la infancia en sus lienzos. El propio Sorolla cuenta con ejemplos como el de su primer retrato documentado, el de un niño fallecido en 1879. Y en 2019 se descubrió un inédito del maestro de la luz que recoge a una niña que en su cama se debate entre la vida y la muerte.
Sin dejar el siglo XIX la historia del arte traslada al pintor José Mongrell. En 1897 pintó 'Muchacha muerta rodeada de flores'. Rafael Solaz apunta en la dirección de otro campo artístico como es la literatura para citar que en la obra de Blasco Ibáñez «hay referencias a esa figura que en la cultura popular valenciana se conocía como 'albaets'». Y refiere que también Pinazo extrajo de su paleta ejemplos de la mirada del arte a la parca.
Contar con una pintura del ser querido, sobre todo si era niño, en su lecho de muerte era indicativo de clase social, estaba vinculado a las familias con posibles de la época. Pero llegó la fotografía -de menor precio- para democratizar esa posibilidad, aunque como apunta el comisario de la exposición 'Muerte y duelo', en sus primeros tiempos seguía siendo indicativo de clase social.
Publicidad
No todos podían permitirse acudir al estudio del fotógrafo o llamarle para que acudiera a la casa del difunto: las dos modalidades de fotografía de la muerte que, según Solaz, se practicaban. «Era frecuente acercarse al estudio porque allí el fotógrafo contaba con los medios para la iluminación», apunta Solaz. Y basta contemplar las instantáneas que aquel tiempo legó al presente para descubrir los escenarios recreados en la casa de los retratistas que, en no pocas ocasiones adjuntaban a sus tarjetas de presentación que se hacían fotografías de difuntos.
El aviso era un valor añadido para el artista de la instantánea. Pero no se debe pensar que quede demasiado lejana la práctica. «Hay fotografías de este tema que prueban que en el año 1966 todavía se hacían», apunta Solaz. Es una fecha que a los ojos de la Historia retrotrae casi al otro día.
Publicidad
¿Por qué estos encargos que hoy resultan tan llamativos? Era la manera de contar con algún recuerdo del finado en una época en la que quedaba muy lejos disponer de tantas fotografías como las que hoy permite conservar el almacenaje de un teléfono móvil. No es impensable que hubiera personas a quienes el fallecimiento las sorprendiera sin foto propia en el álbum familiar. Y cuando se trataba de niños, dado el escaso tiempo que la vida les había regalado, «era posible que fuera la única foto que pudiera conservar la familia».
En unos días, los valencianos tendrán la oportunidad de reencontrarse con estas realidades creativas que son más que retratos de la muerte. Sin duda son instantáneas de una cultura, de una forma y unas condiciones de vida. La exposición 'Muerte y duelo' se mostrará en la Facultad de Medicina de la Universitat de València, casa en cuya sala de disección un aforismo cincelado sobre lápida de mármol sentencia: «Este es el único lugar en el que la muerte ayuda a la vida», una y otra corren parejas.
Publicidad
Solaz, titular de una envidiable colección de imágenes, cuenta con unos 300 retratos de muerte, de los que «entre treinta y cuarenta imágenes», como él mismo apunta, llenarán de contenido la propuesta 'Muerte y duelo'.
Con ese material la sala escogida se convertirá en una suerte de morgue en la que el espectador que se atreva a recorrerla encontrará imágenes que con seguridad le impactarán. Una niña para quien su último día llegó demasiado pronto contemplada por los suyos, los mismos que para despedirla la cubrieron de flores y llamaron a un fotógrafo para recoger el momento. Una madre que en su regazo sostiene al bebé que la parca le ha arrancado ofreciendo apariencia de que duerme un sueño del que despertará cuando abandonen el estudio fotográfico. O la pequeña que, con el rostro raído por heridas incurables, duerme el sueño eterno sobre una cama vestida de puro blanco con la cabeza tocada de angelical corona de flores.
Publicidad
Y una madre rodeada de sus hijos, un cuadro al que las posibilidades técnicas del momento sobrepone la imagen del padre ya ausente reproducida en un óvalo. O el cuerpo sin vida de un adulto en su lecho de muerte ataviado con el traje escogido para el último viaje, y que quizás fuera el único que habían podido lucir en su vida. El registro de una técnica que el tiempo convirtió en arte y que ya era heredera de la creatividad artística sobre óleo a lo largo del mundo con manifestaciones en estas tierras.
Suscríbete a Las Provincias: 12 meses por 12€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Siete años de un Renzo Piano enredado
El Diario Montañés
Publicidad
Te puede interesar
Siete años de un Renzo Piano enredado
El Diario Montañés
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.