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Ese testigo al nacer y que con el paso de los años se convierte en notario del tiempo que es la fotografía vuelve a ganar protagonismo en el patrimonio valenciano. Cerca de seiscientas imágenes procedentes del archivo Castells Sales se han incorporado a los fondos de la Biblioteca Valenciana Nicolás Primitiu dejando resguardada la memoria de la Valencia de los años veinte, como esta mañana ha dado a conocer la Generalitat.
Imágenes que descubren calles, los comercios que las habitaron, la moda que vestían y las costumbres que animaban a quienes las transitaron, los vehículos que las recorrían sobre trazados urbanísticos que en ocasiones ya son historia y en otras todavía invitan al juego de buscar las coincidencias. Allí están los raíles de aquel viejo tranvía -que recientemente ha vuelto a la actualidad ante la reforma de la plaza de la Reina-, el puerto de aquella incipiente industrialización de la ciudad, la mirada a manifestaciones festivas presididas por las Fallas y al paisaje de los pueblos de la provincia. También la mirada doméstica a una cultura a través de los encuentros de la familia Castells Sales, los donantes de la colección.
No cabe duda de que la documentación gráfica que acaba de llegar a la biblioteca que acoge el antiguo convento San Miguel de los Reyes es una gran aportación al patrimonio cultural valenciano. La riqueza del archivo Castells Sales como testigo de la historia de la patria chica, trasciende la geografía valenciana. La colección donada, que ahora se someterá a proceso de digitalización, invita no sólo a viajar por el cap i casal de los años veinte. También ofrece pasaje para transitar por otros parajes de España, por la vecina Francia, por Bélgica y por la fervorosa Tierra Santa.
Y más allá de conocer la historia de la ciudad y su gente, o los países visitados, la colección ofrece un viaje a la trayectoria de esa práctica ya indiscutiblemente unida al concepto de arte que es la fotografía. Las 34 cajas y los dos sobres que componen el legado encierran placas fechadas entre 1920 y 1930 y dos visores de madera específicos para poderlas ver en relieve. También 585 cristales de 6 × 13 cm (165 negativos y 420 positivos), 29 negativos en celuloide, y 15 positivos sobre papel completan el nuevo tesoro que se entregan al servicio de la investigación histórica y cultural. Ahora se pondrán los medios necesarios para garantizar la conservación, la organización, el funcionamiento y la difusión del material donado. La digitalización será el primer paso.
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