Era diciembre de 2022 cuando el Museo del Prado anunció la adquisición de un excepcional cuadro del valenciano Joaquín Sorolla para los fondos de la pinacoteca nacional. El valor, 80.000 euros, y la singularidad de esta adquisición estaba en que la obra, un ... retrato del historiador del arte riojano Manuel Bartolomé Cossío -fechado en 1908- que con la compra efectuada por el centro regresa a España tras haber salido durante la Guerra Civil. Además, la pieza se instaló junto a otra serie de retratos para una exposición con la que el Prado se adelantaba al Año Sorolla y mostraba las piezas del maestro de la luz recopiladas en una exposición.
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Sin embargo, y aunque la adquisición se anunció en 2022 y el cuadro se presentó a finales de ese año, por paradojas de las burocracia, al menos en lo que se refiere al procedimiento administrativo, fue hace pocas semanas cuando se publicó el acuerdo de adjudicación de la operación. Cabe destacar que, como recoge la información del Museo del Prado, este cuadro fue un regalo del propio Sorolla a su amigo Manuel Bartolomé Cossío, fallecido en 1935. A su muerte, la obra ha ido pasando de padres a hijos hasta pertenecer a las hermanas Natalia y Margarita Jiménez Tenenbaum y Carolina y Alejandra Jiménez von Humboldt, a quienes ahora, como recoge la resolución publicada en la Plataforma de Contratación del Estado, se les ha abonado 20.000 euros a cada una.
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Carmen Velasco
En el largo proceso administrativo que hace efectiva la compra del museo (realizada con sus propios fondos económicos) hay aspectos curiosos y que llaman significativamente la atención. En todo el camino corrido para una institución pública haga una operación de estas características, que según los documentos comenzó a fraguarse en 2019, se detectó un posible fraude cuyo conocimiento se añadió al expediente de adjudicación. En los documentos, justo en un apartado, se recoge que «el Museo Nacional del Prado ha tenido conocimiento que los candidatos y licitadores de los contratos públicos reciben correos electrónicos fraudulentos en los que se suplanta, bien la identidad Museo, solicitando la remisión de las facturas en formato PDF con carácter previo a su envío a través de FACe, bien la identidad de la Plataforma de Contratación del Sector público (PLACSP), o bien la del Responsable del Órgano de Contratación (ROC), con objeto de que la empresa adjudicataria ingrese la garantía definitiva en una cuenta corriente o emita la correspondiente factura y la envíe al ROC para ser objeto de revisión». Es decir, que el centro artístico se había dado cuenta de que alguien suplantaba su identidad. Es más, en otro documento adjunto advertía: «Recuerde que el Museo Nacional del Prado sólo envía correos electrónicos a operadores económicos desde el dominio @museodelprado.es». Y también pedía lo siguiente: «si ha recibido un correo desde otra dirección de correo electrónico diferente, por favor, comuníquelo a contratacion@museodelprado.es y no realice ninguna de las acciones que le indiquen.
Se desconoce si esto supuso algún quebradero de cabeza tanto para los responsables del museo como para las propietarias de la pieza, pero a tener de la formalización del contrato que se hizo en enero, todo se ha resuelto con normalidad.
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El Prado ingresó en sus fondos un genial cuadro que era el segundo retrato que el artista valenciano realizaba a su amigo Manuel Bartolomé Cossío (Haro, 22 de febrero de 1857-Collado Mediano, 2 de septiembre de 1935). Este historiador del arte ya había sido retratado por Sorolla. Según cuenta la web de la pinacoteca, en diciembre de 1905 el artista había pintado un primer retrato de su amigo, que expuso en 1908 en la muestra monográfica organizada por las Grafton Galleries en Londres. «Allí lo vio Archer Milton Huntington, que quiso inmediatamente adquirirlo para la Galería de Españoles Ilustres que pensaba formar en la Biblioteca de su proyectada Hispanic Society of America. Cossío no puso reparos para ceder la obra y, al término de la exposición, Sorolla le pintó un nuevo retrato, que le regaló», señalan desde el Prado. Y dan más explicaciones: «Como había hecho en el primero, reservó la franja inferior para disponer allí el nombre del efigiado y, en este segundo, agregó la fecha, que era significativa, pues se trataba del mismo año en que se había publicado la monografía que Cossío había escrito sobre el Greco, que supuso una gran aportación a su conocimiento». «En lugar de sostener un libro, como aparecía en el primer retrato, en este segundo el volumen aparece sobre la mesa, justo debajo de la imagen de El caballero de la mano en el pecho, de modo mucho más desahogado que en la primera obra, en la que el efigiado ocultaba parcialmente la imagen grequiana. Cossío parecería así una especie de figura equivalente a lo que suponía en el imaginario de la cultura europea el caballero español pintado por el Greco».
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Este homenaje a su amigo y al Greco es considerado como «uno de los mejores retratos de Sorolla». Es más, el propio director del museo, el valenciano Miguel Falomir, cuando se adquirió la pieza, aseguró que la idea del centro madrileño era situar esta pieza junto a la obra del Greco 'El caballero de la mano en el pecho', relacionando así ambas figuras. «Cossío fue importante por mil razones, pero también por la de historiador de arte: el museo también lo hacen los historiadores y, sin Cossío, probablemente el Greco no estaría en el Prado», indicó. Por su parte, Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX del Museo del Prado, aseveró que en ese retrato de Cossío «no solo se homenajea al Greco, sino que hay una herencia de Velázquez en los grises y negros e incluso a Goya, como se observa en los rebordes. Hay una confluencia de grandes maestros para practicar la pintura moderna», concluyó.
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