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Se aproxima el gran ayuno taurino de Valencia. Mayo, la Virgen, el festival pro dana y vaya usted con Dios, c'est fini, adéu, hasta ... las próximas Fallas. Largo me lo fiáis. Por mucho que los objetivos sean muy nobles, se trata de la necesaria mejora de las instalaciones de la plaza, no logran disimular la sensación de desamparo taurino que produce semejante vacío cuanto más necesaria se hace la atención directa (vale también atención asistida) al toreo y sus gentes en medio de la beligerancia de las instituciones y cenáculos anti que siguen utilizando la tauromaquia como señuelo, en este caso vendría mejor decir muletilla o engaño para desviar la atención sobre temas realmente importantes en los que va el futuro y el prestigio de la democracia y del país. Pero no hay que irse a esas alturas para que los aficionados anden con el ceño de la desilusión fruncido.
A partir del segundo domingo de mayo en Valencia al toreo y más exactamente a la feria (no hace tanto, referencia en su género) le han quitado el respirador. Ya veremos si luego es innecesario. Es una terrible posibilidad. En territorio más doméstico, en el de la economía social y prestigio taurino, se acaba de perder con Santander el pulso por ser la feria referente previa al tórrido agosto. Se trata de una derrota en favor de aquella ciudad y del prestigio de sus autoridades que se empeñaron en llevarse los beneficios económicos y sociales que aporta una gran feria y se los han llevado.
El origen del caso que nos ocupa está en un desmesurado conservadurismo o sentido de la tranquilidad de los técnicos. Esa es la sensación que habita en la calle. «Hay que asegurar la celebración de las próximas corridas de Fallas, hay que llegar con todo a punto a marzo», se dijo en rueda de prensa. Una sensación que los aficionados traducen como desconsideración taurina, que se ha disparado después de comprobar el calendario de obras e inversión en la plaza de Madrid, cuarenta millones en cinco años sin interrumpir aquella temporada tres veces más extensa que la valenciana. Alguien se la ha jugado al toreo, a los aficionados y a la administración provincial que de venir mostrando su respaldo al toreo y no creo que haya hecho renuncia de ello, con todo lo que representa para su prestigio y coherencia ideológica, ha quedado en entredicho. Cosas veredes. De momento persianazo de lo más doloroso: fuego amigo, orfandad, desidia, desabrigo, pandemia, todos a casa...
Ese ruido de sables ajenos a la propia Fiesta no sería justo que orillase la resaca de las pasadas Fallas, dulce en muchos aspectos no tanto en otros, ni tampoco que el furor pro Roca Rey, merecido, disimulase la rebelión de Tomás Rufo ni el esfuerzo de Román que defendió su cartel con uñas y dientes, y mucho menos el salto adelante de una nueva generación de novilleros que recargaron en Valencia el crédito de sus tarjetas artísticas. Desde las pasadas Fallas el cartel de los Mene, Aarón, Zulueta, Torrijos o Simón, teniendo en cuenta que Marco Pérez ya está prácticamente en la otra parte del río novilleril, adquiere rango de gran esperanza en un momento en el que más falta hace la renovación en un escalafón especialmente añoso. No digo que haya que eliminar a los actuales ases, sería cruel e injusto, pero sí hay que comprometerlos más y el que más interese adelante.
Castellón con su Magdalena 2025 ha sido la segunda etapa importante de la temporada con resultados muy a tener en cuenta. En el ámbito ganadero el triunfo de La Quinta, indulto incluido, viene a confirmar que el triunfo de Valencia no fue casualidad y la divisa referente del encaste santacoloma se afianza en ese ámbito actual excesivamente endogámico que genera el dominio del encaste domecq por mucho que los actuales ganaderos vayan personalizando los distintos hierros y diferenciándolos entre sí. Aun teniendo en cuenta que en ganadería nunca hay triunfos definitivos, sí hay señales buenas o malas y en este caso son muy buenas.
En cuanto a los espadas, lo más significado, con diferencia, lo firmó Juan Ortega que cuajó una actuación de ensueño por lo que le hizo al toro, exactamente por lo que todos vimos o creímos ver que le hizo, que el toreo no se mide por otra cosa que por lo que te pellizca la sensibilidad, por la capacidad de seducción y Ortega deslumbró y sedujo. Así que Castellón se puso de su bando. ¡Qué bonito! Morante anduvo por el mismo camino sin pasar de las insinuaciones y los esbozos, aunque en su caso tampoco necesita mucho más para cautivar. Y en bando más bullicioso el espectáculo de Ferrera y el toro Ruiseñor le ganó la mano y el corazón a los aficionados.
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