–¿En qué momento se decidió por ser artista?
–De pequeña era muy estudiosa y además se me daban muy bien las asignaturas de plástica, lo manual. Mi familia, al verme, sabían que me iba a dedicar a ello. Luego hice el bachillerato de artes y, después, la carrera de Bellas Artes. También, Restauración y Conservación de Bienes Culturales y el máster de profesorado. Buscaba otras alternativas porque después de la carrera de Bellas Artes surge la pregunta: ¿ahora qué? Y en la universidad tampoco te enseñan a enfrentarte al mercado laboral. Pero lo pensé mucho y decidí dedicarme al arte porque si encuentras un trabajo, luego es más complicado arriesgarte a dejarlo y tomar tu verdadera vocación. Así que tomé esa decisión.
–¿Qué caracteriza su producción artística?
–Antes creía que lo interesante del arte era sacar la mimética de la realidad y por eso me enfocaba más en la figuración. Pero luego llegó a mi vida la abstracción y le dio un sentido. Cuando empecé a investigar materiales vi que era muy diferente de lo que hacía todo el mundo. Se me miraba con ojos escépticos.
–¿De ahí llegó al arte comestible? ¿Cómo es posible que se pueda comer una obra de arte?
–Eso empezó gracias a un vídeo que se hizo viral, porque creo que estar activo hoy en día las redes sociales es indispensable, en el que yo apostaba por un arte que conectara con cualquier edad. En él mostraba mi forma de trabajar con diferentes texturas y algunas de las críticas dijeron que no hacía arte, que hacía pasteles porque trabajaba con masas de colores espumosas... Pero eso eran productos químicos, no se pueden ingerir. Hasta que di con el carbón dulce, el que se regala en Reyes. Decidí ponerle colores y crear una instalación efímera que se pudiera comer y que las personas pudieran interactuar y llevarse dentro un pedazo de arte.
TRABAJO
«Hasta que no vendes obra no obtienes beneficios pero antes has hecho una inversión previa»
–Esas creaciones hicieron que se llevara el premio del público en el certamen de las galerías Abierto Valencia...
–Es que esa obra estaba pensada justamente para interactuar con el público, que se sintiera identificado y acogido. Además, la instalación también estaba llena de espejos para que la gente se grabara comiéndose la obra. Colaboré con una repostera, 'Desayúname', de Alzira, que elaboró un bizcocho con alimentos naturales y la misma textura.
–¿Qué ha significado el reconocimiento?
–Te anima a seguir trabajando porque el arte es como una montaña rusa de emociones. Trabajas mucho, te lo curras y esperas mantenerte en el tiempo. Así que los premios ayudan a que tu nombre resuene en el sector.
–¿En Valencia hay oportunidades para los creadores emergentes? ¿El camino es duro?
–Creo que sí hay oportunidades, que salen. Pero si tomamos esto como un trabajo a tiempo completo, con todo lo que le dedicas, no hay suficientes oportunidades que te den los recursos necesarios para sustentar un trabajo. Esta no es una profesión remunerada. Hasta que no vendes obra no obtienes beneficios y antes has hecho una inversión previa para los materiales. Aunque es verdad que hay galerías como Cuatro que sí apuestan por los jóvenes creadores. Pero algunas sólo exponen a gente más consagrada.
–Y las administraciones públicas, ¿le han abierto las puertas?
–Cada vez voy viendo más cosas por parte de las administraciones y son por convocatoria. Un jurado es el que te elige y estamos los creadores jóvenes compitiendo entre nosotros. Además, para llegar a esa oportunidad, primero tienes que hacer esa inversión previa. En muchos concursos, las bases dicen que ellos no se hacen responsables si la obra presentada sufre algún daño. A mí me las han llegado a devolver piezas estropeadas.
–En la producción artística de Gemma Alpuente tiene cabida la Inteligencia Artficial (IA) aunque cada vez son más las voces que alertan de los peligros contra la creatividad y los derechos de autor. ¿Cómo se mueve en este debate?
–Yo he utilizado Inteligencia Artificial para unos NFT en los que, a partir de unos imágenes que había modelado con ilustración digital, poder animarlas. La IA nos puede servir como herramienta en algunas materias. Es útil pero no puede ser un sustitutivo de la creatividad ni de la imaginación. Ni mucho menos puede mostrar lo que el artista lleva dentro.