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La artista Gemma Alpuente, quien vio arrasado su estudio, batalla por volver a la normalidad cultural. IRENE MARSILLA
Los intentos de la cultura para salir del barro

Los intentos de la cultura para salir del barro

La librería Passarella de Picanya, la Unión Musical de Aldaia, el teatro de Catarroja o la artista Gemma Alpuente pelean por volver a la normalidad entre la esperanza y la falta de ayudas

Noelia Camacho

Valencia

Jueves, 30 de enero 2025, 01:10

Quizás uno de los golpes más duros de la dana ha sido el recibido por los profesionales y las instituciones del mundo de la cultura. Casi tres meses después de la tragedia, la palabra reconstrucción impera en el vocabulario de libreros, artistas, actores, músicos o gestores. Queda mucho por hacer. Y por recibir. Las ayudas no han llegado o apenas lo han hecho con cuentagotas. La solidaridad, mucha, no es suficiente para retornar a la actividad creativa, teatral, literaria o musical. Muchos, muchísimos, son los ejemplos que ponen de relieve lo difícil que es el regreso a la normalidad. LAS PROVINCIAS ha puesto el foco en cuatro, tanto profesionales como entidades, que afrontan un futuro incierto, complicado y difícil. Eso sí, si en algo coinciden es en tener esperanza, en luchar contra viento y marea para mantener la actividad.

Insistimos: no está siendo fácil. Pero la artista Gemma Alpuente, que vio arrasado su estudio en Algemesí, ha exhibido algunas de esas piezas llenas de barro. En el Auditorio de Catarroja, el TAC, trabajan ya para intentar retomar la actividad. Como la Unión Musical de Aldaia, cuyo local se vio devastado, pero están en la pelea de volver a tocar. O la librería Passarella de Picanya, que no piensa en tirar la toalla. Cuatro ejemplos que anhelan el regreso de la cultura y, sobre todo, volver a acercarla a los ciudadanos.

El TAC de Catarroja, sin actividad desde la dana. IRENE MARSILLA

TAC de Catarroja Devastado por la riada

Un teatro del que aún se saca agua y que prevé abrir en un año

La riada bajó el telón del Auditorio de Catarroja, el TAC. De ese sótano aún se continúa sacando agua, como confiesa Enrique Fayos, de Olympia Metropolina, la empresa que gestiona este teatro municipal. Los daños en este escenario, un espacio que articulaba la vida cultural de esta localidad con una oferta plagada de nombres de la escena, son muy cuantiosos. Tanto, que se estima, según el propio Fayos, que la reparación del teatro costará cinco millones de euros.

«La reconstrucción no depende nosotros sino del Ayuntamiento, de que lleguen ayudas del Estado, de la Unión Europea... pero existe buena voluntad, hay predisposición», cuenta este gestor teatral. ¿En qué estado se encuentra el TAC? La realidad es casi dos meses y medio después de la dana, el teatro está bastante deteriorado, sobre todo el sótano, del que la UME aún está sacando agua. Pero también se están extrayendo enseres, piezas de escenografía y muebles que se han visto dañados por el fango.

Pese a la desgracia, hay previsión de que el TAC vuelva a la vida cultural: un año. «Las obras que hay que hacer son muy importantes. En este momento estamos viendo soluciones. Poder abrirlo lo antes posible sería lo ideal pero la reforma es de calado, los procesos para iniciar las obras serán de un importe elevado... Todo eso influye en la vuelta a la normalidad», según Fayos. Pero en la agenda también está la de recuperar cierta actividad, aunque no sea en el escenario principal. O sí, una vez recuperado el auditorio de una forma que permita que regresen las funciones y los actos. Además, también se están haciendo campañas de animación o funciones especiales en el teatro Olympia de Valencia (de la misma empresa que gestiona el auditorio) para los ciudadanos de Catarroja, para que sigan consumiendo cultura. Con todo, el anhelo es que el TAC vuelva pronto a la cartelera. Aunque para ello haya que esperar.

Gemma Alpuente, en su estudio, que se llenó de barro. IRENE MARSILLA

Gemma Alpuente Artista a la que se le inundó el estudio

Convirtió sus obras llenas de barro en una exposición

Podría pensarse que la joven artista valenciana Gemma Alpuente podría haber tenido la tentación de tirar la toalla. Nada más lejos de la realidad. Su estudio, en la localidad de Algemesí, se llenó de barro. Obras de arte recientes se vieron afectadas. Así como un taller en el que aún sigue saliendo moho. No se ha secado y todavía quedan meses para que esta artista y el espacio en el que pinta y crea recuperen la normalidad total. El resurgir no está tan lejos, aunque aún se puedan observar en su estudio los estragos de la riada. «Ayuda no he recibido ninguna, salvo el apoyo de iniciativas privadas y de particulares. La verdad es que cuando todo ocurrió, yo estaba en 'shock'», comienza contando Alpuente. Reconoce que han sido meses complicados y que, ahora, ha comenzado a ver la luz. Aún así, no está siendo fácil. «Me rechazaron en la convocatoria de dos ayudas. Y yo también soy autónoma, soy empresaria. Ahora, he tenido una reunión con los responsables de la Asociación de Artistas Visuales y parece que nos van a asesorar para pedir otras subvenciones», señala.

Pese a la devastación de su estudio y su trabajo, sacó fuerzas para convertir esas obras de arte llenas de barro –las limpió con agua– en una exposición que inauguró hace apenas unos días en Carcaixent. «Yo tengo estudios en conservación y restauración, pero otros artistas no. Es muy complicado. Aún así, decidí que esas obras supervivientes de la dana se vieran en una muestra», asegura. Pero ahora se tiene que enfrentar a otros compromisos laborales. «La verdad es que llevo desde la dana sin pintar. Sin embargo, voy a estar en la feria Art Madrid, así que me tengo que poner a crear», cuenta de su resurgir artístico. También, intentan reconstruir su estudio, «hacerlo más habitable», afirma. Y pone el foco también en la valoración de las obras que ha perdido: «Lo que se valora no es el precio de mercado sino los materiales».

El local de la banda, cerrado y sin poder usarse. IRENE MARSILLA

Unión Musical de Aldaia Banda afectada por la dana

Ensayan en otro local tras perder su sede, que sigue sin luz

La Unión Musical de Aldaia (UMA) ha sido una de las muchas bandas y agrupaciones musicales que han recibido el golpe más cruel de la dana. No tenían seguro para cubrir el coste de los instrumentos que se llenaron de barro. Por ello, como cuenta su presidenta, Amparo Comes, han valorado las pérdidas en unos 100.000 euros. «Teníamos muchos instrumentos de percusión Pero, obviamente, el coste es mucho mayor. Porque, de momento, en el local que es su sede, un espacio del Ayuntamiento de Aldaia, no tienen ni luz, por lo que es imposible regresar a él. Ahora, han conocido la convocatoria de una ayuda para entidades como la suya. Pero hasta la fecha no ha habido subvenciones

La normalidad se ha traducido en que los ensayos se llevan a cabo en otros espacios «aunque no cabemos todos», según Comes. «Lo único que pedimos es algo tan básico como un espacio», dice la presidenta. Pero es complicado, porque además muchos de los miembros de la Unión Musical también han perdido sus casas, sus coches... La logística para ir a ensayar se convierte en casi una odisea. Su sede, su hogar, sigue oliendo a humedad. «La persiana está rota, la puerta de atrás siempre está abierta porque no cierra, no tenemos luz. Y eso que el edificio tiene cuatro plantas, pero sin electricidad no podemos estar. Las paredes del sótano están desnudas... Si el edificio hubiera sido nuestro, podríamos haber hecho algo. Pero al ser del Ayuntamiento... Y claro, hay otras prioridades», cuenta la presidenta.

«No hicimos ni los conciertos de Santa Cecilia ni los de Navidad. Cuando queremos ensayar tenemos que llevar todo: desde los instrumentos a las partituras», asegura. Aún así, están intentando volver a la normalidad. Incluso, están intentando recuperar el archivo de una agrupación que está muy ligada a la actividad cultural del municipio.

Guillermina, dueña de Passarella, confía en reabrir en dos meses. IRENE MARSILLA

Librería Passarella Establecimiento afectado de Picanya

Quiere volver a la actividad en dos meses y estar en la Fira del Llibre

La reapertura de Passarella es casi una obsesión para su responsable, Guillermina Spiekermann. Esta librería de Picanya –junto con otra tienda de funkos– son el negocio familiar de Spiekermann. De ellas vive ella, su hijo y un empleado. De ahí que la vuelta a la normalidad sea tan urgente.

Su librería, un oasis literario que se vio devastado por el barro, es ahora un espacio sin vida. Pero ella quiere regresar lo antes posible. «Desde el minuto en que sucedió todo, nuestro mayor interés ha sido el de reabrir», dice. Y en eso han puesto todo el empeño. Confiesa que no son propietarios del local, que hay que reformar, y que están todavía en cese de actividad. Con las ayudas del empresario Juan Roig, por ejemplo, pretende comprar todos los ordenadores y el material de informática que se vieron destruidos. Es un primer paso. El siguiente: comprar libros y libros para tener un buen fondo. Tanto que, su idea, «es estar en la Fira del Llibre de Valencia», un certamen que se celebrar en

«Los daños son muy cuantiosos. Estamos en la primera línea del barranco. Pero aún estamos evaluando todo lo que hemos perdido. Pero en febrero pretendemos salir del cese de actividad y comenzar a comprar y a prepararnos. Queremos volver más fuertes que nunca», asegura con vehemencia.

Y en el momento en el que el espacio lo permite, aunque no sea al cien por cien, Passarella quiere recuperar a sus clientes, estar accesible y seguir defendiendo que «un libro es algo sumamente importante, algo que te permite soñar, que te da esa posibilidad», según Guillermina Spiekermann. Ella se ha propuesto iniciar este 2025 «con una mirada positiva». «Anímicamente tengo mis días, pero lo que queremos ahora es recibir a la gente de Picanya, nuestros clientes son nuestra familia», asevera en ese anhelo por regresar a la normalidad.

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