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'La poesía del silencio'. ¿Alguien da más al querer celebrar un encuentro con el arte? La apuesta es de Fundación Bancaja y el protagonista, ni más ni menos que Jaume Plensa. El artista llega a Valencia, comisariado por Javier Molins, para revisar cuarenta años, cuatro décadas de creatividad mayúscula. Sí, es el creador de esos grandes rostros que ocupan museos y calles. Pero el que ahora nos visita es un Plensa íntimo y de piezas pequeñas cargadas de la inmensidad que concede insuflar alma a cada obra. Letras y esculturas, conjugación inevitable y definitoria del hacer de Jaume Plensa, llenarán el espacio concediendo la palabra al silencio, paradójica combinación de cuya corporalidad nadie dude porque el creador funde a la perfección los dos conceptos en el cuerpo de sus esculturas.
'La poesía del silencio', que abrirá sus puertas el 25 de noviembre en Fundación Bancaja, se despliega como un todo que a ojos de hoy sugiere un atrevimiento por el anacronismo en el que se puede pensar al observar una combinación extraña a esta sociedad nuestra prosaica y ruidosa. Pero el artista está por encima de menudencias, de lo contrario no sería el artista que es. Jaume Plensa abre una exposición que recorre una trayectoria que tiene «como nota común, casi una obsesión, rescatar la palabra de una forma física, como si tuviera cuerpo y pudiera existir por sí sola».
–¿El título de la muestra, 'Poesía del silencio', situados en el presente, no resulta algo anacrónico? ¿No es atrevido?
–Llevo toda la vida intentando fabricar silencio en un momento que no existe. He trabajado piezas de percusión para entender que nuestro cuerpo es muy ruidoso, que el silencio es casi un sueño o una aspiración. Es muy importante hablar del silencio de una forma poética en el sentido de que hay un ruido mediático de mensajes que no nos deja escuchar nuestros pensamientos. No creo que el título de la exposición está bien ni mal, simplemente es necesario. Estamos en una época en la que tenemos que mandar un mensaje positivo, de esperanza, y en este sentido el silencio es muy importante.
–La importancia que da a las letras en su obra, al lenguaje, situándolas junto a las imágenes que plasman su creatividad rompe con la expresión de que la imagen vale más que mil palabras. ¿Usted comparte ese mensaje?
–En absoluto. Yo creo que son mundos que viven en paralelo. Un músico es de las personas que mejor conoce el significado del silencio, ese vacío que hay entre dos notas. Octavio Paz también hablaba del espacio entre dos palabras. Tenemos que conocer muy bien este espacio entre las cosas. La palabra, en paralelo con la imagen, es un contenedor de memoria, no una ilustración de la imagen. La palabra tiene la fuerza del contenedor de memoria que podemos compartir. Cuando decimos: casa, silla, amor, cada uno de nosotros aplica su experiencia y su memoria, y tal vez el conjunto de todas las memorias sería la verdad de la palabra.
A Jaume Plensa se le conoce sobre todo por las grandes esculturas con las que ha llenado y llena de arte los espacios públicos. Pero no es sólo eso. El artista catalán se rinde ahora al pequeño formato, que le sirve para reflexionar sobre la grandeza de los deseos y los sueños. Pero también, en ¡Poesía del silencio' muestra su fascinación por la literatura, que ha marcado buena parte de su producción artística. «Una letra no parece nada, es algo humilde, pero unida a otras forman palabras, y las palabras forman textos y los textos, pensamiento», defiende el creador, que llena de grafías las piezas de Bancaja.
–En la muestra que el 25 de noviembre abrirá sus puertas en Fundación Bancaja, el espectador podrá ver obra íntima y de pequeño formato, mientras el público está acostumbrado a contemplar a Jaume Plensa con piezas de gran tamaño. ¿Qué se va a descubrir?
–Muchas veces el tamaño al que estás obligado por la escala de las intervenciones en los lugares públicos –espacio que adoro– a veces no te deja profundizar tanto en la intimidad del día a día en el taller, que tal vez he podido mostrar mejor en galerías y museos. Pero nunca al nivel de esta exposición; es la primera vez. Hay más de noventa obras que abrazan todos estos años de trabajo en el estudio. Durante la pandemia hice muchas obras, sobre todo dibujos, y he traído tres que me parecieron las más apropiadas para esta exposición, y no se habían enseñado nunca. Hay pequeños bronces que tal vez por ser más frágiles o más íntimos se han enseñado menos o sólo una vez y han desaparecido visualmente de nuestra información sobre mí. Por eso es una exposición que me genera muchísima ilusión, sobre todo por volver a Valencia. Hace muchos años expuse en el IVAM y después, una intervención en la Ciudad de Las Artes, con siete cabezas que creaban una imagen casi totémica muy potente sobre la lámina de agua. Ahora estamos ante una visión de mi trabajo más acogedor, más tierno. Y creo que la gente lo va a apreciar. Les invitaría a venir. La muestra ofrece mis obras como si las pudieras leer más que verlas.
–Habla del espacio público como lugar que adora. ¿Los espacios públicos se van a convertir en nuevos museos? ¿Debemos profundizar en ese concepto?
–Llevo toda mi vida intentando defender el espacio público como un gran lugar de creación. Ha habido momentos que la crítica estaba muy en contra de mi trabajo porque creían que era poco noble como lugar de trabajo. Con los años se ha entendido que es todo lo contrario, que se trata de un lugar específico. No es un museo al aire libre. El espacio público tiene unas reglas y unos condicionantes únicos y especiales, y se debe contemplar como proyecto específico. No se trata simplemente de exportar la obra del museo a la calle, y ahí se encuentra su calidad. Recuerdo que dando clases de Bellas Artes en París y Chicago había muchos jóvenes interesados en venir a mis clases precisamente para hablar del espacio público. Es una forma muy democrática de introducir la belleza y el arte en el día a día de la comunidad, de la gente.
–¿Valencia es un buen escenario público para el arte?
–Es una ciudad con una historia extraordinaria. Tiene todas las cualidades que esperas de una ciudad. Tamaño mediano, donde la gente se puede encontrar sin haber pedido cito, que es algo extraordinario, una enorme tradición histórica que se conserva en edificios de épocas extraordinarias, y una vitalidad enorme. Además, me gusta estar cerca del agua y Valencia tiene un mar maravilloso, toda la Malvarrosa, y una gran tradición literaria. Soy un enamorado de la obra de Vicent Andrés Estellés. Recuerdo que cuando vivía en Berlín ya contacté con él para hacer una obra sobre su libro 'Hotel París'. En aquel momento no fue posible y hace cuatro años pude realizarlo. Estuve esperando tres décadas ese momento. Valencia tiene una cultura literaria extraordinaria y esto se nota en la forma de hablar y de respirar de la gente.
–En alguna entrevista ha afirmado que hay muchos malentendidos en el espacio público, con la arquitectura. ¿En la capital del Turia hay malentendidos de ese género?
–Bueno, es una cuestión internacional. En los últimos años se ha dado mucha importancia a la arquitectura porque tiene una función. El mundo político ha creído que el arte, como no tiene función necesaria, era menos importante. Y ese es el gran error. El arte tiene una fuerza extraordinaria de regeneración, de introducir belleza, y un sentido de amor del lugar. La gente se siente muy honrada cuando instalas una escultura en su casa, en su ciudad, en su barrio. Les da una fuerza espiritual enorme. He tenido esta experiencia en la plaza de Colón de Madrid, donde tenía que instalar una escultura por un año. Ha generado un impacto tan enorme que la gente no quiere que la quiten, y el Ayuntamiento renueva continuamente el contrato con la fundación propietaria de la obra. Ya llevamos cuatro años. Esto da el calibre del problema: el político no se da cuenta de la importancia del arte por su belleza, por su inutilidad extraordinaria y poética que transmite fuerza moral y espiritual a una comunidad.
–También trabaja con audiovisuales en la creación, ¿es el futuro del arte?
–No, no, en absoluto. No hay ningún material ni ningún medio que sea más importante que otro. Son momentos que pasas. Ahora estoy preparando una ópera que se estrenará en febrero en el Liceo de Barcelona, 'Macbeth' de Verdi. Para mí es el mismo trabajo que hacer una escultura, intervenir en un espacio público que en este caso es un teatro y dialogar con el espectador. Cuando trabajo con la luz o el sonido para mí es una forma de acariciar cosas más invisibles. Siempre he dicho que la escultura tiene una capacidad enorme de hablar de lo invisible a través de lo físico. Y la invisibilidad describe las cosas más importantes de nuestra vida. Cuando estás relacionándote con la luz, con el sonido, que es la vibración de los materiales, ves que todo se conecta. Si analizas mi trabajo, siempre estoy hablando de lo mismo, de la capacidad del ser humano de comunicarse, de crear palabras, que en el fondo es la música de nuestro cuerpo. Somos un instrumento. Todo tiene una conexión extraordinaria que se va expandiendo y la escultura tiene una capacidad genial para hablar de ello.
–¿Cuál es la obsesión artística de Jaume Plensa?
–Es muy complejo. Siempre te parece que la obra que acabas de hacer es imperfecta y eso te lleva a volver al taller al día siguiente. Me gustaría que mi obra un día pueda ser útil para solventar problemas en el mundo. Estamos viviendo una época muy convulsa, la guerra está muy cerca de nosotros. El conflicto en el este de Europa me está destrozando. Tengo amigos en Ucrania y en Rusia. No me puedo creer que se estén matando entre ellos, pero la guerra tiene este punto absurdo de destrucción y a veces me gustaría pensar que mi obra pueda influir en mejorar estas cosas.
–De no haber sido un artista tan polifacético como es, ¿qué habría querido ser Jaume Plensa?
–Cuando era jovencito soñaba con ser médico. Me fascina el cuerpo humano porque es una caja casi perfecta que contiene algo que todavía no he podido localizar que es el alma. Esto siempre me ha fascinado. Suerte que no me hice médico porque me cuesta entender el dolor. El arte tiene la posibilidad de no necesitar un psiquiatra, tienes bastante con tu obra, ha sido uno de los grandes creadores de puentes. El arte es una terapia, un bálsamo que nos cura las heridas de la vida.
–Volviendo al lenguaje, estamos en esta cultura de las pocas palabras, del mensaje corto....
–Sí, sí. Todo esto va a generar nuevos lenguajes del arte, que siempre es hijo de su época. Fíjate como los grafitis se han ido introduciendo y quedando en el día a día del arte. Esta forma de comunicación con los tuits ha generado nuevas formas de expresión. Esto es genial porque transforma nuestras vidas. Lo que nunca cambia son las grandes preguntas: cada generación se repite quiénes somos, de dónde venimos, adonde vamos; esto es genial porque es lo que cuestiona la naturaleza del ser humano y es igual con un tuit, con una fotografía o con una pintura rupestre.
–Ese cuestionamiento nos da la vida.
–Por supuesto.
Una cortina por la que se descuelgan letras extraídas de versículos de ese gran poema que es 'El cantar de los cantares', esencia de los libros sapienciales del Antiguo Testamento, será el telón que el espectador atravesará para acceder a una exposición en la que Jaume Plensa rinde homenaje a la letra, a la palabra que acompaña su obra. Y ya en la sala se desplegará ante el espectador la apuesta expositiva de Bancaja traducida en las piezas más desconocidas, porque hablan de la intimidad del taller de un creador que aporta a la propuesta piezas de singular belleza con las que pone ante los ojos del público su particular y sensible mirada a la pandemia.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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