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Jorge Blass: «La magia no se considera un arte porque sus secretos no son de dominio público»

Jorge Blass: «La magia no se considera un arte porque sus secretos no son de dominio público»

El reconocido ilusionista aterriza en el Teatro Olympia con el espectáculo 'Flipar', en el que ha trabajado durante tres años y se podrá ver del 16 al 21 de abril

Viernes, 11 de abril 2025, 01:09

Jorge Blass es el mejor mago de escena del mundo según los Oscars de la magia. Lleva toda la vida en el ilusionismo, y ha llenado estadios, ha presentado programas de televisión y ha llevado su magia a todas partes del mundo. Estará en el Teatro Olympia del 16 al 21 de abril con 'Flipar', un espectáculo en el que estuvo tres años trabajando.

-Hace unos meses fue reconocido como el mejor mago de escena del mundo por la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood. ¿Cómo es ser el mejor mago del mundo?

-Es algo muy subjetivo, porque las disciplinas artísticas dependen mucho de los gustos, pero me hizo mucha ilusión. La Academia de las Artes Mágicas lleva 60 años entregando premios, y es muy raro que le den uno a un mago de fuera de EEUU. Aquí somos más de cartomagia y de magia de cerca. Allí está todo más espectacularizado. Fíjate: me dieron el premio justo después de estar en el Olympia. Me trae suerte venir a este teatro.

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-Su maestro fue Juan Tamariz, un referente enorme en la magia española. ¿Qué es lo mejor que le enseñó Tamariz, y qué le debe la magia española de hoy a este mago?

-Tamariz es un genio de la magia, ha creado un estilo, una forma de estudiar y presentar la magia que supuso un antes y un después y dentro de cien años se estudiará en los libros de historia. Todos lo conocemos por su excentricidad, pero es un verdadero genio con libros traducidos a dieciséis idiomas.

-La magia es un arte y, como todo artista, habrá tenido bloqueos creativos a lo largo de su trayectoria. ¿Ha estado cerca de dejarlo en algún momento?

-No. En 2017, un conductor ebrio me atropelló en Vigo y me rompí el cúbito y el radio de la mano derecha. No podía mover el pulgar, que es fundamental en la magia. Ahí vi a los fantasmas, pero me duró poco porque me recuperé. Eso ha sido lo más dramático que me ha ocurrido. Me hizo plantearme la posibilidad de no dedicarme a la magia. Pero aún sin mano, habría seguido, como hacía René Lavand, el mago argentino que perdió la mano derecha con nueve años y fue igualmente un genio.

-¿Ha cambiado mucho la magia desde que empezó hasta ahora?

-Cuando empecé, la magia no estaba en los teatros, sino más bien en salas, cafés, cabarets o pubs. Ahora ha vuelto a los teatros. Que la magia esté en las tablas es una conquista maravillosa. Es su lugar natural.

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-¿Y a nivel de técnica? ¿Les afecta la pérdida de atención que conllevan la inmediatez y las pantallas?

-Esa es la gran lucha. Luchamos con la atención. En 2005, yo metía diez efectos de magia en todo un show. Ahora, este show que presento en Olympia tiene veintisiete efectos en los primeros cinco minutos. La atención del espectador es distinta, así que nos tenemos que adaptar y seguir sorprendiendo. La magia tiene que seguir dejándote con la boca abierta.

-En España, hay una falta de reconocimiento de la magia como un arte. De hecho, a los magos no os dan premios artísticos, exceptuando a Tamariz.

-Es cierto, aunque poco a poco se va haciendo hueco. Hay motivos de sobra para considerar la magia un arte escénico. Es la gran desconocida. La razón es que todo está envuelto en el secreto. La magia tiene métodos que no son de dominio público. Por eso, los magos debemos unirnos, asociarnos. Al público lo atraemos de sobra. Acaba de terminar la XV edición del Festival de Magia de Madrid, donde hemos congregado a 30.000 personas y magos del mundo. Hay que seguir empujando.

-¿Cree en la existencia real de lo sobrenatural?

-Si algo ha generado en mí la magia, es un sano escepticismo. Al aprender magia conocer técnicas que luego reconoces fácilmente en otros ámbitos que juegan con tu atención y tu memoria, como la publicidad o la política. Lo reconocemos todo mejor, al final son técnicas psicológicas.

-Ha recorrido el mundo entero con su magia. ¿Recuerda algún público en alguna parte del mundo que sea más especial que el resto?

-En Kenia hice magia para una tribu Masai. Nunca habían visto magia y pensaron que tenía poderes. Me preguntaron cuántos leones había matado (ríe). Yo les dije que de donde vengo no se mide así el poder. En la India, actué en un teatro y, al acabar, no aplaudió nadie. Pensé que no les había gustado, pero luego me dijeron que el silencio es el máximo signo de respeto y admiración que tienen.

-Hasta hace nada no se veían magas, y ahora se ven, aunque menos o en papeles más secundarios. ¿Está rompiéndose la brecha o todavía queda camino?

-Es una brecha difícil e inexplicable. El tema es que, históricamente, ha habido siempre menos magas. Igual por cada diez magos hay dos magas. Es muy poco, pero lentamente se corrige. En las escuelas, ahora hay más mujeres. Acabamos de producir un show con Inma Quesada [@_inmagic_], la maga con más seguidores del mundo. Estamos ayudándola a adaptar sus trucos de las redes al teatro. Hacen falta más referentes como ella para que las niñas la vean y quieran ser magas.

-La forma de aprender magia también ha cambiado mucho. Hace unas semanas hablé con Yunke y me decía que antes un truco era un tesoro preciadísimo y ahora, con internet, cualquiera tiene acceso casi ilimitado a la magia, lo que por un lado la hace mucho más democrática, pero por otro, hace que pierda valor.

-Admiro mucho a Yunque. Hace cien años, los espectáculos eran tesoros secretos, y ahora puedes googlear cualquier truco y descubrirlo, pero hay muchas maneras de hacer un truco. La magia no es solo el truco, sino la atmósfera, el despiste. Se ha democratizado, pero han surgido nuevos métodos y la tecnología nos ha permitido evolucionar mucho la magia. Ha dado un paso de gigante, las posibilidades son ilimitadas. Los magos compartimos muchos secretos entre nosotros, celebramos foros, congresos y compartimos los trucos para que la magia avance. Que el secreto que se desvele no es un problema en realidad.

-¿Cómo es tu proceso creativo desde que se te ocurre el germen de un truco hasta que lo llevas a los escenarios?

-Prueba y error. Tienes que construir ciertos utensilios continuamente. Vas aprendiendo, mejorando… Empiezas con una página en blanco. Tardamos tres años en acabar 'Flipar', y en el espectáculo han colaborado ingenieros, magos, técnicos, diseñadores… Cuando tienes el truco, lo presentas delante del público y vas interpretando sus reacciones, lo vas mejorando. Llevamos ciento sesenta funciones, es ahora cuando el espectáculo está en su mejor momento.

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