El dramaturgo valenciano José Sanchis Sinisterra (Valencia 1940), Premio Nacional de Literatura Dramática, llega este viernes al Teatro Rialto con 'El lector por horas', obra que en esta conversación con LAS PROVINCIAS considera una de sus «preferidas». La pieza se sube a las tablas dirigida ... por Carles Alfaro e interpretada por Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins. De esta obra, que encierra un «homenaje» a la literatura, habla con este periódico, además de abordar asuntos que conciernen a la situación del teatro en España, al arte dramático y también a la novela, sin dejar de lado realidades sociales que le llevan a reconocer que no tiene móvil y que nunca ha visto una serie de televisión. La conversación transita también por sus primeros contactos con la escena en su ciudad natal.
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-¿Qué trae a Valencia con 'El lector por horas'?
-Es una de mis obras preferidas, a la que tengo más cariño por varios motivos. Uno, porque es una especie de homenaje a la literatura, sobre todo a la narrativa. Me he nutrido mucho, desde los 10 años era un lector voraz de novelas de aventuras, incluso empecé a escribir novelas en Valencia. Mi padre nos metió en la academia Castellanos, pese a que cojeaba del pie izquierdo. No recuerdo nada de la academia, ni compañeros, ni las aulas. Sólo que los sábados por la mañana el profesor de francés, don Tulio, en lugar de explicar los verbos, nos leía novelas de aventuras. Yo, que entonces leía tebeos empecé a sentirme fascinado por aquella voz que narraba. Un fin de semana en casa, cuando tenía 10 años, cojo un cuaderno de geografía, le arranco las hojas y empiezo a escribir una novela de vaqueros y no he parado hasta hoy. Luego a los 14 años descubrí el teatro en la Academia Oller, también en Valencia, que creo que era nido de gente de la Institución Libre de Enseñanza. Allí actué por primera vez y se juntó el veneno de la literatura -de la narrativa- y del teatro. Ahí se marcó mi destino.
-Siempre ha defendido la doble naturaleza del teatro, literaria y dramática. ¿La vertiente literaria se ha perdido, estamos más situados en el espectáculo?
-En proporción, sí. Desde la llegada de las nuevas tecnologías es cierto que la dimensión literaria está muy menoscabada. Los suplementos literarios de algunos diarios que no voy a nombrar y otros eventos literarios no le conceden derecho literario al teatro. No se le considera un género literario. Las nuevas generaciones pueden partir de un texto, pero para utilizarlo como un material para una puesta en escena en la que predomina imagen, performance, música, nuevas tecnologías. Pero soy optimista. Llevo años y años dando también talleres de escritura y siempre tengo alrededor jóvenes que se sienten atraídos por la escritura dramática. Hay como un núcleo de resistencia. Volviendo a la pregunta, gran parte de mi evolución como dramaturgo se ha basado en la dramatización de textos narrativos a partir de la impresión de que siempre he tenido envidia a la novela, que concede mucha libertad para su renovación frente a las limitaciones de la actividad teatral.
-¿En este querer llevar la narrativa al teatro hay un defensor del diálogo?
-Es legítimo convertir en diálogo un pasaje que puede parecer narrativo, pero con una sintaxis particular.
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-¿Más allá del oficio, Sanchis Sinisterra es un defensor del diálogo en cualquier aspecto de la vida?
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-El monólogo en el teatro me gusta bastante, pero en la vida es muy poco fértil. Así como en mi clasificación de diálogo hay una variante a la que llamo diálogo de sordos, también hay monólogos de sordos, lanzados al vacío en la vida y en el teatro.
-¿Las redes sociales nos han ayudado o nos perjudican?
-No sabe, no contesta. Para empezar no tengo móvil, y eso es una posición política en mi caso. La gente que realmente tiene afán de comunicarse, de conocer, de saber, tiene a sus puertas la búsqueda de la comunicación oral, la lectura, la confrontación de varios periódicos. Las redes crean una especie de barrizal donde todo cabe, todo se impone. Ya se está empezando a saber que es un peligro público, sobre todo para los adolescentes. Se está discutiendo la posibilidad de no permitir el uso de móviles hasta determinada edad.
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-En 'El lector por horas' estamos ante un personaje que ha perdido la visión y busca alguien que le lea. ¿Es una metáfora de la pérdida de la sociedad al valor de mirar, de contemplar?
-De alguna manera, sí, en la medida en que cada novela abre horizontes ya no a una persona invidente, sino a cualquiera que entra en ese territorio. Yo reconozco que mi vida, mi conducta en relación con los demás, mi opción por una posición política, mi afán de conocer países tiene que ver con esa posibilidad de intercambiar discursos, de tener una visión del mundo no estática.
-¿A qué hemos cerrado los ojos y no deberíamos?
-A lo que no nos conviene, a lo que no nos confirma, a lo que no nos gratifica.
-¿Buscamos gratificación en todo?
-Sí. Y sobre todo que las cosas sean blancas o negras. Hay una tendencia, que ya está en el lenguaje, que cosifica la realidad, los sentimientos, las ideas, y con eso la gente no tiene que hacer esfuerzo intelectual. En mi teatro trato de no afirmar nada, intento explorar la ambigüedad. Las cosas no son transparentes ni opacas, son traslúcidas. el teatro tendría que sembrar, es lo que intento, una mirada que desconcierte, que se acerque incluso al lenguaje poético.
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-Ha hablado de que el teatro para adolescentes es una asignatura pendiente.
-Sí. Hay mucho teatro para niños, no todo bueno, también para adultos que respeto mucho. Pero he sido profesor de enseñanza media y siempre que he lanzado una iniciativa teatral se apunta la gente con entusiasmo y llega el problema del repertorio. Desde hace años he peleado por fomentar que se asomen al mundo de la adolescencia.
-¿Si tuviera que ofrecer un retrato del teatro en España cómo sería?
-Amenazado por cuestiones económicas, por el desinterés de instituciones públicas que deberían fomentarlo para evitar caer en la pura comercialidad y la gratificación de los públicos. Pero tendría que pensarlo más.
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-¿Y en la Comunitat Valenciana, lo conoce lo suficiente para ofrecer un retrato?
-No lo conozco lo suficiente, sería completamente injusto. Sé que hay muy buena actividad. Esto no sé si es políticamente correcto, pero a estas alturas… Hay muchos valencianos que emigran a Madrid y a Barcelona, quiere decir que aunque hay mucho talento y creatividad algo pasa para que esos artistas no se queden en Valencia.
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-Ha hablado de lo políticamente correcto, ¿es la nueva dictadura?
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-Sí, total. A veces en mis talleres prohíbo temas. El de la pareja ya hace muchos años que lo prohibí. Desde la época de los trovadores estamos exprimiendo un tema que ya no da más de sí, pese a que sigue proliferando en el cine, en el teatro y en las series. Últimamente estoy viendo obras sobre la devastación del ecosistema, de la marginación de la mujer de los puestos de responsabilidad, de tal y tal, que son los temas que están en la superficie. No digo que no se tenga que escribir, pero no lo hagamos porque está de moda. Quebremos los estereotipos políticamente correctos. Dejemos que los espectadores tengan que mirarse a sí mismos. Es muy fácil apuntarse a los eslóganes.
-¿Y las series?
-No sabe, no contesta. No he visto ni un capítulo de una serie en toda mi vida.
-¿Tiene miedo a lo que puede encontrarse?
-No, porque tengo cosas más interesantes que hacer. Sé que las hay muy buenas porque me lo han contado, pero también me han contado cómo funcionan: es una fábrica de buñuelos en muchos casos.
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