De 'La mujer de negro', la exitosa adaptación de la novela de Susan Hill realizada en 1987 por Stephen Mallatratt, en España versionada por el ... recordado Juan Vicente Martínez Luciano y Ana Gimeno, hemos visto varios montajes de distintas compañías, actores y directores. Quién no recuerda la interpretación de Emilio Gutiérrez Caba y Jorge de Juan en el teatro Olympia o hace ocho años la más modesta en valenciano de Últim Toc. Con tantos antecedentes, una nueva propuesta de la obra de teatro no musical más longeva de la cartelera londinense puede generar a priori menos interés o indiferencia salvo a sus fans o el público joven.
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Pero nada más comenzar esta nueva producción de Olympia Metropolitana y Elpuntdelai olvidamos aquellos montajes y advertimos mucha frescura. Aquellas adaptaciones de la obra que revolucionó el subgénero teatral de terror de fantasmas no alcanzan la potencia de este montaje ni la cantidad de pánico provocado. La historia de Arthur Kipps, abogado de mediana edad, que alquila un teatro y contrata los servicios de un actor profesional para recrear ante su familia y amigos el horroroso suceso de consecuencias crueles que marcó su vida, aún es más espeluznante que en aquellas. No solo por el distinto aprovechamiento de elementos técnicos actuales como era de prever o por la introducción de la magia en algunas escenas sino por su ambientación para la inmersión del espectador.
TEATRO. Autora: Susan Hill. Dirección: Rebeca Valls. Intérpretes: Jordi Ballester, Diego Braguinsky. Teatro Talía (Hasta el 22 de octubre)
La dirección de Rebeca Valls explota los medios humanos y los efectos combinándolos con excelencia y coherencia. Era un trabajo dificilísimo que salva con un sobresaliente por su eficacia para crear interés con miedo. Los perspicaces golpes humorísticos del primer acto van siendo invadidos por lo enigmático. Todo hasta provocar una atmósfera tenebrosa aprovechando cualquier espacio de la sala, hasta el pasillo como único camino para salir de la mansión.
Hay una buena gradación del miedo para mantener en vilo y en el interior al espectador. La presencia del mago Nacho Diago en el equipo permite adivinar que los trucos van a ser decisivos y sumamente llamativos. Algunos visuales, otros manuales y de puro ilusionismo y algunos técnicos, los más impactantes y pavorosos. Destaca el gran manejo del control remoto, con objetos que se mueven, una silla que se pliega sola y, sobre todo, lo sucedido en la habitación infantil de la mansión. Estos efectos sumados a los golpes sonoros tenues o estrepitosos creados por Víctor Lucas y los giros de la iluminación de Carlos Ulzueta, con gran cantidad de humo, amplifican el ambiente lúgubre y gótico. En especial con las súbitas apariciones de la mujer fantasma, magníficamente caracterizada por Enric Juezas y de la que poco a poco vamos viendo su rostro detrás del velo.
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Es brillante el refuerzo de lo terrorífico y la apariencia de la presencia del más allá en la sala con el juego de telones fundamental en la escenografía de Luis Crespo, siempre al servicio de los actores. Jordi Ballester despliega toda su capacidad, mostrando su habilidad para el humor, la energía y el reflejo del terror en el rostro de Kipps. Abruma como Diego Braguinsky, más sobrio y contenido pero muy hábil para la construcción de los distintos personajes representados. Además, están compenetrados a la perfección.
Un montaje excelente. Aunque haya visto cualquiera de los anteriores sentirá el miedo como en ningún otro. ¿Qué actriz será la mujer de negro?
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