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José Luis Benlloch
Domingo, 1 de octubre 2023, 00:43
Este domingo en la plaza de Sevilla los oles deben tronar gloria y las palmas ritmar por alegrías, se retira del toreo, tras veinticinco años ininterrumpidos de matador de alternativa, Julián López El Juli, uno de los diestros más importantes del siglo. Fue un niño ... prodigio cuyas hazañas se cantaron entre asombro y admiración en todo el planeta toro. Con apenas diez años deslumbró en el concurso valenciano de Monte Picayo en el que unos años antes se había dado a conocer Ponce con el que acabaría compitiendo de matador, no fueron menos sus triunfos iniciáticos en Chinchón, en Sevilla, en México, en realidad allá por donde toreaba y toreaba por todos los rincones del mundo se lo permitiesen o no, y si no, le buscaba la vuelta a las normas como primer síntoma de esa ambición, que pasados los años sería una de las banderas de su trayectoria y de su actitud en la plaza.
Tomó la alternativa con quince años (Nimes 18 de septiembre de 1998) un caso de precocidad, y desde entonces no se dio un respiro, ni se apeó de la cumbre, ni hizo dejación de sus responsabilidades por duras que fueran, entre ellas las de encarar a las grandes figuras que había a su llegada y las que vinieron después que no son pocas y a las que asegura sigue rindiendo admiración, de tal manera que cuando le preguntas nombra a Ojeda del que dice que pisaba un sitio que antes no había pisado nadie y añadía en declaraciones a Aplausos «fui de Manzanares, de Joselito, de Ponce, de Espartaco, de Ortega, De Roberto, de los que estaban cuando llegué y no te digo nada de los referentes históricos, de Manolete y del Cordobés que fueron unos revolucionarios con un mérito tremendo, sin olvidar a Ordóñez».
Se va de los ruedos que no del toreo, seguirá como ganadero y como aficionado, con el respeto general, fiel a sí mismo, despierto, en la plaza y en la vida, talentoso como se desprende de su capacidad lidiadora y de su culturización personal, blindado por su gran capacidad de sacrificio. Veinticinco años de matador es la referencia de estos días, pero en realidad son cuarenta de torero teniendo en cuenta, eso nadie lo duda, que nació torero.
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«Yo no sé qué hubiese sido si no hubiese sido torero. Todas las cosas que tengo, lo que me hace feliz, todas las cosas que me gustan y que para mí son importantes, han venido a raíz de lo que he sido en el toreo. Mis amistades, mi familia, mi situación, donde vivo, mis aficiones... Imagina si valió la pena todo», asegura. Su sapiencia innata y los muchos triunfos que jalonaron su carrera no le evitaron momentos difíciles en su evolución artística que fue buscando con ahínco por encima de los intereses incluso económicos. El maestro lo explica con claridad:
–El toreo en ciertos momentos está muy mediatizado por lo que tienes que conseguir, por lo que el público dice que tienes que hacer, por lo que la prensa dice que debes hacer, todos y todo marcan un camino, estás metido en una vorágine de objetivos que no son exactamente los que tú elegirías, pero es un sistema, un mercado que te coloca en ese sitio y tienes que responder. Cuando tienes le necesidad de conseguir cosas materiales tu tauromaquia no puede ser la misma que cuando tienes veinte veinticinco años de alternativa y esas cosas ya no te importan. No te preocupa que otro corte más orejas que tú, en esas circunstancias buscas otras sensaciones. No te vale tener un éxito y sentirte vacío», asegura antes de continuar «Los momentos más bonitos de mi carrera, los más profundos y más míos han llegado con la madurez».
Su sapiencia de maestro no le libró de la dureza de las cornadas, unas veinte apunta con cierta displicencia, una de ellas especialmente dura. «La de Sevilla fue el momento en que más descontrol he sentido en mi vida. Necesitar que me salvasen la vida fue una sensación tremenda, angustiosa como ninguna otra. Sentía que me moría, que se había acabado todo».
Llevaba quince años de matador y no pocos percances, pero asegura que en ninguna otra tuvo esa sensación.
–En todas las otras tenías la sensación de dolor, de quemazón, pero nunca la preocupación de la muerte y en esta fue todo tan duro, tan drástico que me despertaron unos pensamientos que nunca había tenido. Cuando ves que te mueres cambia todo.
–Luego vinieron las complicaciones en la recuperación.
–Eso fue otro proceso, lo realmente duro fue en la plaza. Cuando te coge el toro de esa manera se te acaba la humanidad, se te acaba todo. Solo quería que alguien me salvase la vida. Según caí tuve la sensación de que me moría.
En lo artístico como todas las figuras del toreo vivió momentos de exigencia máxima hasta los límites de la incomprensión. De pronto todo comenzó a cambiar, su toreo y también el reconocimiento. La faena parteaguas entre El Juli digamos juvenil de la primera época y el Juli maestro cuajado de los últimos años, es la de Vista Alegre.
–Cada etapa necesita una faena que tenga el beneplácito general y esa tuvo esa cualidad. Marca un hito en mi carrera en el sentido de que yo era figura, triunfaba, cortaba orejas, pero el gran aficionado tenía sus reservas conmigo y aquella faena me dio mucha credibilidad ante ellos, pero para mí la faena más significativa de mi carrera es la del toro Cantapájaros en Madrid. Esa me dio un plus superior. Luego vinieron otras faenas que la ratificaron, pero Cantapájaros es el toro al que más le debo en mi carrera.
Hoy se despide de los ruedos en Sevilla, donde tan cerca vio la muerte y en donde alcanzó triunfos inolvidables. En términos clásicos el poderoso Juli se corta la coleta, no se sabe si de forma simbólica o real, pero se va y deja un vacío. Ayer en Madrid, su otra plaza todavía tuvo carácter para sobreponerse a las emociones y dar una lección de autentico maestro que le permitió cortar dos orejas a su segundo y salir por la puerta grande.
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