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El Juli da un pase con la muleta a un toro. APLAUSOS

El Juli, el torero que se reinventó

Cumple veinte años de alternativa en el momento más pletórico de su carrera

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 4 de noviembre 2018, 00:00

Julián López 'El Juli' ha celebrado este año su veinte aniversario como matador de toros con una temporada pletórica, en la que han destacado dos cumbres sobre todas las demás, el indulto del toro 'Orgullito' en Sevilla, con todo lo que supone el triunfo de un madrileño en la Maestranza, y una faena tremenda al toro 'Licenciado' en Madrid, que siendo su pueblo es la plaza que más caro le puso los éxitos en su carrera.

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Si los éxitos de los toreros se redujesen a números habría que decir que en tan señalada temporada toreó 43 corridas y le concedieron 57 orejas, que no son pocas sobre todo si se tiene en cuenta que, seguramente, por su condición de figura los presidentes en un extraño y falso pudor han aquilatado la concesión de trofeos a unos límites para los que no se encuentra explicación. Detalle que no ha menoscabado ni disimulado el gran nivel de su campaña en la que no ha esquivado ninguna de las plazas importantes. Una postura que asegura que mantendrá la próxima campaña a pesar de querer reducir el número de actuaciones. «Reducir festejos en mi caso no significa evitar las grandes plazas», ha declarado recientemente a Ángel Berlanga en Aplausos, reflexión que muy bien se puede entender como un mensaje de rechazo subliminal a la práctica de otros grandes toreros, casos de José Tomás o Morante, que en las últimas temporadas han evitado las grandes plazas.

Junto al valenciano Enrique Ponce, 29 temporadas de alternativa el de Chiva, son dos casos de longevidad y plenitud únicos. Nunca en la historia del toreo se han dado trayectorias de semejante intensidad y continuidad. El madrileño, que como el valenciano, fue considerado un niño prodigio, tuvo tiempo en esas veinte campañas de reinventarse artísticamente, de ser dos toreros conceptualmente muy distintos. De un repertorio larguísimo en su primera época, en el que incluía toda una galería de suertes con el capote, en aquel momento desconocidas, un protagonismo obligado en el tercio de banderillas y unas maneras más populistas que rigurosas, decidió apostar por un toreo recio y poderoso en el que el dominio del toro y el sometimiento a su voluntad era un objetivo irrenunciable por encima de cualquier alegría o concesión al gran público. Primero lo fundamental, luego, si caben los alardes, fue su nueva tauromaquia.

«Llegó un momento que no me reconocía a mí mismo con aquel toreo que daba triunfos pero no satisfacciones personales y decidí plantarme», dijo en varias ocasiones. No fue una decisión fácil ni exenta de riesgos. Las opciones eran seguir en la misma línea que le aseguraba triunfos fáciles y abundante dinero, incluso menos riesgo físico, o buscar a un torero que llevaba dentro y pocos le adivinaban. El peligro era quedarse entre dos aguas, con el rechazo o desencanto del público menos entendido o más feriante y el no convencer a los más entendidos. Lo asumió, durante mucho tiempo tuvo que escuchar pitos y broncas por no banderillear, obligándose a tener que cambiar el ánimo encrespado de los tendidos, pero no quiso ceder nunca porque además de no ser un gran banderillero esa suerte era el símbolo del torero que quería dejar atrás. Venció en el pulso como ha ocurrió siempre en su trayectoria, incluso cuando se enfrentó a los empresarios más poderosos.

Un caso aparte

Julián fue un caso de precocidad. Con diez años era uno de los alumnos más destacados de la Escuela Taurina de Madrid. Con diez años estoquea su primer becerro en Villamuelas, en la fiesta de su primera comunión, aquel mismo año se proclama triunfador del concurso 'Monte Picayo busca un torero', certamen en el que se había dado a conocer diez años antes Enrique Ponce. Son tales sus progresos y su facilidad con los animales que los festejos sin picadores se quedan chicos y sus mentores deciden que debute con picadores, para lo cual tiene viajar a México, donde se presenta en Texcoco y se convierte en un auténtico ídolo llegando a indultar un novillo, primer caso en la historia, el famoso 'Feligrés'.

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De vuelta a España arrolla en todas las principales plazas, incluidas Madrid y Sevilla, aunque para ello, dada la prohibición de torear sin haber cumplido los dieciséis años, tiene que hacerlo con la documentación de otro chico. La treta se descubrió el día de la alternativa en Nimes, en septiembre de 1998. Si tenía dieciséis años y aquel era su DNI auténtico, significaba que en las anteriores actuaciones había hecho trampa. Hubo que convencer a la autoridad para que no tomase cartas en un asunto pasado y para ello el triunfo alcanzado ese día por el niño de Madrid fue definitivo. Cualquiera iba contra corriente. Aquella misma tarde El Juli se convirtió en el matador más joven de la historia. Corto dos orejas y el festejo, al ser televisado, alcanza una trascendencia inusitada. De vuelta a España comienza a llenar las plazas y sus honorarios alcanzaron cifras insospechadas. De eso se han cumplido 20 años y Juli sigue defendiendo su posición con un celo inmarchitable.

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