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Ejemplares de la ganadería de Victoriano del Río. aplausos
La leyenda brava de Centinela

La leyenda brava de Centinela

Algunos toros generan en el ruedo una combustión emocional que justifica el precio de las entradas La ganadería de Victoriano del Río se mantiene como referente

josé luis benlloch

Domingo, 10 de abril 2022, 00:34

valencia. El aura de los matadores eclipsa con injusta frecuencia los méritos de los toros. Sucedió en Fallas una vez más, acabada la feria se habla, justamente debe reconocerse, del impacto de Roca Rey que todo lo arrolla, de la faena de Manzanares, que se mostró a gran nivel, de la poderosa genialidad de Morante, del oficio de Luque, de la naturalidad de Aguado... y se ha ido arrinconando esta vez injustamente a Centinela, un ejemplar de Victoriano del Río con el hierro de Toros de Cortés, que dio una soberbia exhibición de la mejor bravura que combinada con la bravura del diestro peruano provocó un estado de desbordante euforia en la plaza, una combustión emocional de las que justifican el precio de las entradas.

El ganadero, en este caso Pablo del Río, hijo del fundador de la divisa y muy próximo a la toma de decisiones en el gobierno de la ganadería, suele decir que crían toros para los toreros pero que en la casa están muy pendientes del público. «Como no consigamos emocionar al público, que es a quien nos debemos, estamos perdidos», y es evidente que con Centinela lograron los dos objetivos. «Este toro tuvo como cualidad principal la emoción que generaba su tremenda bravura», asegura Pablo. Otra cualidad clave fue la obediencia, continúa, que «en un día tan ventoso fue importantísima para hacer el toreo».

Junto a la bravura como virtud irrenunciable, la obediencia es la otra cualidad que buscan en la selección: bravura más la fijeza que va muy unida a la obediencia, más humillación es la fórmula del triunfo. Como consecuencia hay pocos toros medios en esta ganadería, o son muy buenos o... y ante ellos el toreo nunca es fácil. «Mis toros meten miedo», aseguraba Victoriano padre.

Un Forajido histórico

No es la primera vez que un toro de Victoriano planta bandera de bravura en Valencia. Entre varios ejemplares de premio como Aldeano o Cantaor, del que se guardó semen para aplicar a la inseminación artificial, queda la historia de Forajido, un toro lidiado y premiado en la Feria de Julio de Valencia de 2010. De la bravura descarnada de aquel victoriano nos acordamos todos pero seguramente quien más se acuerde sea su matador, Sebastián Castella. Cuenta el ganadero que el diestro francés le confesó que había sido el toro que más miedo le había hecho pasar. Ejemplares como este Centinela o aquel Forajido desmontan la leyenda negra del encaste Domecq que se asocia a la excesiva docilidad sin reparar que desde hace tiempo más que encastes hay ganaderos que su concepto y su filosofía customizan las cualidades originales del encaste.

Para los amigos de las anécdotas y la intrahistoria cabe recordar que Forajido antes de lidiarse en Valencia viajó aquel mismo año a Madrid por San Isidro y llegó a sortearse incluso, le correspondió a Perera, pero en el momento de enchiquerar comenzó a revolcarse, apretando su vientre contra el suelo, que son los síntomas evidentes de estar sufriendo un cólico, así que toreros y autoridad decidieron volverle a embarcar camino de la finca de El Palomar. Meses después volvió a viajar para lidiarse, esta vez sí, en Valencia, donde hizo historia. De él se llegó a decir entre los profesionales que fue demasiado bravo, fue fiero.

Toros de Cortés es la que se conoce como la segunda marca de la casa de Victoriano aunque en realidad, afirma el criador, se trata de la misma sangre, la que proviene del toro Aldeano que lo compraron de eral a Luis Algarra por un precio que en su momento se consideró altísimo, un millón de pesetas, y que a la larga ha sido un gran negocio si es que la crianza del bravo es negocio en algún momento. Los que se lidian a nombre de Victoriano se marcan con el hierro que fuese de Pepe Luis Vázquez, un circulo con la Y de Ybarra, mientras que para Toros de Cortés se eligió una C tumbada y una cruz por encima, marca que tenía la familia Del Río en sus inicios ganaderos y lucen divisa encarnada y amarilla, que el ganadero define como encarnada y pajiza para esquivar supersticiones.

El Palomar, su hábitat

La vacada de Victoriano del Río pasta en El Palomar, la finca madre de los Cortés, una familia que comenzó a criar toros bravos hace cinco generaciones, allá por 1850. Se tata de unas cuatrocientas hectáreas iniciales a las que han ido añadiendo otras tantas hasta completar las novecientas y pico actuales. Las necesarias para que sus toros vivan con desahogo y echen el cuajo necesario que se exige en las plazas de primera.

Se trata de un valle enorme en plena sierra de Madrid, enmarcado de un lado por un ramal de Guadarrama que pespuntea el horizonte camino de Navacerrada con la Najarra como referente principal además del pico de San Pedro que reparte sus aguas a cuatro manos, lo que equivale a decir a cuatro municipios, Guadalix, San Agustín, Miraflores y Colmenar.

Aunque es fría, como parece obligado teniendo en cuenta que roza los mil metros de altitud, tiene una buena calidad de hierba y un buen techo de encinas y robles, además de fresnos en la parte del arroyo que la cruza. Hiela prácticamente dos meses al año y aunque no es de cuajar, la nieve no es un elemento extraño. Nada que le reste a su buena condición de finca ganadera. Ecologismo total.

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