![Otoño literario | Librerías, el oxígeno de los lectores](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202209/30/media/cortadas/Imagen%201451723577-RH2N0WNrMAcwoaSFq52AdqL-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Los amantes de la lectura necesitan las librerías y estas no existirían sin ellos. Esa es la ley y a ella hay que ceñirse. Nada fácil en estos tiempos en los que el placer de deslizar la mirada en el negro sobre blanco se disfruta entre mucha competencia. Pero hay que conseguirlo, una y otra parte están llamados a oxigenarse, en definitiva a luchar por mantenerse vivos con el mejor estado de salud posible.
Ante ese diagnóstico, la innovación, la introducción de acciones y actividades que ayuden a afrontar el presente con vocación de futuro se viene mostrando imprescindible. Clubs de lectura, presentaciones de libros, el cuidado en la selección de títulos que exponer en los anaqueles o la colaboración con instituciones culturales se revelan como aliados hasta convertir los establecimientos en espacios que van más allá de la tienda de libros.
Ya no sólo venden los títulos que reclama el público, son una nueva especie de agitadores de la vida cultural hasta el punto de que algunas han recibido premios por su aportación a la sociedad desde la pista en la que corren lectores junto a libreros, y en la que el pabellón valenciano ondea alto.
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La especialización es una buena baza, que se lo pregunten a la librería Futurama. «Aparecer fue nuestra gran innovación», apunta Vicente Izquierdo, el responsable de la casa. El establecimiento abrió en 1981 como espacio especializado en tebeos, género que ha devenido en llamarse cómic, y que cuando Futurama empezó a venderlos poco, muy poco, predicamento tenía entre el público. Han pasado cuarenta años y siguen subiendo la persiana todos los días. Eso no se consigue nada más porque sí. Sumar novedades a un negocio como este es clave. Izquierdo lo llama «incorporar elementos». Tras esta afirmación habla de la necesidad de estar atentos «a las tendencias» con el objetivo de disponer de la mayor oferta posible para el público. Contar con «un fondo en el que esté todo lo que pueden pedir» es otro factor con el que Izquierdo considera que hay que contar, de la misma forma que con las herramientas que ofrece la digitalización, un universo al que tardaron en viajar, pero ante el que tuvieron que sucumbir para cuidar de la que ya es «la tercera generación de lectores que atienden».
Si de lo que se trata es de diseñar programas de actividades que acerquen al público, la visita a Ramon Llull se hace obligatoria. Es una librería de premio. El próximo jueves, 6 de octubre, recibirá el Boixareu Ginesta al librero del año que concede la Federación de Gremios de Editores de España y que en esta ocasión reconoce la importante labor cultural de la casa que regenta la librera Almudena Amador, una apasionada del oficio a quien no es necesario preguntarle demasiado antes de que apunte que «sin innovación es muy difícil mantenerse». Con esta afirmación de Almudena Amador resuena el concepto oxigenar de manera continuada la actividad de los establecimientos, una apuesta por sumar.
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Cuenta Almudena Amador que cuando empezó su trayectoria como librera «tenía necesidad» de crear un programa de actividades, proyecto al que fue dando forma hasta llegar a convertir una tienda en una especie de centro cultural en el que suceden muchas cosas, todas –claro está– vinculadas al noble arte de leer.
Un ciclo de pensamiento, otro dedicado a los cuentos, club de lecturas japonesas, la presentación de obras, talleres y también un acercamiento a las editoriales que en este caso llega con la propuesta 'Los clásicos de Pre-Textos', forman parte de la caja de herramientas de la que se sirve la Ramón Llull para conseguir la necesaria fusión entre librerías y lectores que da pie a lo que se conoce como 'comunidad lectora'.
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De eso se trata, de crear una comunidad que anime, que transmita vida, al universo de la letra impresa. En este asunto, a juicio de Almudena Amador, ha jugado un papel muy importante la creación «de la plataforma de libreros de España», una propuesta innovadora que relaciona a los establecimientos independientes creando una larga cadena con eslabones de libros para satisfacer la demanda que puede alimentarse de unos fondos amplísimos. La disponibilidad de muchos títulos, como ya ha apuntado el responsable de Futurama, también para la propietaria de Ramon Llull es una baza importante. Pero la librera añade algo más. Apuesta por un buen fondo al mismo tiempo que por la «programación y la inversión». Cuando Almudena Amador menciona la conveniencia de invertir sus explicaciones recuperan de alguna manera la idea de 'comunidad lectora. «Durante la pandemia, los lectores se volcaron con las librerías independientes y el resultado de ello ha llevado a que muchos hayamos invertido en los locales», apunta la librera acercando a la conversación ese dar y tomar sobre el que se cimenta la relación entre las partes de la perseguida comunidad lectora.
A los amplios fondos, herramientas digitales, programación cultural, inversión y el impulso de una comunidad lectora de los que hablan Vicente Izquierdo y Almudena Amador, se añade otro útil para dar oxígeno al territorio que hoy recorre LAS PROVINCIAS: la valentía que hace ocho años demostró Ken Province para abrir la librería United Minds, establecimiento que en 2020 recibió el Premio a la Librería Innovadora.
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Ken Province se inclinó por un producto que no había en la ciudad del Turia. Si a él le interesaba, seguro que habría otros: «La literatura traducida al español en torno al mundo africano», una clara apuesta por la especialización en el tema. United Minds mira a África desde la novela al ensayo pasando por el cuento, la literatura infantil o cualquier otro género. El librero defiende que «es posible» avanzar por la línea de la singularidad que él trazó, aunque echa en falta que las editoriales se hayan implicado más en temas a los que él dedica sus esfuerzos abriéndose también a encuentros, debates, presentaciones de libros, lecturas conjuntas e incluso actividades en instituciones culturales para construir lo que llama un «puzle» en torno al libro, concepto que de nuevo resuena a comunidad, ese espacio en el que unos y otros –las dos partes– interactúan.
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